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Los jovenes padres no podían sentirse más emocionados con la llegada de su primogénito, lágrimas se deslizaban lentamente por el rostro de la familia real y la emoción brotaba a flor de piel, denotándose en sus rostros pincelados como la suave porcelana.

Los ojitos del bebé se abrían lentamente, era suavecito, un pequeño osito con el rostro ameno y contagiante de felicidad y pureza. Sus manitas blancas como la nieve buscaron el seno de su madre y con sus belfos rojitos se enganchó, bebiendo lentamente la esencia que le propinaba el roce tenue del calor maternal.

Suspiraba lentamente, ante los ojos de sus padres era un cristal tan precioso y digno de admirar, muy bello, muy lindo, encantador.

Rápidamente corrió la noticia por todo el reino y el pueblo. El nacimiento del príncipe, el príncipe había nacido y los altavoces retumbaban en cada esquina de la ciudad. El palacio seleccionó a sus mejores soldados y les mandó cerrar las calles, era un día para festejar. Pegaron muchos volantes y alzaron una bandera color añil en señal de que se debería dar a cabo un gran recibimiento para el bebé real.

La reina Choi Hyun lastimosamente no podía salir de cama, había quedado delicada después de dar a luz, pero esto no le impedía ver con amor a su niño, a su cachorro que mantenía relajación en su carita al dormitar.

Con finos roces cepillaba en las hebras castañas del cabellito esponjoso de Jimin, explorando cada detallito, picando con su dedo índice en su nariz finita, le causó un estornudo y sus mejillas se tornaron rosaditas. Fue el estornudo más agradable que pudieron presenciar sus sentidos, estaba siendo bendecida, su bebé estaba entre sus brazos.

De pronto el rey Kyo Mun ingresó a la habitación con un collar y un cuarzo azul; distintivo regalo que obsequiaba en una piedra preciosa con un significado especial.

Era una costumbre imperdible que el rey ingresara tiempo después del nacimiento para colocarle el llamativo obsequio en el cuello de su hijo.

Jimin se quejó en sollozos, con delicadeza lo alzaron y enrollaron entre unas sábanas, era tan chiquito y frágil que temían fuera a romperse con el más mínimo descuido.

Lo bañaron, y cuando ya se encontraba limpio de todo su cuerpecito, una pendra suave lo recibió y luego otra en la parte baja, para finalizar le colocaron una coronita de oro puro entre sus mechones. Le echaron agua de rosas en el rostro, algunas cremitas, y lo peinaron, dejándole detallitos de flores alrededor.

Estaban más que listos.

El rey, el príncipe y la reina; que se encontraba debatiendo consigo misma por mantenerse estable. Era algo terca, puesto que era necesario su descanso o caso contrario ella empeoraría, pero sus inmensas ganas de presentar a su bello niño al pueblo eran más grandes y ganaban, poniéndola en peligro a pesar de que intentara permanecer de pie y con una sonrisa dibujada, fingiendo que no pasaba nada.

ㅡPuedes quedarte a descansar amor. Yo puedo hacerme cargo ㅡKyo Mun plantó un beso delicado sobre los labios de su esposa en un intento fallido de hacerla entrar en razón.

ㅡNo lo permitiré, no se vería bien que te presentes tú únicamente con nuestro hijo ㅡDetalló a través de la ventana y logró ver que los pobladores habían armado una mesa enorme, repleta de sus distintivos potajes ㅡEs hijo de los dos. Nuestro ¿Entiendes? Con esto me refiero a que ambos debemos dar la cara.

ㅡLo primordial es que cuides tu salud ㅡChoi Hyun tenía el semblante pálido, esto le preocupaba de sobremanera al rey alfa.

ㅡVamos, yo estoy bien. He dado a luz, por Dios Kyo Mun, no me moriré.

Kyo Mun no agregó nada, era inútil continuar con la conversación cuando su mujer estaba tan cegada en su razón.

La imperfección de amarte Where stories live. Discover now