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2005 – Catorce años

MonsterWoods se había encargado de hacernos llegar la nueva dirección a su consultorio; al parecer estaba trabajando para un nuevo lugar: un enorme edificio de dos alas, uno especializado totalmente en el área de salud mental, y el otro ―la parte ...

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MonsterWoods se había encargado de hacernos llegar la nueva dirección a su consultorio; al parecer estaba trabajando para un nuevo lugar: un enorme edificio de dos alas, uno especializado totalmente en el área de salud mental, y el otro ―la parte central―, un PHP/IOP.

Nunca antes había sabido de este hospital llamado PrairieCare, y era porque según me dijo mamá, era nuevo. O por lo menos su ala psiquiátrica, que era en donde debíamos dirigirnos.

Ni bien ingresamos, lo primero que vi fue una especie de recepción, el centro estaba ocupado por un escritorio o mostrador de mármol con forma pentagonal en donde había dos personas a las que tuvimos que acercarnos para preguntar hacia dónde debíamos dirigirnos.

Cuando nos indicaron cuál era el recorrido que debíamos hacer, yo simplemente seguí las instrucciones, aunque en mi mente adormecida elaboraba mil y un maneras de escapar.

―Hola doctor, buenos días ―dijo mi madre, tras haber recibido el saludo detestable de MonsterWoods―. Es un bonito consultorio.

Eso era una mentira, no era más que una réplica casi exacta del anterior, salvo que esta habitación tenía una enorme ventana corrediza que daba la vista hacia la carretera junto con todo el exterior. Podía ver cada cierto tiempo cómo pasaba alguno que otro coche, y me parecía absurdo el hecho de que un hospital estuviera tan apartado de la civilización... ¿pero quién era yo para juzgar? No me quejaba, es más, el retrato que me regalaba aquella ventana sí me atraía. 

Y culpa de aquella visión del bonito cielo despejado y desesperante, me había pedido gran parte de la conversación que mantenían los dos adultos.

―Lo entiendo, pero recuerda que ya no está en ningún instituto educativo ―dijo el monstruo, en contestación a algo que dijo mi madre. Ella estaba con los nervios a flor de piel, y por más que intentara con todas mis fuerzas entenderla, no podía.

Me costaba mucho centrarme en las ideas, puesto que todavía era temprano y seguía atontado a causa de las pastillas para dormir que había ingerido por la noche, pero aun con la desventaja del sueño constante, sabía que algo andaba mal.

―Lo que no me cuadra es eso de tener que firmar un acuerdo confidencial ―rebatió, mientras le temblaba la barbilla, y sus ojos se le llenaban de lágrimas―. ¿Por qué tendría que guardar silencio con respecto a este tratamiento?

―¿Por qué te pones tan nerviosa? ―cuestionó, mientras con una sonrisa se acercaba a mi madre y acariciaba su temblorosa carita―. Es algo a favor de ustedes. Esto solamente es un acuerdo para que ambos estemos seguros de que yo no contaré nada sobre la salud mental de tu hijo, y tú no contarás nada sobre lo mismo...

Mis padres hacían lo posible por mantenerme en secreto, ya que las pocas veces que estuve en presencia pública en su grupo de amigos o compañeros de trabajo, me había comportado de una forma que dejaba mucho que desear. Y no por nada me llevaban a lugares tan apartados del Central Park. Siempre fui muy inteligente para comprender esas cosas.

―Estoy preocupada por todo esto ―dijo mi madre, terminando en un llanto desconsolado, y envuelta en un abrazo de MonsterWoods. Yo tan solo miraba la escena un poco cohibido, en realidad yo no tendría que haber estado ahí, pero mi madre había insistido en no dejarme solo ni un segundo―. Es mi pequeño... es angustiante tener que alejarlo de nosotros para que esté bien.

―No deberías preocuparte, sabes que aquí estará verdaderamente bien. Nosotros sabemos manejar este tipo de cosas... ―susurraba mientras abrazaba a mi madre. Solía tener esa clase de muestras de afectos siempre que mi padre no estaba presente, y aunque yo no tuviera fuerzas como para mostrar mi desagrado, eso me enfadaba mucho―. No digo que ustedes no sepan hacerlo, siendo sus padres saben lo que es mejor para el niño... pero nosotros somos profesionales.

»Además, no vamos a privarlos de verlo cuando ustedes quieran, siempre y cuando cumplan los requerimientos para las visitas y eso... tan solo tienen que firmar el papel, y todo estará bien.

―Tienes razón... ustedes estudiaron para estas cosas ―contestó mi madre, y era la típica frase que soltaba siempre; yo todavía no sabía que había que estudiar para ser un completo imbécil. Ella se apartó un poco del doctor y lo miró a los ojos, para luego volver a llorar―. Si tan solo hubiese sabido del daño que le estábamos haciendo...

―No te culpes, es normal que no lo hayas sabido. ―Yo sabía que sus manos eran frías, porque más de una vez me había tocado el rostro, apretando mis mejillas o simplemente estudiando mi cuerpo, y conocer ese toque gélido había hecho que mi cuerpo reaccionara con un escalofrío cuando lo vi secar las lágrimas de mi madre con esos dedos pálidos... fue eso, o por el terror―. Pero ahora que lo sabes, tienes la posibilidad de remediarlo. Sé que amas a tu hijo, y por eso también sé que vas a tomar la decisión correcta.

Mamá asintió, mientras yo trataba de mover un poco mi cabeza para alejar el sueño que trataba de invadir mi mente, tenía tantas ganas de superar el agotamiento, pero tan solo pensar en intentarlo, hacía que agotara las pocas fuerzas que tenía para mantenerme despierto.

Volví a despertarme sobresaltado cuando mi madre tomó mi rostro, y pude escuchar su voz distorsionada diciéndome que debíamos ir a casa.

Cuando me levanté del asiento en el que estaba recostado, pude ver a MonsterWoods sentado sobre el escritorio, con una sonrisa siniestra y mirándome sin reparos. En sus manos tenía el mismo papel del que había estado conversando con mi madre, guardándola en una carpeta con total satisfacción.

―No va a arrepentirse, este tratamiento será seguro y secreto. Nadie sabrá siquiera que hubo intervención médica en la salud de su hijo.

―Muchas gracias doctor ―contestó mi madre, mucho más tranquila que unos momentos atrás―. Entonces nos vemos el lunes...

―No se olviden que todo está cubierto; tan solo debe traer sus ropas ya que no creo que quiera usar el uniforme de los internos. Todo será revisado antes de entrar, así que no traten de ingresar nada más ―terminó diciendo, mirándome directamente a mí al decir lo último―. Será un placer cuidarte, Damon.

Y con esa amenaza rondando en mi mente, nos alejamos del hospital.

La caja negraWhere stories live. Discover now