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La helada brisa de la isla esa mañana había hecho que ambas almas gemelas se retorcieran de frío en el camino repleto de inmensos árboles. La esperanza de volver a sus cuerpos era tan grande que no cabían en la felicidad, la electricidad a causa de las emociones revueltas mantenía la euforia en los jóvenes, los cuales se daban besos apasionados tras los árboles más gruesos, evitando así que alguien observara lo que en ese entonces parecía algo de lo más indecente. Anne empezó a besar el cuello pecoso de Gilbert, el cual acariciaba su cabello azabache con un poco de fuerza.

-Espera -susurró él, que a su vez daba besos ocasionales-. Tenemos que...-beso- ir a...-beso- terminar con esto.

-Prometeme que cuando volvamos todo seguirá igual entre nosotros -dijo la chica con la respiración agitada.

-Te lo prometo, no despegaré mis labios de los tuyos ni un solo segundo -la tomó con su pálida mano llevándola en dirección al campamento.

La mujer mayor se alegró al verlos y los hizo pasar a una carpa en la que había una especie de alfombra hecha con una tela que desconocían, les pidió sentarse en ella para iniciar con lo que sería el cambio de almas.

-Ocurrió debido a que cuando dos personas son infelices es fácil que se entiendan -empezó a hablar con tranquilidad la mujer-. Anne Shirley-Cuthberth y Gilbert Blythe son almas gemelas, de eso no hay duda. Pero del lugar que vengo suele decirse que una epifanía no es más que una puerta abierta a otra cosa, que estás cosas no le suceden a dos personas solamente porque sí. Debe ser porque es justo y necesario.

La mujer abrió dudosa su boca poco a poco para decir algo.

-¿Están ustedes enamorados?

-Completamente -respondió Gilbert con rapidez.

Asintió Anne igualmente.

La anciana suspiró con tristeza.

-Siempre ocurre lo mismo.

Gilbert levantó su delgada ceja pelirroja.

-¿Disculpe? Debería eso ser algo bueno.

-Solo en cierta parte.

-¿Por qué?

-Es complicado.

-¿Ocurre algo? Me preocupa -cuestionó Anne acercándose.

-No es tanto que se enamoren, el amor es bueno -su voz se sentía extraña-, es que uno de los dos no va a sobrevivir a esto.

-¿Que quiere decir? -la ex-pelirroja se acercó tan solo un poco más.

-Tú no sobrevivirás, querida -murmuró señalandola.

Anne sintió que su corazón se estremeció de una manera que jamás había sentido, tomó la mano de Gilbert, este la sujetó sin quitar los ojos de la indígena, la cual también tenía la voz algo quebrada.

-¿Por qué ella, señora? -preguntó el muchacho inquieto.

Ella acarició su cabello.

-Anne ha sufrido mucho en su vida. Sus padres murieron cuando ella era bebé, ha estado en un orfanato, ha sido herida de muchas formas, su tristeza ha llevado a que su alma se debilite de tal manera que se vuelva tan delgada como una hoja de papel. No se pueden quedar en cuerpos que no les pertenecen por más tiempo luego de la epifanía, puesto que sus almas se desgastarían, se convertirían en seres inhumanos, una vez un chico asesinó a sus padres porque no recordaba quien era. Así que...

-Gilbert... -Anne tenía un nudo en la garganta- No quiero ser un monstruo.

-Sé que no quieres -volvió a mirar a la mujer mayor-. ¿No puedo ser yo? Me sacrificaré por ella.

Negó. La rabia se empezó a apoderar de él, empuñó sus manos y con lágrimas en los ojos la abrazó. Anne también empezó a llorar.

-Te amo -reconoció él después de tanto.

-¡Oh, Gilbert Blythe! -las lágrimas seguían cayendo- ¡Yo también te amo! Nunca voy a dejar de hacerlo, si existe otra vida luego de ésta también te amaré ahí.

-No quiero que te vayas -reprochó-. Eres la única chica que me hace feliz, te necesito más de lo que tú a mí. Quédate, quédate por favor.

Ella empezó a mover su cabeza diciendo que no, tomó sus mejillas haciendo que su novio la mirara a sus ojos.

-Debes ser doctor, estudiar en la universidad de Toronto, siempre decías que ese era tu plan -él movió su rostro evitando que las lágrimas salieran-. Mírame, por favor, te amo más de lo que te imaginas. No todas las historias de amor tienen un final feliz, eso deberías saberlo. Algún día te enamorarás de alguien más, vivirás por esa persona como has vivido por mi.

-¡No! -volvió a abrazarla- ¡Anne Shirley Cuthberth, te amo, siempre serás la única chica!

-Si así deseas que sea yo estaré más que feliz, amor mío.

Gilbert Blythe recordó el último beso que se dieron cada día de su vida. No pudo explicar cuanta electricidad sintió en ese momento, sabor a ella, a dulce a amor, a lágrimas. Ella lo abrazó y se acostó en el suelo, la anciana dijo unas palabras, la chica cerró los ojos y simplemente se fue.
Anne murió cerca de las doce del medio día. El funeral fue en el jardín trasero de Green Gables, bajo el árbol de cerezo que ella siempre había amado. Diana Barry lloraba desconsolada, mientras que Marilla, Matthew y un Gilbert que estaba nuevamente en su cuerpo mantenían aparentemente una gran fortaleza frente a la situación. Esa tarde, el muchacho plantó rosas rosadas en su tumba con la esperanza de que éstas crecieran tal y como ella quería, las regó con sus lágrimas para luego marcharse a casa promentiendole una visita diaria a su difunto amor.

Años más tarde, cuando los hermanos Cuthberth habían muerto, sus compañeros de clase se habían casado y tenían hijos, aquel chico Blythe volvió a esa casa. Se había graduado hacía ya varios años de la universidad, no había vuelto a tener novia, tampoco herederos, solo el recuerdo de su amada pelirroja. Aquél día vio que el árbol de cerezo no estaba, en cambio, había un pequeño jardín de rosas rosadas.

«En otra vida también te amaré» recordó él.

Cerró sus ojos y por un momento le pareció verla, un leve dolor en su cabeza apareció. Fue ahí cuando decidió irse a casa. A la mañana siguiente se corrió la voz en el pueblo que el señor Blythe había muerto solo en su casa. Habían pasado unos cuantos años cuando la pequeña Anne Cordelia, la hija de Diana, que ya no era tan pequeña de hecho, iba paseando a su hija por las calles del pequeño pueblo estadounidense al que se había mudado con su esposo, cuando llamó a su madre para decirle que había visto a un muchacho de unos quince años que se parecía demasiado al doctor Gilbert Blythe, pero mucho más joven. Caminaba abrazando a una bella jovencita pelirroja.

«¡Que chico más raro!» exclamó antes de colgar la llamada con su madre «Incluso me saludaba con la mano».

----------------------FIN--------------------

¿Les gustó la historia, chicos? Me encantó escribirla para ustedes. ¿Cuantas a parte de mi quieren un Gilbert Blythe?

«Fly away home» será mi siguiente historia Shirbert, la publicaré dentro de diez minutos.

Los amo;
~Cassie🌻🌈🍑

Amor y luzzzz.

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「𝐘𝐨𝐮𝐫 𝐧𝐚𝐦𝐞 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 × 𝐆𝐢𝐥𝐛𝐞𝐫𝐭」Where stories live. Discover now