Capitulo Nueve

1K 134 56
                                    

La habitación vuelve a quedarse casi en oscuridad total salvo por la luz de la luna. Intento dormir algo sobre la cama, pero me duele todo el cuerpo y estoy ardiendo. Me he vuelto a quitar la ropa y me he recogido el pelo, pero la temperatura no consigue bajar.

Miro en dirección a la puerta hiperventilando, rezando por que Masky aparezca, pero desde que se fue, no ha vuelto a la habitación.

Mi vista se torna borrosa. Me doy la vuelta en la cama y vuelvo a expulsarlo todo en el interior del cubo de metal, que se llena de sangre otra vez.

Se me escapan unos sollozos. No puedo aguantar más, así que me levanto de la cama y me pongo la ropa como puedo. Voy tambaleándome hasta la puerta y giro el picaporte para abrirla.

No salgas de la habitación.

Atravieso el umbral de la puerta y recorro el pasillo lentamente, abrazándome a mí misma y haciendo diagonales con mis pasos. Mi brazo choca con la barandilla de las escaleras y las bajo aferrada a ella, con cuidado de no resbalar ni caerme. Llego al primer piso y me cuesta orientarme en la oscuridad. Pongo un brazo por delante con la palma extendida para orientarme hasta que tropiezo con un mueble duro y caigo sobre algo áspero y blando, que se vuelve duro de repente.

—Joder..., ¿qué coño pasa...?— gruñe alguien.

No reconozco esa voz. Es masculina, rasgada y grave. 

Lo que mis manos están tocando se mueve y algo frío me sostiene de las muñecas. Cuando quiero alejarme, esto me lo impide. En lugar de eso, me acerca más.

Suelto pequeños gruñidos hasta que una mano gélida me agarra de la mandíbula.

—¿Y esto qué es? ¿El nuevo juguetito de Slender?

Muevo la cabeza y el brazo para que me suelte. De un empujón, consigo librarme de él y salgo corriendo hasta chocarme con una pared. Me llevo la mano a la nariz y siento la sangre salir de esta junto a un tremendo dolor. Detrás de mí, escucho la risa del hombre que me ha atrapado antes y sus pasos moverse en la oscuridad.

—¿Adónde vas, pequeña?

El corazón me va a estallar dentro del pecho. Mi mano palmea la pared contra la que he chocado hasta que se aferra a un saliente de metal frío. Cuando intento levantarme, este suelta un chasquido cuando se dobla y algo se abre frente a mí. El exterior queda expuesto, los árboles del bosque y el cielo nocturno.

—¡Eh!

Los pasos se vuelven más acelerados, así que atravieso la puerta tan rápido como puedo y la cierro de un portazo. Siento un golpe seco contra la madera y me alejo de ella hasta que mis piernas pierden el equilibrio y acabo rodando por unas escaleras hasta que la hierba me acaricia las mejillas.

Siento el frío del exterior, pero mi interior está ardiendo tanto que he empezado a sudar. Me levanto tan rápido como puedo y le echo un rápido vistazo a mi alrededor.

Son más de mil hectáreas de bosque.

Dios... ¿qué estoy haciendo? Ha sido la peor decisión de todas salir de la cabaña con fiebre y sin fuerzas. Sin embargo, tengo un sentimiento de esperanza. Tal vez, si voy en un rumbo fijo acabe encontrando la salida y pueda salir del bosque.

Pero, ¿cuánto me llevaría eso?

Trago saliva y comienzo a cojear en dirección norte, abrazándome a mí misma y mirando en todas direcciones. Detrás de mí, la cabaña se esconde entre los árboles a medida que me voy alejando. Escucho el silbido del viento helado. Parece que estamos en otoño, a pesar de que estamos en mayo y yo estaba a punto de acabar el semestre.

Bajo la cabeza y siento mis piernas temblar. Estoy hipeeventilando y siento mi cuerpo tan exhausto como si acabara de terminar de correr una maratón.

Cierro los ojos unos segundos para llevarme la mano a la frente y escucho detrás de mí unos pasos acelerados. Me doy la vuelta rápidamente, pero no logro ver nada en plena noche.

Otra vez el sonido.

Vuelvo a girarme, sin ver nada.

Los pasos se empiezan a escuchar en todas las direcciones. No soy capaz de identificar de qué son o de dónde proceden. Entonces, advierto un par de círculos brillantes entre los árboles.

No son luces.

Retrocedo. El corazón se me acelera de golpe y se me revuelve el estómago cuando aquellos dos puntos blancos se acercan a mí.

Es un animal... no, no lo es. Es algo horrendo y con forma humana, aunque camina a cuatro paras y va desnudo, no tiene pelo, pero sí rasgos similares a los de un hombre. Sus ojos son redondos, grandes y blancos, su boca es grande y de dientes torcidos, sin labios y llena de saliva que le gotea. Sus brazos y piernas son delgados y largos. Se me hace un nudo en la garganta cuando me fijo en las uñas de sus dedos, largas y afiladas que se clavan en la tierra, ensangrentadas, y dibujan lineas.

Ahogo un grito cuando escucho que suelta una especie de gruñido.

Está hambriento y yo me he puesto en su camino. Yo soy la comida.

No, por favor.

Me doy la vuelta y salgo corriendo, procurando no tropezar con ninguna raíz que sobresaliese o alguna rama. No he dejado la cabaña muy atrás, seguro que logro alcanzarla antes de que esa cosa me atrape.

Pero es rápido, muy rápido. Escucho que cada vez se va acercando más a mí, y yo estoy corriendo poco a poco más lento, no tengo fuerzas para ir más deprisa.

Algo afilado corta la parte interna de mi muslo y caigo de bruces al suelo, gritando. Ruedo por el suelo y veo que esas uñas tan afiladas que había visto antes se clavan a centímetros de mi cara. Esa cosa está sobre mí. Su aliento huele a sangre, a cuerpo en estado de putrefacción, a muerte.

Tengo ganas de vomitar, pero se me cierra la garganta cuando sus garras se acercan y me rozan el puente de la nariz. Con solo eso, siento que me arde. Me ha cortado.

Se me escapa un sollozo y él se acerca más. Pero mis piernas reaccionan y lo alejan de mí golpeando su pecho con las suelas de mis zapatos. La adrenalina se dispara en mi cuero y me levanto, salgo corriendo y diviso la cabaña entre los árboles. No obstante, vuelvo a escuchar a ese ser correr detrás de mí. Sus garras chocan la una con la otra y provocan un sonido escalofriante.

Otro corte. Esta vez en mi espalda.

Suelto un chillido y caigo frente al porche de la cabaña. La madera se mancha con mi sangre y me apoyo con las manos para arrastrarme hacia la puerta.

—¡Masky! ¡Masky, por favor!— grito, rezando por que me oiga. Las lágrimas caen por mi rostro. Me duele el corte del muslo y el de la espalda, no puedo moverme y no quiero morir —¡Masky!

Un gruñido detrás de mí me hace callar.

Schizophrenic[Masky]© Book 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora