.Dieciocho.

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Miré los mimos que Billie y Sabrina se hacían y me sentí mal, sin hablar del ya tan lastimado bombeador de sangre bajo mi pecho.

Finneas me codeó y me hizo seña de que nos fuéramos de ese lugar. A ambos nos lastimaba. Le tomé de la muñeca y le dirigí hasta mi habitación.

Cuando cerré la puerta entonces supe que la atención de ambos estaba en nosotros. Lo último que quería era que Sabrina y Billie pensaran mal acerca de mí y de Finneas, pero tenía el corazón demasiado adolorido como para detenerme a pensar en otra cosa.

Finneas se sentó en mi cama y yo me quedé recargada a la puerta. Ambos nos miramos por un largo instante, como si nos comunicáramos con los ojos. Hasta que él rompió el silencio.

-Me imagino que te divertiste mucho- dijo.

-Como nunca- admití y me retiré de la puerta para sentarme a su lado- ¿Y qué hay de ti? ¿Por qué estabas con Sabrina?

Sonrió.

-Bueno, al no encontrarlas a ustedes aquí, me llamó a mí, y tú sabes que no desaprovecharía alguna oportunidad para estar con ella y tampoco iba a dejarla sola- confesó.

Me tumbé sobre la cama, suspirando.

-¿Te confieso algo?- musité.

Finneas se giró sobre su asiento y me miró desde arriba.

-Dime.

-Amo a tu hermana- susurré, como si ellas pudieran oírme.

Finneas rió.

-Cuánto lo siento- me palmeó la pierna, cerca de la rodilla.

***

Conforme pasaban los días, la culpa no desaparecía sino que, por el contrario, iba aumentando.

Caminé por las calles que ya conocía para llegar hasta el laboratorio de fotografía de los Sulewski, donde se encontraba una de las pocas personas que sabían comprenderme y apoyarme. Aunque esta vez hablar con Claudia no sería tan sencillo ya que Aaron me acompañaba. Se ofreció en seguida de que me encontró en el pasillo del edificio y supo que me dirigía para acá.

Le miré.

-¿La invitarás a salir?- pregunté.

-¿Crees que diga que sí?- dijo, nervioso.

-Por supuesto que sí- reí.

-¿Crees que le guste?- preguntó.

-Eso… averígualo hoy- dije.

Cuando llegamos Aaron se plantó detrás de mí, como un niño totalmente tímido pero los ojos verdes de Claudia chispearon al verle. Me hice a un lado para no obstruir su vista y la sonrisa entre ambos decía más que mil palabras.

Me aclaré la garganta, haciéndome notar. Claudia me miró al instante.

-Oh, Helena, hola. ¿Nuevas fotos?

Le sonreí, dándolo por hecho.

Les dí la oportunidad a Claudia y a Aaron de hablar y esperaba a que Aaron realmente la invitara a salir, mientras que yo me encontraba revelando las fotografías. Cuando hube terminado, las puse en una pila y las miré una por una.

Eran como veinte fotografías, y la mayoría tenía una cosa en común. El rostro hermoso de Billie.

Se me había vuelto como una obsesión retratarla, era como para guardar el recuerdo o al menos tener una prueba de que los momentos a su lado habían sido reales.

Miré la hora en la pantalla de mi móvil, eran las seis con treinta y cinco minutos. Tenía dos opciones a elegir, una era quedarme aquí con Claudia y Aaron y así, no alimentar a este sentimiento con la compañía de Billie; la otra era apresurar el paso para alcanzar a llegar al departamento y encontrarla, porque ese sentimiento quería ser alimentado.

Manual de lo Prohibido | Billie EilishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora