11.

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Stiles estaba perdido. Literalmente.

Había corrido fuera de Daily Planet a buscar a Clark – recientemente expuesto como Superman para él. – y poder pedirle perdón. Perdón por ser tan imbécil y tan poco atento... pero sobre todo imbécil. Vamos, no era solo el hecho de que no notara aquel detalle, era más que eso, era el hecho de que le había dejado por querer a alguien más, lo cual, para su suerte, no era así. Estaba enamorado del mismo hombre, sí, ¿pero y si no hubiese pasado de esa forma? Rayos, sí, Clark debía estar dolido. Él lo estaría sin duda. Le haría suplicar por su perdón y sin rechiste le haría darle mil chocolates para al menos darle una mirada.

Pero Clark era diferente y Stiles lo sabía.

Agradeció una vez más a todos los dioses que se le veían a la cabeza y suspiró tomando los pantalones que le habían faltado días atrás.

Sí, él iría por su hombre.

(...)

Apagar el incendio no le tomó mayor esfuerzo. Pero todo era raro. La existencia del fuego era raro en sí, y el lugar en donde estaba ni hablar. Parecía algo premeditado, algo que no había empezado por un pequeño accidente o coincidencia.

No quería ser paranoico, pero caramba, era su instinto "súper" disparándose cada dos segundos diciéndole que algo andaba mal. Lo tétrico es que lo sabía, lo sentía en cada parte de su cuerpo. Pero no podía irse de allí, no cuando aquella mujer le miraba de esa forma agradecida y suplicante a la vez.

La situación era simple; consistía en la mujer bajo un montón de objetos que Clark no podría reconocer por lo chamuscados que estaban, y fuego a su alrededor cada vez más cerca.

No hizo preguntas, solo hizo su trabajo, apagó todo lo que podía y removió los escombros para poder sacar a la mujer de su encierro peligroso.

Y entonces ella le miró y sonrió y a Clark le temblaron las piernas.

Esos ojos, esa sonrisa... él la conocía. Vaya que lo hacía.

- G-gracias. – tatareó la castaña en sus brazos volviendo a elevar sus labios en una curva que Clark halló hermosa. – Bésame, sé que deseas hacerlo...

- Y-yo n-no- – dudó el azabache pasando saliva y agitando su cabeza suavemente.

¿Qué estaba haciendo? ¿Quién era esa mujer y por qué había tenido las ganas insanas de besarla sin parar?

Regresando la atención y la mirada a la mujer, Clark fue lo suficientemente rápido para arrojarla unos metros de distancia antes de que la mujer le enterrara aquella cosa extraña y amorfa que salía de su mano derecha.

Cuando la mujer cayó sobre sus pies y empezó a perder el color de su piel, las delicadas curvas y los ojos preciosos, Clark pudo ver cómo de todo aquello solo quedaban las vestiduras rasgadas.

Allí, erguido y con una sonrisa siniestra, un humanoide gris con largos y puntiagudos dientes le sonreía. El hombre, monstruo, lo que fuese, era alto, casi igual que él, tenía huesos salidos en la mayoría de sus partes, luciendo como una especie de armadura punzante por donde le miraran. Eso no le asustaba, sabía lo que tenía y con ello sabía que eso no le haría daño. O así fue hasta que vio el conocido verde emanar de cada hueso, de cada puntiaguda arma del cuerpo del alien.

Ese verde que no representaba más que problemas para él, kryptonita.

- ¿Te gustaba lo que veías? – se mofó en una voz gruesa y cansada.

- Quién eres y qué quieres en la tierra.

- Debo admitir que me costó identificar los rasgos de ese pequeño humano, pero dime, ¿sabías que tiene un pijama en honor a ti?

S de Stiles.Where stories live. Discover now