6: Queso

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Me quito los lentes en un solo tirón y pongo me mejor cara de indignación. Kian empuja mis pies fuera de la mesa, haciendo resonar la suela de mis zapatos por toda la sala.

—¿Disculpa? —pregunto en un hilo de voz.

—Sabes que tengo razón, Rosie.

—Decidan de una vez, amigotes... ¿Soy Lily, Rose, Rosie o Lily Rose?

—Arroz —tose Lyana.

—Ay, que chistosa —me burlo lanzándole una fritura.

—Tú y Valery parecen Cosa Uno y Cosa Dos con sus nombres —digo.

—¿Debía ser un chiste?

Le saco la lengua de forma infantil. Ella ríe.

—Volviendo al tema, niñas... —interviene Kian—. No creo que te den una habitación.

Hago expresión triste.

—Mantengo las esperanzas —digo con un puchero mientras meto mi mano en la bolsa de dulces de Kian.

—Compré esto para mí —se queja.

—Pues tengo hambre —digo—, y ya no tengo dinero.

—¿Cómo salió todo con Nic? —pregunta Valery atando su oscuro cabello en una coleta alta.

Nic.

Rayos, no había pensado en lo de ayer en un buen rato.

—No sé... Salió bien, creo.

—¿Crees...?

—Nos besamos, pero solo fue una vez —tapo mi rostro con mis manos—, les juro que no tengo ni idea de cómo demonios pasó... Estábamos paseando al perro, se encontró con unos amigos, fuimos a comer y luego al dejarme en casa... Quizá fue la costumbre.

—Es obvio que ambos extrañan lo que eran —Kian me rodea con su brazo, protector.

No estoy segura de extrañar lo que éramos. Amaba estar a su alrededor, contaba los minutos cada vez que nos alejábamos y tenía esa sensación de encogimiento cuando lo veía sonreír, era dulce retorcijón en mi vientre bajo. Nic era la viva imagen de mis primeros deseos. Sin embargo no me hallaba a mí misma deseando volver a estar con él.

Es confusamente doloroso porque no quiero verlo con nadie más. Pero en el fondo siento que es solo porque quiero sentir que jamás podrá superarme, no porque lo quiera para mí, solo quiero sentir que dejé mi marca en alguien.

—No, Kian... No de esa manera —murmuro.

Elevo el rostro y mi mirada choca con los rasgados ojos café de mi mejor amigo. Sonríe y hace una mueca graciosa.

—Date tiempo con eso... Conoce a alguien más, quizá eso ayude —dice Lyana.

—No, no quiero conocer a nadie —digo—. Tengo que luchar por la custodia de Dizzle.

Se ríen en mi cara, descarados.

—No sé porqué le pusieron ese nombre —Kian se limpia una lágrima de risa— ¡Es ridículo!

—¡Déjalo ser!

—No sé cuál de los dos está más enfermo —se ríe Valery.

—Debo luchar por mi hijo —digo convencida.

—Adopta a otro perro, Lily, hay cerca de dos millones de perros en las calles, solo escoge uno y ponle un nombre digno —dice Kian con simpleza.

Nos retorcemos en los sofás un rato más, viendo videos absurdos en Internet o simplemente haciéndonos reír uno al otro. Kian tiene su pierna sobre las mías y su cabeza en mi vientre.

HighWhere stories live. Discover now