Capítulo 17 (parte XI)

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Fhender se encontraba esquivando todo tipo de elementos, que su enemigo, hacía ir hacia él. Había intentado acercarse unas cuantas veces, o incluso atacarlo de lejos; pero todos sus intentos de ataque, terminaban reducidos al polvo y con él revolcándose en el suelo.
Los constantes ataques del rey, junto con la poca visión y el estar encerrado, girando sin parar; creaban una atmosfera desfavorable para el joven, en la que se subsumía a las reglas que Taniel imponía. Sin tiempo para pensar y sin el poder para frenarlo, el rey lo tenía justo donde lo quería. Cerrando sus puños, y apuntando hacia Fhender, gigantes manos de tierra fueron en su búsqueda. Al estrellarse contra el suelo, se deshacían y creaban nuevas.
Esquivando, corriendo de un lado a otro, perdió su báculo; y en su intento por recuperarlo, no alcanzó a prevenirse de un puño que buscaba aplastarlo. Instintivamente su cuerpo reaccionó flexionando sus rodillas y llevando ambos brazos hacia arriba. Ahora un campo de fuerza, creado por el joven aguantaba un peso indescriptible por el mismo. Su agitación era severa y el cansancio le nublaba la cabeza.

—Perdiste la guerra —decía disfrutando ver sufrir al joven—. Y perderás la vida también —mantenía su mano izquierda tensada, ya que esta era la encargada de quebrar la resistencia de Fhender—. Tengo cosas que hacer —burlándose—. Esto se acabó.

Luego de esas palabras, Taniel elevó su brazo derecho y acompañado de un terrorífico grito despidió un rayo.
Los ojos del joven casi podían sentir las chispas, cuando de su cuerpo brotó una fuerza que hasta aquel momento no creía tener. Juntando toda su fuerza y teniendo fe en que ese no podía ser el final, logró desviar, aquello que sostenía sobre su cabeza, hacia adelante y saltó a su izquierda. El rayo impactó inmediatamente con aquel puño de tierra y la explosión generó una inmensa nube de polvo, que flotaba haciendo toser al joven.
Taniel no revelaba ninguna expresión en su rostro, aunque internamente se encontraba sorprendido de lo que sus ojos le habían mostrado.
Fhender estiraba su brazo hasta alcanzar su báculo, y apoyándose sobre este, se ponía de pie.

—Eso estuvo bien —decía arrogante el rey—. Tu mamá estaría orgullosa.

«¿Mi mamá?» pensaba el joven mientras veía como Taniel se deleitaba con su cara de desentendimiento.

—Si no estuviese muerta claro... —continuó.

—No voy a permitir que juegues conmigo —hablaba mientras se recomponía—. Me engañaste hace ya mucho tiempo; no voy a volver a caer.

—Como prefieras —sonriendo malévolamente. Luego, guardando su sonrisa y llevando su cuerpo hacia adelante, volvía a arremeter con otro rayo.

El rey sabía que Fhender estaba agotado, y creía que ese podía llegar a ser el golpe decisivo. Pero el joven todavía no estaba dispuesto a darse por vencido.
La mirada de Taniel, perseguía aquel rayo, anhelando el momento del impacto, que para su asombro, nunca llegó. Sin entender muy bien lo que había sucedido, quedó dubitativo, mirando como su relámpago atravesaba las paredes de tierra. Aun con el cuerpo inclinado, y subsumido en su falta de certeza, vislumbró un águila acercarse por su izquierda. Permaneció algún tiempo más inspeccionando dicho animal, sin poder creer lo que sus ojos le estaban mostrando. Como si sus emociones estuviesen bloqueando su cuerpo y su mente, no sintió el paso del tiempo, así como tampoco fue capaz de reaccionar.
Encontrándose lo suficientemente cerca, el águila desapareció, dando lugar a Fhender quien girando en el aire, arremetía con su báculo en la cara del rey. El tremendo golpe, hizo que Taniel se estampara de espaldas con los límites de su propio campo. Observando atónito al joven, y notando que había perdido la corona con aquel ataque, dijo:

—¿Cómo hiciste eso? —sin importarle mostrar su sorpresa—. Rigal no pudo haberte enseñado... —tiñendo su tono de cólera.

—Claro que no fue Rigal... —respondía con cierta tristeza.

—¿Entonces quién? —preguntaba agitado.

En ese momento, segundos antes de que el joven volviese a abrir la boca para responder, sus ojos fueron atraídos por la cúspide del semicírculo de tierra que los rodeaba. Llevó sus manos a la altura de su pecho, como si intensase cubrirse, ya que creía que se trataba de una trampa del rey. Pero la contradicción lo inundó al ver, que la base de una catapulta tomaba por sorpresa a Taniel, desparramándolo algunos metros y cubriéndolo por completo.
Aun sin saber que había ocurrido, el joven comenzó a notar que el campo en el que estaban envueltos, desaparecía y la tierra que sobre la que estaba de pie, dejaba de girar. Cubrió instintivamente sus ojos, al presentarse de golpe el sol y lo primero que vislumbró, fue a un sujeto acercarse. Sus oídos, que antes estaban inmersos dentro de una correntada constante, ahora le permitían escuchar el grito de unas cuantas personas; así como también, sus agitados pasos, que al parecer, no se encontraban demasiado lejos de él.
Sintiendo que tenía al sujeto al lado suyo, frotó sus ojos y dirigió su atención a este. No tardó en distinguir que se trataba de Rus, quien luego de una cálida sonrisa, expresaba su aprecio dándole un apretón en su hombro.

—Fhender ¿Estás bien? —preguntaba, mientras controlaba con sus manos, la comezón que le generaba la ropa de cuero que llevaba puesta.

—Rus... viniste —decía sorprendido, mientras llevaba su mirada a las miles de personas, que se encontraban corriendo hacia el campo de batalla—. ¿Quiénes son?

—Digamos que fui a lo que llaman el "nuevo Tuk'Hum" y les propuse terminar con esta mierda —hacia una pausa para ponerse serio y conseguir la total atención del joven—. Fhender, tenés que ir con ellos ahora. Guialos, ganen la guerra.

—¿Pero Taniel...?

—No estás preparado —interrumpiéndolo—. Yo me encargaré —viendo que el joven se negaba, insistía—. ¿Te acordás cuando te dije que le gane el enfrentamiento, pero que perdí la guerra?

—No voy a dejarte solo, viniste a salvarme...

—Tenés que hacerme caso —volviendo a interrumpirlo—. Ganá la guerra —señalando el campo de batalla—. Y no importará el resultado de este enfrentamiento —poniendo sus manos en los hombros del joven—. Fhender, demostrales a los Vahianer que no sos un Mythier al que le deben tener miedo. Corré, combatí codo a codo con ellos, y lo que logres, será la mayor derrota que Taniel haya conocido.

El joven observó que las maderas que aplastaban al rey, comenzaban a moverse, y aunque no estaba conforme, tomó su decisión.

—Volveré Rus, te lo prometo —mirándolo una última vez a los ojos, se echó a correr.


NicoAGarcía

NicoAGarcía

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Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Where stories live. Discover now