.Diecinueve.

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Bajé las escaleras a toda prisa, mis zapatos golpeteaban rítmicamente en los escalones que pasaban debajo de ellos y salí al aire exterior llenado mis pulmones de éste. Estaba asustada, no sabía qué pensar o qué pensamiento en mi cabeza obedecer.

Necesitaba huir al menos por un rato, sacar a Billie de mi cabeza al menos por una fracción de segundo.

Saqué mi móvil y tecleé el número de Finneas.

-¿Aló?

-Finneas, soy yo, Helena. ¿Podrías hacerme un favor?- pregunté, con la voz que me salía temblorosa de mi garganta.

-Claro, dime.

-¿Podrías ir por Sabrina a su trabajo?

-Pero… ya salió, ¿no?

-Sí, pero encuéntrala en el camino, antes de que tome un taxi o algo parecido. Y ofrécete a traerla a casa todos los días, por favor- farfullé, mientras caminaba calle abajo.

-Puedo preguntar ¿por qué?

-Sólo tráela a casa, ¿quieres? Luego te explico.

-Está bien.

-Date prisa, adiós.

-Hasta pronto.

-Gracias- musité.

-No, gracias a ti.

Corté la llamada y devolví el celular a mi bolsillo.

Me abrace debido al frío y seguí caminando sin dirección. Mi plan era que Sabrina estuviera más pronto en casa de lo que suele llegar. Todos y cada uno de los días que me restaran aquí. Así, no ignoraría a Billie de forma tan obvia, pero sería menos tiempo estando con ella y eso ayudaría bastante a que de una vez por todas controlara mis sentimientos.

Decidí parar a mitad de una calle, no sabía a dónde me dirigía y si seguía sin rumbo, seguro me perdería. No podía ir donde Claudia debido a que allí no había nadie, ella seguro estaría en su cita con Aaron.

La gente me esquivaba y pasaba a mi lado, totalmente indiferente, mientras yo me quedé inmóvil allí. Había caminado apenas dos calles lejos del edificio, y sabía que si caminaba más terminaría perdiéndome.

Recordé un pequeño parque a unas cuantas cuadras más, un fácil camino para seguir, así que fui hasta allá, a desperdiciar el tiempo y que se hiciera tarde solamente para no verle el rostro a ella.

Cuando llegué, me apoderé de una de las bancas de metal negro que adornaban los caminos del parque y me senté a observar cómo el cielo oscurecía totalmente.

No pude evitar pensar en Billie, la amaba, ni siquiera sabía cómo y con tanta rapidez. Me era absurdo, ilógico. Era casi ridículo cómo quería escapar de esos sentimientos que no debían de estar en mi corazón.
Ridículo, sí.
Porque en realidad estar a su lado era lo único que en este momento quería hacer.

Apreté el sobre en mis manos, haciéndolo crujir. El viento me movió los cabellos y me despejó un poco la mente, haciéndome pensar en algo que hasta el momento le faltaba atención de mi parte.

Algún día tendría que irme.

¿Y qué pasaría? ¿Qué me llevaría? La agobiante presión en el pecho apareció apretujando mi corazón y sacudiéndolo de forma violenta. El solo hecho de pensar en eso, me dolía. Me iría y tendría que dejar aquí mi corazón, pero sabía que era la mejor opción que podía hacer. Me burlé de mi misma, yo no era tan distinta a Sabrina, huir también era mi opción fácil.

Pero al pensar en Sabrina, el corazón se me encogió aun más, adolorido. La historia podría repetirse de nuevo y ella ¿a dónde huiría esta vez? Su antigua novia, la había lastimado tanto con aquella actitud que había tomado. La había cambiado de un día a otro y el frágil corazón de Sabrina no pudo resistir aquello, la dejó destruida por que ella la amaba; al punto de que decidió mejor mudarse de país, de continente.

Manual de lo Prohibido | Billie EilishWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu