O4. Angelito

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Su mirada subió viendo como esos pies descalzos se convertían en unas torneadas, blanquecinas, delgadas y lampiñas piernas. Sentía como babeaba al tener ese par de piezas delante suyo. Siguió elevando la vista. El vestido negro que traía parecía estar confeccionado únicamente para un ángel, dibujaba el contorno de su cuerpo como una obra de arte renacentista. Notó el peculiar e irónico detalle de sus brazos cubiertos que terminaban en sus clavículas desnudas. Se veían endemoniadas, apetecibles, deliciosas. Y como si fuera poco, las llamas de sus bordados le daban calor. No supo en qué momento la fuerza dejó de ser aplicada en ella, sus ojos se convirtieron en sus enemigos, en unos traicioneros que se levantaban al mismo tiempo que sus latidos. A estas alturas, la erección en su entrepierna era insoportable.

Si iba a cumplir una cadena perpetua y aplazable en Septima, al menos iba a valer la pena.

Tomó fuerzas de quién sabe donde y se atrevió a encarar a la entidad delante suya.

—Jesucristo...

La miró, esperando otro adjetivo, uno quizás más halagador.

—...Santo Dios —esperó a que la morena delante suyo acabase.

Camila, por su parte, quería llorar.

La belleza de Lauren era estúpida. Era una maldita broma del Universo. Si Lauren fue obra de Dios, entonces Dios tiene un sentido del humor implacable. Le era imposible hallar un adjetivo humano para describir lo perfecto que era su rostro. Esas cejas pobladas, la nariz delgada y de botón salpicada de pecas, sus tersas mejillas que gritaban querer ser comidas a besos como el más fino de los manjares. Su cabello caía por encima de la curva de su busto, y la cubana moría por tomarlo entre sus dedos, examinar su suavidad. Pero la verdadera joya en su rostro, eran sus ojos. Perfectamente proporcionados al resto de sus facciones, su iris era recubierta por una brillante capa de verde. Bien podrían ser confundidos como un metal precioso. Como unas esmeraldas, el más cotizado de los diamantes. Eran hipnotizantes, todo en ella lo era, incluso las espesas y largas pestañas que decoraban el borde de sus párpados. Camila no podía con el peso de sus lágrimas, sus ojos simplemente no podían seguir soportando estar abiertos. Quiso parpadear, pero en cuanto cerró los ojos, sintió a estos quemar.

—Eres... Eres ... —tartamudeaba forzando sus párpados a calmar el dolor.

—Soy tuya, mi amor —¡Maldita sea! ¡Esa era la voz del infierno! Era... Era tan suave y angelical que sonaba como todos los ángeles del infierno —. Vamos, voltéame a ver.

Una cálida mano tocó su mejilla, la suavidad era digna de la mano de una Reina —n-no... Eres... —su miembro iba a explotar, y no de una buena manera. Pero llevaba más de dos décadas dedicada a sacar adelante la misión, ¡y lo haría! Pero, ¡maldita sea! ¿qué es un pequeño desliz? —...menos de lo que esperaba.

Mintió con un increíble descaro, pero logró lo que esperaba.

El toque en su mejilla dejó de existir, al igual que las llamas que consumían sus ojos; lo había logrado. Ahora quería su premio, porque si fallaba rotundamente, sólo quedarían dos opciones, quedarse atrapada aquí, o salir y suicidarse para regresar.

Abrió los ojos, deleitándose con la dueña de sus sueños temblando por sus palabras. Lauren no se hallaba a sí misma. La primera vez en la historia que el alma de un mortal no cedía ante su abominable belleza.

Su mismo shock interrumpió la fuerza que ejercía sobre la morena delante de ella. Lauren estaba en desventaja y, eso, era algo nuevo.

—¿Qué pasó, angelito? —tomó valor de lo más profundo de sus deseos. Esta vez, no estaba hasta arriba de sus prioridades cumplir con la Misión Esmeralda, sino acercarse a Lauren, tocar a Lauren, abrazarla, besarla, hacerla suya...

—T-tú... t-tú... ¡Tú! —empezó a retroceder hasta la mesa que tenía detrás suyo; en sus ojos no había miedo, había confusión sumado a otra cosa que Camila no pudo descifrar.

—Puedes llamarme Camila, angelito.

—N-no... Y deja d-de —dudó — -deja de decirme angelito. No sabes con quien te estás metiendo.

—Tienes razón —la destanteó, asombrada de cómo se habían invertido los papeles —. No sé quién eres realmente, tampoco sé que quieres o qué planeas hacer conmigo, pero estoy al tanto de dos cosas; una, es que sé perfectamente lo que yo quiero —la miró con deseo, como si no tuviera una erección apropiándose de toda la sangre de su cuerpo —, y dos, que jamás había visto, y jamás conoceré, a alguien tan perfecta como tú, angelito... —maulló mientras terminaba de arrinconarla.

—¡Alto! —Camila reaccionó rápido al ver como las llamas del vestido de Lauren convertirse en una fogata misma, consumían la figura de Lauren envolviéndola por completo. En cuanto Camila se alejó unos pasos hizo que el fuego parase, pero ya era muy tarde. El vestido se había convertido en cenizas y estas descansaban a sus pies.

Camila tuvo que dejar escapar el aire que quedó atrapado en su tráquea antes de ahogarse con él.

¡Si bien...! No se ahogó con el aire, se atragantó cuidadosamente con su saliva. Su mente quedó atascada con su razón. Volvía a sentir las flamas consumírsela viva. Las piernas le fallaban, apenas se podía mantener en pie. Lauren estaba que quemaba, y nunca mejor dicho.

—Vuelve a acercarte y, esta vez, no me apiadaré. Haré que ardas por el resto de la eternidad, te condenaré a iluminar la oscuridad eterna, lo vas a lamentar por el resto de tus-

—¿No te estás apiadando ahora mismo? —aunque no quería, la calló. Se estaba deleitando con la hipnótica voz de la ojiverde. Podría jurar que por un momento se vino tan sólo de escucharla amenazándole. Fuera de sus cuerdas vocales sonaban de forma seductora, a pesar de que los fines eran más severos de lo que parecían. —Se supone que tienes poderes que sobrepasan nuestra imaginación. Si quisieras ya me hubieras convertido en las cenizas que están a tus pies, pero no lo necesitas. Yo ya estoy a tus pies, Lauren.

—Podría cortarte el pene por tu descaro.

—Entonces las dos tendremos un problema —Camila necesitaba su liberación. El cuerpo angelical de Lauren la estaba tentando como el peor de los frutos. Sólo estaba anhelando verlo, pero trataba de mantener la mirada fija en ella para poder conseguir lo que realmente deseaba —. Angelito —susurró arrastrando la voz mientras la volvía a acorralar entre la pared y su apretado cuerpo —, estoy dispuesta a todo, sólo déjame mostrarte una cosa.

No aguantó. Nadie puede decir que no intentó, pero era prácticamente imposible. No podía con la necesidad de estar cerca de ella, la besó.

En el instante que pegó sus labios a la boca de la pelinegra todo cambió.





𝐌𝐈𝐒𝐈𝐨́𝐍 𝐄𝐒𝐌𝐄𝐑𝐀𝐋𝐃𝐀 ━━━ 𝗰𝗮𝗺𝗿𝗲𝗻 𝗴!𝗽Donde viven las historias. Descúbrelo ahora