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CAPÍTULO SIETE

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Se encontraba con la mirada centrada en los ejercicios de la primera página, mientras su labio inferior era sujetado entre sus dientes y una música sonaba de fondo. Sus pies se balanceaban de un lado a otro y su mano daba suaves golpeteos al lápiz contra el cristal de la mesa. No entendía.

Soltó un bufido, para luego escuchar a su madre conversar con su maestra desde la sala. Intentó ignorar la conversación e intentar acabar con últimos ejercicios que le quedaban (los peores), pero el sonido de unos pasos hizo que levantara la mirada hacia la puerta de la cocina. El chico de cabello negro le sonrió, para luego comenzar a avanzar y tomar asiento en la silla de al lado.

—Mamá dijo que podía ayudarte —dijo Calum, apoyando el mentón en su mano para luego acercársele. Dejó que el chico viera los problemas que le quedaban, creyendo que podría ayudar. Estaba desesperado, llevaba más de una hora acá y ya le dolía el trasero —. Ya, creo que sé la última. Solo déjame...

Calum tomó el lápiz de su mano, para luego comenzar a trazar unas cuantas líneas en la figura geométrica de su cuaderno. Intentó prestar atención a sus palabras, mientras veía como más números y letras eran escritas en la hoja, pero (como siempre) se perdió al final de ejercicio. Había veces que odiaba ser lento para captar las cosas.

Como era de esperarse el chico de catorce años notó la expresión confundida en su rostro, por lo que tuvo que borrar todo el problema para poder volver a explicárselo. Le gustaba eso de él. Calum sabía que hacer o decir sin que tuviera que decir algo para hacerlo sentir bien (o menos estúpido). Era esa clase de amigo que no necesitabas decirle que querías un abrazo porque él lo sabía con solo verte.

Luego de todos estos años su lazo de amistad se había fortalecido más. Puede que, Calum sea ruidoso, extrovertido y le gustara estar rodeado de personas, mientras que en su caso era todo lo contrario, pero ambos lograron encontrar un balance para que su amistad funcionara. Y, apreciaba demasiado tener a alguien más con quien contar cuando se sintiera mal.

—Creo que ya entendí —una sonrisa se posó en el rostro del moreno, para luego volver a poner el cuaderno en su delante.

—Me alegro. Creo que a este paso le robaré el trabajo a mi mamá —soltó una pequeña risa, con los ojos puestos en la hoja. Calum no dijo algo más por unos segundos para luego aclarar su garganta, haciendo que llevase la mirada hacia él —. Por cierto, en la escuela habrá esta semana de deportes y varios de nosotros jugaremos. Ya sabes, Ashton para el equipo de natación, Sara esta de "suplente" en este equipo de vóley, y yo estaré en el de fútbol.

—¿Luke estará? —una sonrisa se posó en el rostro de Calum, pero era esa clase sonrisa que le daba cada vez que mencionaba al rubio. Sintió sus mejillas calentarse para volver a mirar su cuaderno —. Yo-...

—Sí. Solo evité mencionarlo porque ya sabes... me odia —el pelinegro soltó un bufido. Hizo una mueca. Hasta ahora no podía creer que Luke siguiera con eso.

—No te odia, solo... Luke es... Luke —Calum blanqueó los ojos —. Además, no te odia, odia —los ojos oscuros del chico se posaron sobre los suyos, como diciendo "no me digas". Fue su turno de blanquear los ojos —. Bueno, puede que no le agrades mucho, pero aunque sea ya no frunce el ceño cuando te acercas a Ashton o Sara. O, es lo que me dijo ella.

—Como sea, me da igual —sabía que no era así, porque Calum no era de la clase de personas que soportaba no caerle bien a alguien, pero lo dejó pasar —. Es este viernes. ¿Vendrás?

Leave Your Mark With Every Bite ☆ mukeWhere stories live. Discover now