.Veintiséis.

1.8K 196 166
                                    

-¡Sabrina!- Me levanté, desconcertada- Yo no…-me intenté explicar.

-¿Tú no qué? Te acabo de escuchar, Helena- las lágrimas salían de sus ojos como si fueran caballos de carrera, desatrampados por ganar- Oí cuando se lo dijiste a Finneas, ¡eres una traidora!- gritó y al instante, sentí el sonoro golpe de la palma de su mano contra mi mejilla, produciendo un ardor instantáneo y el seguro enrojecimiento de mi piel.
Tan duro fue el golpe que, la cara se me desvió hacía un lado y Finneas tuvo que retener a Sabrina.

-¡Sabrina, tranquila!- le ordenó, asustado.

-¿Cómo quieres que esté tranquila? Si mi supuesta mejor amiga me traicionó, claro, ahora entiendo todo- no dejaba de llorar y el coraje era leíble en su rostro.

Los nudos se habían quedado atascados en mi garganta, y el corazón, hecho pedazos en mi pecho, latía angustiado. Mis lágrimas eran de amargura, deseaba fervientemente que todo esto fuera una pesadilla.

-¿Cómo no me di cuenta antes? ¡¿Y tú no pensabas decírmelo?!- me empujó y Finneas volvió a sujetarla.

-Sabrina...

-¡Te abrí la puerta de mi casa! ¿Y me pagas robándote a mi novia?- seguía farfullando llena de furia e hizo caso omiso a la voz de Finneas- ¡Qué estúpida! No puedo creer que tú…- se quedó a la mitad de la frase, le dolía bastante. La conocía y sabía que estaba hecha pedazos, cosa que sólo sirvió para hundirme más en la miseria. Seguía sin poder hablar, sólo lloraba y miraba a Sabrina- Hace algunos minutos estaba llorando porque te ibas- farfulló- ahora entiendo la razón, qué cobarde- siseó- Pero ¿sabes? Me da gusto que te largues, hipócrita- me dio una última mirada despectiva, dolida, y se dio media vuelta para salir de la habitación.

Me quedé inmóvil, dejando que mis lágrimas se suicidaran sin piedad; respirar me era difícil y sentía que me faltaba el aire.

Finneas me miró, decepcionado.

-Ve- alcancé a susurrar, con el hilo de voz que salió de mi garganta- No la dejes sola.

Se me quedó mirando, era una mirada extraña, estaba entre la frustración y la angustia. Pero enseguida salió detrás de Sabrina. Entonces me quedé sola.

Las lágrimas no se cansaban de salir y parecía como si nunca se acabaran, esto no debió de haber terminado así, ni siquiera debió tener comienzo.

Me quedé en inmóvil durante un par de minutos y luego, miré a mi alrededor, ya no volvería a ver a Finneas y no había tenido la oportunidad de decirle adiós. Busqué con la mirada algún cuadernillo y divisé una hoja encima de su escritorio; tomé un bolígrafo y garabateé sobre el papel en trazos largos:

Me lo dijiste, lo sé.
Disculpa todo el daño que hice, que le hice a ella. Era lo que menos hubiera querido que pasara. Agradezco todo lo que hiciste por mí, gracias por entenderme.
Fuiste mi mejor amigo y nunca voy a olvidarte.
Perdóname.
Te quiero.

Lo dejé sobre su cama y luego, con un nuevo dolor en el pecho, salí de aquella habitación. Me deslicé como ánimal en pena escaleras abajo y cuando bajé a la sala para cruzarla y llegar hasta la puerta, la mirada de la madre de Finneas me detuvo.

-¿Estás bien?- me preguntó.

Mantuve mi mirada baja, avergonzada y negué con la cabeza.

-¿Quieres una taza de té?- me ofreció, amable.

-Tengo que irme, se me hace tarde. Gracias de todos modos- musité e intenté dar el primer paso hacia la puerta.

-Antes de que te vayas- dijo- quisiera decirte algo- me detuve y giré sobre mis talones, despacio, la miré.

Manual de lo Prohibido | Billie EilishKde žijí příběhy. Začni objevovat