Capítulo 3: El otro Hufflepuff

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Capítulo tres: El otro Hufflepuff

Remus ya está despierto pero no quiere abrir los ojos. No quiere mover ni un solo músculo y sabe que hasta pestañear puede ser doloroso. Quiere extender un brazo para alcanzar la jarra de agua y saciar la asfixiante sed que le hiere la garganta pero el descomunal esfuerzo es demasiado para intentarlo.

A esa hora duele todo. Cada hebra de cabello y cada hueso de su cuerpo. Su piel está caliente y en algunas partes específicas arde. La espalda, el lado izquierdo del cuello, el estómago, casi todo el brazo derecho y la mejilla del mismo lado están al fuego vivo y Remus sabe que la próxima vez que se mire al espejo encontrará nuevas cicatrices en esas zonas.

Poco a poco, uno que otro difuso recuerdo le asalta, como si lo estuviese imaginando o como si no le perteneciesen. Recuerda olores, sonidos y la frescura de la noche acariciando su cuerpo. La adrenalina y las ansias de correr todavía se alojan en su pecho pero ya no son atractivas e irresistibles, sólo están ahí, preparadas para entrar en reposo también.

Remus sabe que ya recuperó su forma humana, y que no está en la casa de los gritos ni merodeando por los terrenos de Hogwarts sino que está en la enfermería. No lo sabe solamente porque siente las sábanas suavemente contra su piel, sino por el tranquilizador silencio, el aroma de las hierbas medicinales, la calidez, la mano que le sostiene la suya y la voz familiar y ligeramente rasposa que le dice "Descansa, Lunático", con esa extraña ternura que a veces Sirius Black logra.

Su mano siempre está ahí en ese momento. Algún día le gustaría tener fuerzas suficientes para devolver el apretón o siquiera para abrir los ojos y observar la escena por unos segundos. Le gustaría poder levantar el otro brazo, y enredar los dedos en el cabello de Sirius y decirle que está bien, que no se preocupe porque ya está demasiado acostumbrado a esa situación, pero que aun así no le suelte, porque jamás se acostumbrará a sus manos entrelazadas, porque cada vez que lo hace Remus piensa que no se puede estar más enamorado. Claro, se equivoca porque la siguiente vez que siente sus dedos contra los de él, joder. Sí-se-puede-estar-más-enamorado.

Lo último que siente antes de caer dormido de nuevo son unos labios suaves y tibios en el dorso de la mano. Y, un par de horas después, cuando abre los ojos, cuando ya ha recuperado la fuerza suficiente para devolver un apretón, ya nadie le sostiene.

***

Al primero que ve es a Sirius Black. Junto a él, como siempre, están James y Peter. Y eso le basta a Remus para que el dolor sea demasiado irrelevante esa mañana.

—Miren quien se dignó a despertar –exclama Sirius nada más le ve pestañear —Joder, Lunático, ni que fuese domingo.

—Vamos, Remus. Di la verdad –salta James —Te has saltado la clase de pociones a propósito ¿no?

—Me has pillado, James –responde él, intentando incorporarse. Sirius, como si leyese su mente, agita la varita y en medio segundo hay un vaso de agua flotando justo frente a él.

—Hoy al desayuno, Remus, hubo tarta de frambuesa –comenta Peter, abriendo su mochila y rebuscando algo en ella —Te he guardado un trozo por si te da hambre luego.

Peter deja sobre su mesita auxiliar un trozo de tarta envuelto torpemente con servilletas que no impiden que la salsa de frambuesa se escurra por los lados.

—Gracias, Peter –le sonríe Remus —La comeré en cuanto me de hambre.

—Peter lo hizo de nuevo en el desayuno –cuenta Sirius, mirando al aludido con sorna.

James, entre carcajadas, agrega.

—Si, Remus. Creo que es la vez que ha hecho más gracia.

El licántropo mira hacia Peter.

Be my date | WolfstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora