Capítulo Diecinueve

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El frío de la noche me obliga a recoger la chaqueta del suelo y volver a ponérmela. Masky y yo hemos permanecido unos minutos eternos en silencio después de que él dijera la última palabra. Seguimos sentados en la misma posición y dentro de mí está surgiendo una batalla entre mis sentimientos que me produce un malestar similar a la fiebre.

Sé que Masky está esperando a que yo diga algo porque se revuelve incómodo. Pero no sé cómo empezar.

Cojo aire y lo suelto lentamente para tranquilizarme, como si estuviera meditando para poner todas mis ideas en orden.

-Cuando yo era pequeña- musito, mientras muevo mis manos de forma nerviosa -mi padre no pasaba mucho tiempo en casa porque siempre se iba a beber con sus compañeros de trabajo. Mamá se quedaba cuidándome, pero ella también tenía que trabajar, así que se enfrentó a mi padre pidiéndole que pasara tiempo conmigo, que necesitaba estar con él...

La imagen de mi madre gritándole a mi padre me llega a la mente. Ambos discutiendo en el salón acaloradamente mientras yo intentaba hacer oídos sordos en la cocina, pretendiendo hacer los deberes del colegio sobre la mesa. A mis oídos llegó el sonido de la bofetada que mi padre le dio; la primera vez que le levantó la mano a mi madre.

-A partir de ese día, yo me iba a la cama más pronto de lo normal, pero no conseguía dormirme por los gritos de mis padres- me coloco un mechón de pelo detrás de la oreja -. Entonces empecé a ver moratones y marcas de golpes en el cuerpo de mi madre. Cuando yo le preguntaba, ella no me decía nada, simplemente aparentaba que todo estaba bien.

Me doy la vuelta para ver a Masky y me doy cuenta de que me está mirando en silencio a través de su máscara. Me está prestando atención.

Vuelvo a mirarme las manos y me muerdo el labio inferior.

-Una noche, mi madre me pidió que me escondiera en el armario de mi habitación y que no saliera por nada del mundo.

«Si por algún casual las cosas van mal, si me escuchas gritar, quiero que te escondas en el armario de tu habitación y que esperes a que la policía llegue. Bajo ninguna circunstancia se te ocurra bajar. Escóndete

-Volví a escuchar las voces y, de nuevo, los golpes. Pero esta vez fue diferente porque oí a mi madre soltar un grito desgarrador y un estruendo que me heló la sangre.

Tengo que parar un segundo. Contarlo me está resultando más difícil de lo que pensaba. Ni siquiera mi psicólogo estaba enterado de ello y Janice y Billy solo se habían enterado por terceros.

-Salí del armario y bajé las escaleras de casa...- murmuro -Mi madre... estaba tirada en el suelo... muerta.

La escena de mi madre muerta en el suelo y con una enorme herida en la sien que no dejaba de sangrar me produce una punzada de miedo y dolor directamente en el corazón. Me encojo en mi sitio y ahogo un gemido al recordar todo lo que sentí cuando lo vi.

-Mi padre intentó atraparme para matarme a mí también.

¡Gwendolyn! ¡Gwendolyn!

-Me escondí y llamé al número de emergencias pero él me encontró y estuvo a punto de hacerlo- digo, con un hilo de voz y sin parpadear -. Pero la policía llegó y lo detuvieron.

Trago saliva y cojo aire otra vez.

-Estuve mucho tiempo en un internado hasta que Janice y Billy me encontraron y me adoptaron. Mucho antes de eso yo ya había desarrollado mi esquizofrenia y mi terror nocturno...- finalizo. En cuanto vuelvo a parpadear, siento las lágrimas rodar por mis mejillas.

Me limpio las lágrimas con la manga de mi chaqueta con violencia, cansada de llorar. En ese momento, siento que me rompo en dos. Jamás había sido capaz de contárselo a nadie y, por primera vez, me he abierto a alguien que ni siquiera se considera humano.

Tiemblo con violencia, porque no quiero romperme delante de Maaky, pero soy incapaz de contenerme; apoyo la cara en el hombro de Masky y él se sobresalta ante mi repentino acercamiento. Tras unos segundos, atina a rodearme la espalda con un brazo y a acercarme un poco más a él.

-Tranquila- murmura, con cierto nerviosismo. Se nota que no sabe cómo reaccionar en este momento, así que solo deja que me desahogue hasta que me duele la garganta de tanto chillar y ya no me salen más lágrimas. Ahí, me separo de él y me vuelvo a secar las mejillas.

-Lo siento.

Lo miro y él alza su mano para terminar de secarme las lágrimas con su dedo pulgar, áspero y sin cuero. Sus manos están calientes y es agradable sentir su tacto.

Ya no estoy asustada.

Mi mano se estira hasta tocar el yeso de su máscara blanca. Mis dedos se aventuran hasta el borde y toco la goma que la mantiene fija a su rostro, un poco más arriba de las orejas. Rápidamente, me agarra la muñeca como un acto reflejo y la aleja de su rostro como si le hubiera hecho daño al tocarlo.

-Por favor- imploro.

-No- niega él, de forma rotunda y tajante -. Nadie puede ver nuestros rostros- sentencia.

Bajo la cabeza y cierro los ojos, decepcionada. No obstante, la vuelvo a alzar, comprendiendo su situación.

Su mano suelta la mía y yo vuelvo a posarla sobre el yeso de su máscara.

-Gwendolyn...- me intenta detener él. Pero yo no respondo. Hago un poco de fuerza para atraerlo hacia mí hasta que nuestras respiraciones chocan. La suya, que sale a través de dos pequeños orificios, es más pesada y acelerada que la mía. Parece estar más nervioso que yo.

Siento el calor en mis mejillas y en mis orejas. Acerco mi rostro a su máscara y beso los labios duros y fríos de color negro, que no se pueden mover. Masky permanece inmóvil, al igual que yo, por unos segundos, hasta que decido separarme de él, temblando y rezando por que no me tomase por una idiota.

-¿Por qué?- inquiere, con la voz un poco temblorosa. Le escucho tragar saliva.

-Simplemente quería agradecerte todo lo que has hecho por mí- respondo, desviando la mirada y fingiendo estar tranquila, aunque me es imposible porque me tiemblan las manos y estoy roja como un tomate. Tengo la necesidad de adoptar una posición fetal en la otra punta de la habitación, pero reúno toda mi fuerza de voluntad para permanecer en el sitio.

Schizophrenic[Masky]© Book 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora