¡Faltaba poco para el cumpleaños de Rosangela! Tan poco tiempo, y tu no lograbas encontrar el regalo que le habías comprado a tu alegre amiga de cabellos oscuros.
El departamento era un total desastre, algunos cojines, muebles y pequeñas cajas donde estaban algunos de tus aretes, collares o anillos estaban esparcidos por el suelo.
Minnie no desaprovechó la situación e inmediatamente comenzó a jugar con los cojines, mordiéndolos y arañándolos como de si pequeñas presas se tratase; realmente no le importaba en lo absoluto que su madre estaba poniendo de cabeza todo el departamento.
Corrías de un lado a otro por todo tu departamento, bajo la atenta y divertida mirada de Connor, quien estaba recostado en el sofá.
No recordabas donde habías dejado el regalo para tu amiga la azabache, jurabas que al llegar a casa el día anterior lo habías dejado en la sala, pero por alguna inexplicable razón no estaba ahí.
No había ningún rastro de aquella caja negra de terciopelo, la cual protegía el hermoso collar de plata con dije de luna que tanto te habías demorado en escoger; nop, no, nopi.
Comenzabas a creer que el departamento había un fantasma moviendo cosas con el único propósito de joderte la existencia.
- Se que aquí penan, Connor. - lo apuntaste con el dedo índice, el solo río y negó con la cabeza.
Tal vez deberías dejar de ver todas esas extrañas películas de terror por las noches.
- Eso explicaría por que las cosas cambian de lugar siempre. Malditos llorones cubiertos con sabanas de abuela, han escondido el regalo que compre para Rosangela. - dejaste caer tu cuerpo sobre el sofá donde Connor estaba echado, logrando hacer que se tensara durante unos segundos.
Con cuidado envolvió tu delgada anatomía con sus brazos, escondiste tu rostro en su pecho mientras encadenabas su cintura con tus brazos; era una posición bastante cómoda.
Con mucho cuidado, el comenzó a acariciar tu cabeza mientras tu solo aspiraba el perfume de su ropa.
- Los fantasmas no existen, Tn. - habló calmado, siguió dando caricias en tu cabeza, le respondiste con un sonido nasal, negando lo que había dicho.
- Eso no es cierto, claro que existen, sino ¿Cómo explicas que las cosas cambien de lugar siempre? - levantaste la cabeza y apoyaste tu mentón en su pecho.
- A veces podemos mover las cosas sin darnos cuenta, y dejarlas en lugares distintos. - acuno tu rostro con sus manos, acarició tus pómulos con sus pulgares - Es un error humano bastante común. - explicó mientras tu formabas un puchero con tus labios.
- Entonces jamás voy a encontrar el regalo de Rosangela, sabes que siempre olvido todo. - dejaste caer nuevamente tu rostro sobre su pecho, desanimada.
- Estoy seguro de que lo harás, yo te ayudaré a buscarlo, cariño. - habló con voz aterciopelada.
Rápidamente volviste a levantar el rostro, asustando un poco al pobre androide de ojos marrones.
- ¿Enserio? - esbozaste una sonrisa que el no tardo en corresponder.
- Si, ahora vamos, ponte de pie. - beso tu frente, asentiste con frenesí mientras te alejabas de él para que pudiese ponerse de pie.
Ambos comenzaron a buscar por todas las habitaciones del departamento; encontraron alguna que otra cosa que creyeron haber perdido, como el gran libro de tapa azul lleno de poemas que te había regalado tu madre al cumplir quince años.
Lo tomaste entre tus manos y acariciaste la tapa del viejo libro, lo abriste y al ver las hojas de un color amarillento, una pequeña sonrisa cruzó por tu rostro; recordaste la vez que junto a Connor y Hank fueron a aquel edificio descuidado por que un vecino escucho ruidos y vio a alguien con un led escondido por una gorra.
ESTÁS LEYENDO
✰ ᴡɪᴛʜ ʏᴏᴜ ◖ ᴄᴏɴɴᴏʀ×ʀᴇᴀᴅᴇʀ
FanfictionLa revolución de Markus libero a los androides, pero al parecer aquello no ha librado a los androides de los maltratos y prejuicios de los humanos, por tanto los crímenes de odio hacía la comunidad androide se han vuelto "el pan de cada día" el la p...