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El trece de mayo sería un día para recordar.

Gilbert Blythe despertó esa mañana con un sentimiento que no podía definir. Sabía que las lágrimas bajaban por sus mejillas como pequeños arroyos y que el dolor en su brazo estaba más fuerte que cualquier otro día. Pero pasó después de un rato. Era como si siempre estuviera a la expectativa de que algo emocionante ocurriera e influenciara su vida de una manera positiva. Ese día era un sábado común y corriente, no había escuela y lo que más le preocupaba a los Cuthberth era ver quién tenía la lechuga o el rábano más grande de todo Avonlea. Él olió su blanca almohada percatandose a los pocos segundos que el aroma de «Ella» no se había ido, había quedado como un grato recuerdo para las pocas horas que no estuviesen juntos. Gilbert idolatraba a Anne de tal manera que aquel sábado cuando el sol no había salido del todo, este se encontraba frente al espejo contando las pecas en su rostro, viendo lunares y observando como tonto el azul oceánico de sus ojos.

«¿Como es que alguien puede ser tan perfecto?» se preguntaba. Unos segundos más tarde se encontraba ya limpio trenzando el cabello tal y como ella le había enseñado meses atrás, practicaba frente al espejo en como iba a decirle que la amaba. Esas son palabras complicadas de soltar cuando se dicen de corazón y al aguardar tanto tiempo el sentimiento se vuelve más fuerte haciéndote querer explotar, recordarselo a cada momento, librarse de remordimientos y... Epifanía.

Anne. Él. Epifanía.

Lo había descubierto, era ella.

Ahí se encontraba nuevamente, corría por el campo con una alegría que sobrepasaba los límites de su corazón en dirección a su propia casa.

-¡Buenos días, señora Lynde! -saludó al pasar por su puerta, ésta abrió los ojos con sorpresa únicamente agitando su mano.

A unos kilómetros de distancia Anne Shirley Cuthberth se encontraba desde muy temprano de pie frente al espejo de su nueva habitación. Admiraba la incomparable belleza del chico como si nunca antes hubiese visto uno, lucía como un perfecto ángel. Pensaba en como su novio había cuidado tan bien de su cuerpo físico, pero luego pensó en que en otros ojos se veía mucho mejor de lo que ella alguna vez pensó que se vería. Su cabeza empezó a doler de una forma impresionante, no estaba de humor para eso, así que se tiró en su cama con el fin de que pasara y siguió imaginandose con el cabello rebelde, sus cansados ojos azules iluminados por el sol junto a las cientos de pecas que adornaban su rostro. Eran como estrellas. Se dio cuenta que era hermosa así; torpe, brillante y pecosa. Eso era.

Gilbert había hecho que se diese cuenta que con sus imperfecciones era perfecta, que lo que realmente importaba era lo de dentro, sus sentimientos e inteligencia eran los que las hacían hermosa.

«Epifanía» susurró para ella misma.

Supuso que en ese momento lo mejor sería que corriera a Green gables a buscarlo, tenían que ser ambos los que irían donde la anciana indígena que habían conocido, ambos tenían sus revelaciones maravillosas y pronto volverían a sus cuerpos. Girando en una curva se encontraron, se quedaron en silencio unos segundos sin perder la sonrisa de emoción. Una Anne muy fuerte sostuvo al delicado Gilbert que saltaba directamente a sus brazos con el fin de besarla con una pasión nunca antes vista.

Al parecer ambos tenían una idea en común.

-¡Epifanía! -soltaron al unísono, se tomaron de las manos y tomaron el camino que ya conocían al campamento indígena.

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El capítulo siguiente será el final.
Será el capítulo más largo de lo que va la historia.
Amor y luz;
Cassie🌻🌈🍑.

「𝐘𝐨𝐮𝐫 𝐧𝐚𝐦𝐞 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 × 𝐆𝐢𝐥𝐛𝐞𝐫𝐭」Where stories live. Discover now