Día 6

9.1K 934 132
                                    

- No puedes pasar todo el día sin hablarme – Insistía Jade – Sólo fue una pequeña broma –

No había preparado su desayuno y tampoco le había dirigido la palabra en todo el día. Estaba molesta por su horrible broma y eso era todo lo que me importaba.

- Bien... Entonces no tendrás mi cargador hoy –

- No me importa – Le respondí fuerte y claro.

Ella alzó los hombros y me dio la espalda. Sé que estaba de malas porque aún no había comido nada, pero intentaba demostrar que mi indiferencia no le importaba en absoluto.

Pasé el resto del día en el salón más apartado, hablando con mis amigos hasta que mi teléfono murió.

Probablemente ahí comenzó a importarme la condición de Jade.

- Debe haber un maldito cargador en algún sitio – Me dije a mí misma.

Busqué en los objetos perdidos, en los armarios de utilería e incluso en los del conserje, pero no encontré nada.

Sólo quedaba una opción; Tenía que robar el de Jade.

Probablemente era la idea más arriesgada de mi vida, pero era eso o pasar el resto de la cuarentena sin comunicación.

También podía volver, rogarle y humillarme tal como a ella le gustaba, pero tampoco estaba dispuesta a eso.

Cuando supuse que era una buena hora para que la hija del mal estuviera durmiendo, coloqué sobre mi cabeza un pasa montañas que combinaba perfecto con el conjunto negro que encontré en vestuario.

- Ahora o nunca – Asentí y en mi mente comenzó a sonar música épica de atraco mientras me escabuía hasta la ventana de su aula/habitación.

Todo marchaba bien, Jade tenía un sueño, aparentemente, muy parecido en peso a una roca.

Comencé a hurgar entre las cosas de su bolso ayudada de una pequeña lámpara que había encontrado por ahí.

Entre ellas había objetos que no entendí por qué alguien cargaría consigo. Comenzaba a perder la paciencia cuando por fin encontré mi objetivo.

Con cuidado dejé el bolso en su sitió y procedí a una retirada limpia, sin tomar en cuenta que en el escritorio sobre el cual me apoyaba para salir, había diversos objetos que cayeron al suelo mermando mi propósito.

En menos de lo que pude deletrear "Oh por dios, Jade despertó, estoy muerta" la chica había encendido la luz y tenía toda su pesada humanidad sobre mí, de nuevo.

- Genial... - Suspiré resignada. – ¿No hay otro método que no sea lanzarte sobre mí? -

- Sólo voy a decir... Que eres muy idiota –

- ¿Y esta vez por qué? –

- Usar un pasa montañas sabiendo que somos las únicas dos personas en este lugar... - Me lo quitó – Me impresionas -

- Iba con el atuendo –

- Creo que esto es mío – Me quitó de las manos la única fuente de energía con la que contaba mi celular muerto, y se levantó – Ahora, fuera de aquí –

- Por favor, Jade... - Junté mis manos con súplica en cuanto me puse de pie – Te perdonaré la horrible broma que me hiciste –

- Dios, gracias – Se llevó la mano al pecho con evidente sarcasmo - Estaba tan preocupada de que no lo hicieras que no podía ni dormir –

- Debe haber algo... Una cosa que no sea preparar el desayuno diario – Negocié – Piensa... Una sola –

Ella pareció considerarlo.

- Veamos... ¿Qué puede ser más satisfactorio que verte suplicando y negarme rotundamente? –

- Te canto una canción –

- Qué asco –

- ¡Un masaje! – Recordé de pronto.

- ¿Eh? – Se sorprendió - ¿Por qué dejaría que pongas tus huesudas manos sobre mí? –

- Porque sé mucho al respecto, Trina siempre me chantajea y ese es el precio que tengo que pagar, así que me he vuelto especialmente buena -

- Entonces prefieres darme un masaje cada vez que yo desee, en lugar de preparar el desayuno –

- ¿Cada vez que desees? – Pregunté sorprendida – No... Te ofrezco tres masajes a cambio de tu cargador por lo que queda de cuarentena –

Ella en respuesta rio como si hubiera contado un chiste cruel.

- No hay trato – Se cruzó de brazos cuando acabó de reír.

- Pruébalo antes de negarte – Imité su posición.

- ¿Qué? –

- Si, ahora mismo, siéntate y yo masajearé tu cuello – Puse una silla frente a mí.

- No creo que esta hora sea... -

- ¡QUE TE SIENTES! – Me cansé de sus reniegos y ella se sorprendió tanto que terminó haciendo lo que le ordenaba.

- De acuerdo... Creo que la que necesita un masaje es otra – Dijo en voz baja.

- ¡Muy bien! – Coloqué mis manos sobre sus hombros con fuerza, casi creo que provoqué que se encogiera ante mi energía – Ahora, quiero que te relajes – Comencé a hacer movimientos lentos –

- De acuerdo, pero cuidado con esas manitas curiosas – Advirtió.

Dejó de hablar en cuanto comencé a hacer mi trabajo.

Para cuando había terminado, la chica estaba a punto de caer dormida de la silla.

- ¿Por qué te detuviste? – Se quejó.

- ¿Entonces hay trato? – Me paré frente a ella con una gran sonrisa de esperanza.

Me miró derrotada y asintió.

- Que sean cuatro – Me detuvo por el brazo antes de tomar el cargador.

- Como quieras – Mi sonrisa no desapareció 

CUARENTENA - JORIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora