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«Estará bien» susurró el doctor.

Gilbert Blythe suspiró tranquilo aún sin abrir sus ojos, un leve dolor de cabeza se presentó pero no le prestó atención y cambió de posición en su cama, la cual aquella noche se sentía más suave que nunca. Cuando empezó a abrir sus ojos se dió cuenta que el lugar en el que se encontraba era un tanto diferente y aunque tuviese la vista nublada supo reconocer la paz, en una silla junto a él había una caja de bombones de chocolate y una carta. El muchacho se llevó uno de los dulces a la boca, luego tomó la carta para leerla.

«Querida Anne: Esperamos que te gusten los dulces, volvemos en unas horas. Te amamos;
-Matthew y Marilla.»

Anne era la huérfana. ¿Por qué habría una carta a la huérfana en su casa? A no ser que no estuviera en casa de esa tonta pelirroja. Tendría sentido, tal vez sus padres no estaban y lo habían llevado a ese lugar. Matthew Cuthberth era buena gente y probablemente había aceptado la estancia del muchacho. No era para tanto, este sonrió y volvió a recostarse hasta que los primeros rayos de sol hicieron que se despertara, no había ruido alguno y el aire estaba fresco. Caminó unos pasos y abrió la ventana, Marilla lo saludaba desde afuera, todavía sin recuperar del todo la vista agitó su mano igualmente. Al voltearse se dirigió al espejo, tenía que verse presentable ante aquella familia... su sorpresa fue mucho mayor de lo que esperaba al ver su reflejo.

«¡¿Pero que demonios?!» exclamó. Cabello rojo, pecas, manos y voz delicadas. Gilbert Blythe pellizcó su brazo y puso ambas manos en su pecho, al sentir unos pequeños bultos las quitó con una rapidez impresionante, su rostro estaba más rojo que las manzanas de su huerto. «No, no, Dios no» se decía a si mismo «Todo esto tiene que ser un terrible sueño» Estaba en el cuerpo de aquella extraña chica, ¿que haría ahora? Buscarla claramente porque si él estaba en el cuerpo de ella ¿Quién estaría en el cuerpo de él? Por lógica tendría que ser... ¡Vamos! Todo eso era muy confuso, carajo. Iría a su casa, tendría que hacerlo, ¿que horas eran? ¿Las siete, ocho como máximo? Tendría que arreglarse para salir, eso incluía cambiarse de ropa y no estaba preparado para ello, tampoco para trenzar su cabello ¿cómo se hacía una trenza, por cierto? Tomó aire y buscó un vestido en su armario, era un vestido amarillo bastante feo, supuso que no era elegante. «Bien, tú puedes». Cerró sus ojos y lo puso rápidamente, suspiró tranquilo al momento de mirarse en el espejo, ¿cómo podía vivir esa tortura de cepillar su cabello a diario? Él con suerte pasaba su mano y ya. Tomó el sombrero café que había visto que esta llevaba puesto la mañana anterior y lo colocó en su cabeza tratando de verse lo más parecido a Anne.

Bajó hasta el primer piso, los hermanos Cuthberth estaban en la mesa.

-¿Buenos días? -que voz más chillona.

-Buenos días -dijo Matthew algo alegre- ¿Cómo te sientes hoy? ¿Te gustaron los dulces?

-Bien -respondió rápidamente-. Estaban muy buenos, muchas gracias. Voy a ir a la escuela, nos vemos por la tarde.

-¿A donde dijiste que irás? -preguntó la mujer- No estás del todo repuesta.

-Solo tengo muchísimas ganas de aprender, quisiera saber igualmente como sigue Gilbert Blythe, es un chico que va conmigo a la escuela -era extraño decir su nombre a alguien que no era él.

-Sabemos quién es Gilbert Blythe, niña -habló la mujer-. ¿Si te sientes mal volverás, no?

-Por supuesto, señora Cuth... ¡Marilla!

Ambos asintieron y el muchacho salió de casa. Corrió por los campos viendo como el clima pasaba de cálido a frío en cuestión de instantes. ¿Que pasaba? Cada vez era más raro, ¿y si no era ella quién estaba en su cuerpo? ¿Quién sería?

Tocó la puerta dos veces, nadie respondió. Recordó que lo martes sus padres iban a Charlottetown y no regresaban hasta el atardecer, entonces abrió con un viejo truco que mamá le había enseñado. Subió cuidadosamente la escalera y llegó a su habitación, volvió a tocar la puerta y una voz adormilada respondió.

-¿Anne?

-¿Hum, si?

-No eres Anne ahora.

-¿Cómo que no soy yo?

-No lo eres porque yo soy tú.

-Mira, quienquiera que seas, creo que me conozco muy bien para saber quién soy.

-Abre los ojos, es muy pero muy probable que estés en la habitación de Gilbert Blythe.

-¿Disculpa?

-Puedes -la tímidez empezaba a apoderarse de su ser-... ¿Puedes tan solo mirarte en un espejo?

Pasaron unos cuantos segundos hasta que un grito hizo retumbar toda la casa.

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¡Volví amigos! Ahora que en mi país nos encontramos en Cuarentena obligatoria tendré mucho tiempo para escribir aquí. Ya me mejoré de mi resfriado, cancelaron mis clases en la universidad y regresé a mi pueblo. Les agradezco por esperar. Gracias por todo;
~Cass.

Amor, luz y mucha fuerza en estos momentos🌻🌈🍑.

「𝐘𝐨𝐮𝐫 𝐧𝐚𝐦𝐞 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 × 𝐆𝐢𝐥𝐛𝐞𝐫𝐭」Where stories live. Discover now