Capítulo 5: Los últimos días en Hogwarts ameritan confesiones

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Capítulo cinco: Los últimos días en Hogwarts ameritan confesiones.

La ronda de exámenes había concluido al fin y los alumnos de Hogwarts tenían toda una semana libre antes de que estuviesen listos los resultados y pudiesen saber sus calificaciones.

Esa alegría y libertad era palpable en el ambiente. Y es que no había estudiantes repasando los apuntes por los pasillos ni practicando conjuros de transformaciones ni de encantamientos. La biblioteca estaba vacía y en la enfermería ya no había nadie pidiendo alguna poción para los nervios o el insomnio. La mayoría de los chicos y chicas del colegio se encontraba en los jardines tomando el sol mientras conversaban con sus amigos, y los más pequeños jugaban y corrían persiguiéndose entre sí.

Sirius, James, Remus y Peter se habían hecho de un lugar cerca del lago bajo la sombra de un frondoso árbol. Era Remus quien apoyaba la espalda en el tronco y le alcanzaba a Potter una de las cervezas de mantequilla que habían pedido a los elfos en la cocina. El pelinegro llevaba el cabello más desordenado que nunca y la corbata de Gryffindor caía por su espalda. Peter, recostado con el estómago contra el césped, tenía entre sus manos un sándwich al que le daba pequeñas mascadas como un diminuto ratoncito. Y entre James y Remus estaba Sirius quien, incapaz de mantenerse quieto por demasiado tiempo, ya había estado en todas las posiciones posibles y en ese minuto tenía una de sus piernas estiradas y movía el pie al ritmo de una canción que había estado tarareando todo el día.

Los cuatro hablaban de lo que pretendían hacer para sus vacaciones y rememoraban los mejores momentos de ese año.

—Como cuando Peter creyó que era cierto lo de ir a clases en pijama –salta Sirius con una de sus estruendosas risotadas que la mayoría de las veces resultaba contagiosa.

—Podrían haberme dicho que era mentira –se queja el rubio, dolido ante el recuerdo.

—Lo siento, Peter, yo ya no estaba en la habitación para advertirte –se disculpa Remus, alejando un poco su cerveza para que Sirius, quien se acababa de recostar en sus piernas, no la derramara.

—Nosotros fuimos con pijama al día siguiente, Pete, a modo de disculpa. –le recuerda James, pero Peter suspira quejumbroso.

—Yo hice el ridículo, a ustedes les aplaudieron. Todos lo encontraron gracioso.

—Ya olvídalo, Peter. –le dice Sirius. —Joder, Lupin, que poca carne tienes. Siento solo huesos en mi cabeza.

—Que desconsiderado de mí parte no estar en forma para cuando me quieras usar de almohada. –responde Remus. Sirius rueda los ojos divertidos.

—Que pese en tu consciencia, Lunático.

—Yo no tendría a Sirius tan cerca, Remus. Te dejará lleno de pulgas – aconseja James.

—Es cierto, me las pegó un ciervo miope y torpe –se burla Sirius, lanzándole a James un envoltorio de golosinas. James le lanza uno de vuelta y recibe casi de inmediato otro en la frente. Peter le tiende el papel que envolvía su sándwich pero el moreno solo alcanza a hacerlo bolita en sus manos porque algo tras el licántropo le distrae.

—Mira quien viene, Remus –avisa, moviendo la cabeza en dirección al castillo. El aludido mira por sobre su hombro y Sirius se incorpora de golpe porque no soporta quedarse con dudas.

A pocos metros un estudiante de Ravenclaw –menudo, sonriente y nervioso- caminaba hacia ellos. Adley era uno de los pocos estudiantes en el castillo que con ese calor y sin profesores a la vista, no se soltaba el nudo de la corbata. Al contrario, la llevaba perfectamente atada y la camisa dentro del pantalón.

Sirius suelta un bufido volviendo a recostarse sobre las piernas de Remus.

—¿Ahora el niñato de tu novio nos va a seguir a todas partes?

Be my date | WolfstarWhere stories live. Discover now