8

29 10 15
                                    

2016 – Edad de veintiséis años

La abuela de Austin era una señora encantadora y exasperante

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

La abuela de Austin era una señora encantadora y exasperante. Nunca antes había recibido tanto afecto como en su casa, y la verdad era que me conmocionaba bastante. Al comienzo, mi amigo no estaba de acuerdo con que ella me conociera; solía decir que no era bien visto que un adulto fuera amigo de alguien menor, pero eso me daba igual.

Un día aparecí muy preocupado en la puerta de su casa, porque el niño había faltado al colegio, tampoco hizo su aparición en el Central Park ―donde solíamos encontrarnos cuando yo no pasaba por él en el instituto―, y ni siquiera contestaba mis mensajes o llamados, así que omití sus reglas sobre eso de que nadie podía vernos juntos y fui hasta la casa en donde en múltiples ocasiones lo había acompañado.

Me sorprendí al enterarme que no vivía con sus padres, como solían hacerlo los niños de su edad, sino que vivía con una señora que decía ser su abuela, y que también pensaba que yo era un compañerito del gimnasio en donde practicaba kick boxing, cosa que no desmentí, a pesar de no tener idea de que Austin hacía ese tipo de actividades.

―¿Quieres algo de comer? ―cuestionó, ni bien puse mi culo en el sillón de la sala, pero me negué porque ni siquiera estábamos a horario de la cena; me quedé mirando en dirección a las escaleras, tratando de descubrir dónde podría estar mi amigo―. Austin está durmiendo, está bastante enfermo desde anoche...

Me sentí demasiado culpable por aquel dato, no por la aflicción en su tono; creí que podría tratarse de una gripe adquirida por quedarnos hasta tarde, sin resguardarnos del intenso frío de la noche. En ese momento lo único que quería hacer era volver el tiempo atrás, para que él no se sintiera mal y pudiéramos pasar tiempo juntos, como lo hacíamos siempre. Incluso tenía ganas de llorar pensando que, si no hubiese sido mi amigo, en ese momento estaría sano y en la escuela, como debería ser.

«Deben estar juntos en las buenas y en las malas, porque así son los amigos»

―¿Qué tiene? ―pregunté, angustiado y al borde del llanto―. Es por ir desabrigado todo el tiempo, ¿verdad?

―Oh, no cariño. No es eso ―aseguró la señora―. Aunque sí, es cierto que ese jovencito siempre anda sin abrigos, aunque se lo diga.

―¿Entonces qué tiene? ―cuestioné impaciente, yo solo quería ir corriendo y buscar su habitación, y lo habría hecho en otras circunstancias, pero sabía que Austin iba a estar muy enfadado conmigo, y no podía permitir que se alejara de mí.

―Lo que pasó es que anoche recibió una llamada de sus padres ―comentó la abuela, creando un aire de confidencialidad que estaba seguro que yo no merecía, pero me importaba―. No sé qué le dijeron, pero terminó muy nervioso y con vómitos, pude bajarle la fiebre, pero está muy agotado...

―Necesito verlo ―solté, mientras me levantaba y mandaba a la mierda la vocecita de Austin en mi interior diciéndome que la anciana no iba a permitir nuestra amistad.

La caja negraWhere stories live. Discover now