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2016 – Edad de veintiséis años

―Tú no puedes pasar, cielo ―dijo Marga, deteniéndome con la mano cuando quise ingresar con ella en el consultorio médico―

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―Tú no puedes pasar, cielo ―dijo Marga, deteniéndome con la mano cuando quise ingresar con ella en el consultorio médico―. No creo que quieras ver a tu abuela desnuda.

―Me da igual ―respondí, tratando de entrar nuevamente, pero ella no me lo permitía. Yo solo quería asegurarme de que nadie la lastimara, o que no hicieran con ella ninguna clase de maldito experimento; pero tan solo bufé y me resigné. No podía desobedecer a la abuela―. Está bien, voy a estar por allí, trata de gritar fuerte si necesitas mi ayuda, porque hablas muy bajito.

―Ay, Sammy ―respondió ella, mirando hacia la doctora con una sonrisa, esta última nos miraba confundida, pero no decía nada―. Estaré bien, tú no te preocupes. Ve a pasear y a charlar con las enfermeras, a lo mejor conoces alguna compañía ideal...

Giré sobre mis talones tras el guiño de la abuela, dispuesto a charlar con cualquiera que encontrara en mi camino. La señora Marga debía seguir un control muy estricto referente a su salud. Después del pre-infarto, la había acompañado a las múltiples visitas médicas que debía hacer, pero esa era la primera vez que no me dejaba ingresar. Presencié su chequeo cardiológico, neurológico, oftalmológico, otorrino-noséqué-lógico, y el del traumatólogo. No entendía por qué no podía presenciar su chequeo con la médica ginecóloga, pero tampoco estaba mal esperar afuera.

Además, mis fantasmas parecían dormidos cuando estábamos ahí.

―Hola, ¿qué hay? ―le saludé a un hombre con uniforme blanco que estaba trapeando el suelo, haría lo que la abuela había sugerido: buscar una compañía ideal―. ¿Cómo te llamas?

―Buenos días ―dijo firmemente, para luego ponerse unos audífonos y trapear más rápido en dirección al siguiente corredor.

Seguí caminando por los pasillos de la planta inferior, cuando se me ocurrió la magnífica idea de visitar el ala psiquiátrica, pero antes de poder hacerlo, encontré a un muchacho con chaquetilla azul marino escondido tras una expendedora de refrescos, con su teléfono móvil.

Esa me pareció una buena ocasión para entablar una relación con alguien, así que me acerqué sigilosamente hasta su espalda, ya que se encontraba espiando hacia el corredor en donde pasaban un par de doctores, inhalé pausadamente hasta quedar muy cerca de su oído y: ―¡Buh!

El muchacho se sobresaltó, pero no giró. Lo oí tragar dificultosamente antes de comenzar a voltearse muy lentamente. Cuando logró enfocarme, su cara de terror cambió a una de asombro que no tardó en pasar a furia.

―¡Maldita sea! ―chilló, y tuve que apartarme cuando pensé que iba a golpearme―. ¿Qué demonios estás haciendo aquí?

La pregunta me descolocó un poco, pero me convencí de que solamente quería ser amable conmigo para formar una amistad, algo así como el "¿qué estás haciendo, bombón?" que le escuché decir a la amiga de Austin cuando hablaban por audios de WhatsApp. Así que le mostré mis dientes en una sonrisa amigable, y me encogí de hombros antes de responder como lo hizo Austin:

―Estoy pensando en ti, ¿quieres que te lo muestre?

El muchacho me miró con desconcierto y bajó la mirada sobre mi cuerpo, para volver rápidamente a enfocarme a la cara.

―No entiendo qué estás haciendo aquí, cuando se enteren, no estarás tan feliz ―contestó luego de unos segundos en los que se quedó con la boca abierta, y después tomó mi brazo para empezar a arrastrarme consigo―. Vamos, camina.

Lo seguí sin más por los pasillos, mientras él miraba hacia todos los lados al andar.

―¿Cómo te llamas? ―pregunté, aunque en realidad no me interesaba.

―Soy Jason ―contestó, mientras volvía a mirar rápidamente su teléfono―. ¿Y tú?

―Sam.

Nos estábamos dirigiendo hacia el ala psiquiátrico por en medio del jardín cubierto que separaba el área de visitas de los internos, y que solo se podía ingresar siendo personal médico, pero yo no decía nada más.

Incluso me quedé en silencio cuando ingresamos al pasillo de consultorios y me hizo esperar en un rincón, como a un niño regañado, mientras él golpeaba la puerta de alguien.

―Amigo, se ha escapado uno ―dijo mi ideal compañía momentánea, Jason, cuando fue el doctorcito el que lo recibió del otro lado―. Te lo traje a ti, porque sé que tú no dirás que andaba deambulando por ahí...

―Gracias Jason ―agradeció, con una sonrisa que me pareció ridícula―. No te preocupes, vete a trabajar. Las radiografías no se harán solas.

Jason contestó con un gesto con su dedo mayor, y se dio vuelta para irse por donde habíamos llegado, dejándome allí.

―¡Nos vemos, bro! ¡Cuídate mucho!

Jason volteó para mirarme confundido y sonrió cuando le hice el mismo gesto que él había utilizado con su amigo, pero no me respondió.

―¿Y tú? ―preguntó el doctorcito, y su voz empezaba a fastidiarme―. ¿Quién es tu psiquiatra?

―¿Vamos a entrar? ―indagué, señalando su consultorio, pero mi cabeza estaba pensando en la abuela Marga―. No tengo todo el día.

―Está bien, adelante ―soltó, con su sonrisa, mientras se hacía a un lado para darme espacio. Adentro todo era como recordaba que era el consultorio de MonsterWoods, la misma ventana de cristal con la vista lejana hacia la carretera, delante estaba el escritorio, y el doctorcito no tenía el estante con libros, pero en cambio tenía múltiples gavetas, que parecían casilleros escolares―. Entonces, ¿quién dices que es tu psiquiatra?

―Yo no estoy internado ―comenté, sin voltear a verlo, pero supe que se había sentado. Yo mientras tanto, seguía inspeccionando todo.

―Entonces tienes una cita, ¿no?

―¿Me estás invitando a una? ―cuestioné, y cuando me giré para verlo, él estaba con la cara roja―. ¿Quieres ser mi médico psiquiatra acaso?

Él me miró por un largo rato, en los que yo me balanceaba con los pies desde mi lugar. Traté de no enfocarme en su cara, pero sus ojos azules eran cautivantes.

―Tú eres el muchacho de la otra noche ―afirmó, y yo me encogí de hombros―. ¿Qué estás haciendo aquí?

―Vine con la abuela Marga ―respondí, y rápidamente me la imaginé esperándome frente al auto―. Ya debería irme, nos vemos.

Me dirigí hacia la puerta, y estuve a punto de despedirme con el dedo, pero antes de poder hacerlo, me detuvo:

―¡Oye! ¿Cuál es tu nombre?

―Sam.

―¿Te parece si te agendo una cita para la semana que viene?  


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Para los que leyeron UPGP ¿Ya saben quién es el doctorcito? JE

Y para los que no leyeron UPGP, ¿quieren saber quién vrgs es el doctorcito? jeje

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La caja negraWhere stories live. Discover now