13.- BIS ABUELA.

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POV VINCENT:

Estuvimos la mayor parte del vuelo conversando. Mayte es increíble. Es como una niña chiquita cuando quiere. Su ceño fruncido es muy adorable. Montse es más ruda y más alocada. May es más centrada. Se nota, son muy parecidas pero tienen grandes diferencias. Hablamos entre los tres luego que Montse despertó y comenzó a preguntarme por Jack, bastardo con suerte.

-¿Entonces Letizia no es tu novia? – la voz de Mayte suena cautelosa y yo solo sonrío ante su pregunta.

-Letizia es como mi hermana. Una vez intentamos tener algo cuando teníamos como 17, 18 años. Pero fue un fracaso. No nos acostamos, solo nos dimos unos besos. No es lo nuestro, no tenemos esa clase de química. Somos buenos amigos, nada más. – sonrío pensando en que conozco a Lety desde que somos bebés.

-¿Y no tienes una novia esperando en París? – susurra Mayte nerviosa y yo vuelvo a sonreír. Es linda.

-No, nada de nada. Estaba más concentrado en la compañía que en novias. No soy cínico, tuve varias mujeres en estos años, pero ninguna novia. – digo con tranquilidad mirándola los ojos. Su rostro refleja alivio. La quedo mirando para que me dé su respuesta.

-Yo tampoco he tenido mucho tiempo para novios. Este pequeñín me quita mucho de mi atención. Lo amo. Él es el único hombre en mi vida por el que dejo todo. Y es difícil encontrar algún hombre dispuesto a estar con una mujer con un hijo. Así que solo me divierto hasta que aparezca alguno que sí quiera un hijo. – su voz suena triste aunque intenta mostrar una sonrisa.

Logro ver lo injusto de la situación, ella debe velar por Eddie, mientras yo puedo salir y tirar con cualquiera, sin tener que decir que tengo un hijo...

Tengo un hijo, aún me causa impresión.

Ya vamos en el auto del señor Eric, me van a dejar en casa de mi abuela. Y Eddie se durmió otra vez, creo que se duerme cada vez que está en el auto, porque en el avión andaba corriendo por todos lados mientras Mayte solo le gritaba para que se quedara quieto. Es un travieso. Mi abuela dirá que yo era peor.

-¿Por aquí? - el señor Eric interrumpió mis pensamientos. Analizo el lugar y suspiro.

-Sí, la casa azul es mi casa. – me siento pobre mirando la casa, evidentemente somos de mundo muy diferentes, estoy llegando a casa en un Mercedes, mientras las paredes de mi casa están más que viejas y descascaradas.

-Listo, aquí estamos. – Eric suena muy alegre. Espero que no quiera bajarse a conocer a mi abuela, qué vergüenza. Esa casa no está a su altura.

-Muchas gracias por traerme. Lo agradezco mucho. – digo muy formal. Eric sonríe al bajarse y ayudarme a sacar mi maleta.

-¡Papi! – Eddie se despierta asustado y yo no supe de mí. Corro a tomarlo y dejo caer mi maleta al suelo.

-¿Qué pasó? – le pregunto asustado mirándolo por todos lados.

-No te vayas... - me suplica con sus ojitos tristes. Lo aprieto contra mi pecho y lo siento sollozar.

-¿Vincent? ¿Eres tú, tesoro? – mierda, mi abuela... Me doy vuelta con Eddie en brazos y le sonrío de lado.

-Hola, abue...

-¡Vincent! – mi abuela camina a pasos rápidos hasta mí y la dejo abrazarme aunque no suelto a Eddie. – Dios, mi niño... ¡No me dijiste que vendrías! ¿Qué haces aquí? No vienes mucho...

-Pues, quería presentarte a alguien. – mi voz suena más débil de lo que esperaba.

-¿Quiénes son estas personas, tesoro? ¿Este niño? – mi abuela me mira curiosa y confundida. Respiro profundo y miro los ojos de Eddie que sorbe por la nariz al limpiarse una lágrima.

-No hagas eso, cochino, no se sorbe así. – le reprocho con el ceño fruncido. Eddie suspira y asiente con la cabeza. Miro a mi abuela y sonrío de lado. – Abue, te presento a Edward. Eddie, ella es mi abuela, Gretell. Dile hola. Dale un beso.

-¿Edward? – mi abuela me mira impresionada y mira a mi pequeño que le da su mejor sonrisa.

-Hola abuelita Gretell. – Dios, amo a este niño. Mi abuela se pone pálida y ahora me asusto.

-¿Abue? No te desmayes. ¿Estás bien?

-¡Es igual a ti! ¿Qué edad tienes, tesorito? ¿4, 5? – mi abuela comienza a sonreír despacio. Eddie sonríe mostrándole sus pequeños dientes.

-Tengo 4 años y 7 meses. – le dice orgulloso. Mi abuela estira sus brazos.

-¿Me dejas cargarte?

-¡Sí! – Eddie se estira hasta ella y mi abuela lo estrecha entre sus brazos.

-¿Por qué no me dijiste antes? – pregunta mi abuela sonriendo pero ocultando su molestia. Yo solo suspiro.

-No lo sabía.

-Hola, soy Mayte Fisher. Soy la mamá de Eddie. Fui yo quien no le dijo nada antes. Le ruego que me perdone. Pero las cosas pasaron de forma poco convencional. – Mayte la mira preocupada. Mi abuela sonríe satisfecha.

-Gretell Wilcox. Es un gran muchachito. ¿Quieres comer galletas, Eddie? Las hice en la mañana. Son las favoritas de tu papá. – mi abuela estrecha la mano de Mayte y se dedica a detallar a mi hijo.

-¿Puedo, mami? – suplica mi cachorrito.

-Los abuelos nos esperan, mi amor. – dice Mayte preocupada. Ahí recuerdo que Eric y Mónica están en el auto.

-Cierto, los padres de Mayte me trajeron, abuela. Eric y Mónica Fisher. – doy un paso a un lado y mi abuela observa a las dos personas que se acercan rápidamente a saludarla.

-¿Fisher? ¿Cómo la empresa de alimentos? – mi abuela suena más incrédula que yo cuando supe de Eddie.

-Así mismo, señora Wilcox. Es la empresa de mi familia. – Eric le estira la mano y mi abuela se la estrecha aun con la boca abierta.

-Mi esposo trabajaba en su empresa. – dice mi abuela pensativa. Es cierto, mi abuelo trabajaba en Alimentos Fisher cuando murieron mis padres... Trabajó ahí toda su vida hasta que falleció de un infarto, se nos fue en el sueño.

-¿Y cuál era su nombre? Seguro lo conocemos. – dice Mónica sonriendo, es tan sonriente como Montse.

-¿No saben? – dice mi abuela sorprendida al mirar a mi hijo.

-No, nunca les dije. Mayte eligió su nombre y yo tampoco había comentado nada. – le aclaro rápidamente.

-Mi esposo se llamaba Edward Wilcox.

-No tenía idea... - la sorpresa en todos es más que evidente y Eddie sonríe y besa la mejilla de mi abuela al verla triste.

-Edward... El señor que estaba a cargo de los empaquetados. Estuvimos en su funeral. La recuerdo. Pero fue mi suegro quien le dio el pésame. – Mónica sonríe al recordar y Eric asiente.

-Cierto. Lo recuerdo. Era un gran hombre, me enseñó muchas cosas. Siempre solía ir a la fábrica, cuando terminaba mi recorrido me sentaba a conversar con él.

-Así que usted era el señorito del que siempre hablaba. – Eric sonríe ante las palabras de mi abuela.

-Exactamente, así me decía. Señorito Fisher. Nunca logré que me dijera solo Eric.

-Era muy respetuoso. – dice mi abuela sonriendo. - ¿Les gustaría pasar y tomar un café? Realmente las galletas están frescas. Son mi especialidad. – Eric sonríe al mirar a su esposa.

-Nos encantaría. – dice Eric sonriendo. Mayte y yo cruzamos miradas y su sonrisa me hace olvidar que mi casa no está a su altura.

Noche de BaileWhere stories live. Discover now