Capítulo 14: La rebelión (parte IV)

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A los pocos minutos, las órdenes de la comandante empezaron a replicarse por cada uno de los capitanes. De pronto, el campo armónico donde estaban descansando, se había convertido en un lugar lleno de gritos y preocupación.
Fhender intentaba mantener la calma; pero si su plan antes era arriesgado ahora, con la luz ya saliente del día, lo era aún más. No sabían con exactitud hacía cuanto la carta había caído en manos enemigas; y la incertidumbre le comía la cabeza.
Se oían los pasos de un lado a otro, y el ruido de las cortezas siendo despegadas de los árboles, hacía recordar al joven su caída. Pero lejos de causarle gracia, ahora imploraba que su idea funcione.
No tuvo tiempo para hablar demasiado con sus compañeros, ya que Aneg le había pedido que la siguiera, para dar las órdenes desde la costa. Además, Bori, Germanus y Oriana junto a siete soldados más, habían elegido voluntariamente la tarea de cruzar el puente junto a los gapers. Fhender también hubiese preferido acompañarlos, pero la negativa de estos y de la comandante lo hicieron dar marcha atrás. Por lo que tuvo que conformarse con darles un fuerte abrazo y desear encontrarse del otro lado.
Lo ancho del puente hacía que en filas de tres gapers pudiesen avanzar, y el plan era que al escuchar la explosión las monturas avancen a toda velocidad junto a los voluntarios que estarían ubicados en las últimas filas, intentando no ser vistos por los guardias.

Habiendo pasado ya un tiempo desde que los gapers habían partido, Aneg se acercó a la orilla donde se encontraba el joven a informarle que las canastas explosivas ya estaban preparadas.
Fhender se encontraba de frente de la represa, ahora de día poder ver perfectamente sus detalles y su falta de mantenimiento. El muro tenía grietas por todos lados, producto de soportar la misma agua y su fuerza. Algunas grietas eran profundas, aunque ninguna de estas servía para filtrar siquiera un poco de agua al otro lado. Desde donde estaba podía ver el puente y las dos torres; pero no creía que ellos pudiesen verlos. Las copas de los árboles hacían bien su trabajo.

—Fhender —decía la comandante obligándolo a voltear—. Por mis estimaciones, los gapers y voluntarios ya deben estar en sus lugares. Pudimos hacer quince canastas explosivas y conseguimos cerca de cincuenta cortezas —el joven las miró, estaban apiladas a un costado, si bien el grosor era del que había pensado, el largo no llegaba a ser de un metro. Aun así, creyó que podía funcionar.
De los preparativos, su mirada pasó hacia atrás de Aneg. Allí pudo ver y sentir la responsabilidad que había asumido. Hombres y mujeres mirándolo, esperando a que diera el primer paso para tirarse de cabeza; no importaba si estaban o no de acuerdo, lo harían igual. Esas miradas, le dieron tanto vértigo que decidió fijar sus ojos en la comandante y responderle.

—Entonces está todo listo —al terminar la frase, y ver las señas que la comandante comenzaba a hacer, su corazón se aceleró tan fuerte que apenas podía escuchar. Pero antes de dejar que su miedo lo controle, hizo lo que había descubierto como mejor cura a su inseguridad. Accionar.

Baklo y algunos otros soldados comenzaron a dejar con sumo cuidado las canastas llenas de Yh'sa sobre el agua. Solo depositaron diez, atendiendo a las órdenes del joven.

—Guardaremos las otras cinco por si el grosor de la represa se nos resiste —de mala gana Baklo asentía.

Estando las diez canastas sobre el agua y los Vahianer agrupados de a cinco, no había más tiempo que perder. Tres soldados se acercaron con sus grandes arcos hasta donde estaba el joven, y se posicionaron a su izquierda. Serían quienes disparasen a las canastas para hacerlas explotar. A la derecha de Fhender se encontraba Aneg junto con otras cinco personas quienes alcanzarían las cortezas a los grupos.
Dando una repasada más intentando sentir que todo estaba en orden, el joven dio sus últimas palabras.

—Será explosivo. Tenemos que actuar rápido —suspirando—. Debemos aprovechar el impulso del agua o tendremos que nadar.

—Al llegar al otro lado —continuaba Aneg—. Sin importar lo que pase, correremos hacía el oeste en busca de nuestros furiosos gapers —la voz de la comandante transmitía una confianza y seguridad que le resultaba envidiable al joven—. Luego nos perderemos en el maldito Bosque de Rus y que les den las pelotas para atacarnos —se oyeron algunos alaridos y deseos de gloria.
La mirada cómplice de la comandante hacia el joven, le dio la indicación de que ya era el momento. Por lo que este se acercó a las canastas, cerró sus ojos y extendió lentamente su brazo. Nunca había utilizado sus poderes enfrente a tantas personas, y pese a que se encontraba nervioso, las canastas sin volcarse ni perderse, llegaron a su destino. Lo había calculado bien, estaban cerca de una gran grieta y por suerte el viento era casi inexistente ese día.

Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Where stories live. Discover now