Capítulo 32: Veracidad

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- Buenas noches, don Armando, ¿sucede algo? – le sorprendía su presencia, más a aquellas horas. No le encontraba el sentido, y el gesto más serio de lo habitual que portaba no hacia si no aumentar su nerviosismo.

- No le voy a mentir, lo que vengo a contarle es de gran enjundia, y le interesa personalmente – quedó en silencio unos segundos antes de continuar - ¿No se hace una idea de la razón por la que quiero hablar con usted?

Camino no supo que contestar, su cabeza iba a mil revoluciones y su pulso se aceleraba por la tensión del momento. Tener frente a ella al tío de Maite le abrumaba, y fue en ese mismo instante cuando se dio cuenta de la razón.

- Maite... - susurró ahogadamente.

- Exacto, mi sobrina es la causa. Sé lo que ocurrió anoche – suspiró intensamente, en un intento por aliviar la tensión y dominar su rabia - ¿De verdad crees que Maite sería capaz de hacer lo que te dijo? ¿No te replanteaste en ningún momento que te estaba mintiendo? – sus palabras se clavaron como puñales en el pecho de Camino, que no pudo evitar dar un paso hacia atrás, por la conmoción que estaba sufriendo. "¿Maite mentía?" "¿Por qué?". Sacando el poco orgullo que le quedaba, replicó.

- ¿Cómo está usted tan seguro de ello? ¡Ella fue firme en sus palabras!, ¿por qué iba a mentirme sobre eso? Le confirmé que la amaba, quería saber la razón de su ausencia, de que dejara de mandarme correspondencia, y ella me dijo que conoció a otra... ¿Eso se le dice a tu supuesto amor después de casi tres años? – temblaba de la ira, el simple hecho de pensar que Maite estuvo con otra y no fuera capaz de decírselo la quemaba, mientras que ella se ahogaba en la pena de tenerla lejos. Aunque en el fondo de su ser, sabía que Maite era capaz de aquello para protegerla, por lo que los motivos para ello empezaron a preocuparla. Aunque quisiera negarlo, en su interior prefería tener una excusa para poder odiar a Maite, para poder alejarla de su vida y vivir su amor con Genoveva, sin sentirse desleal, o viceversa. La culpa empezó a corroerla al sentir que era terriblemente egoísta y cobarde por querer que su corazón divido pudiera decantarse por uno de sus dos amores por el error de una de éstas, cuando debía ser ella la que resolviera la situación.

- Maite quería protegerte, que fueras feliz, dadas las circunstancias en las que actualmente vives – la última palabra salió de sus labios con un ligero tinte de desprecio que provocó un desagradable escalofrío en Camino, que apoyó una de sus manos en el respaldo de una silla por temor a desmayarse en cualquier momento por la angustia de saber lo que se avecinaba.

- ¿Qué le ha sucedido?... ¿Durante este tiempo? - su voz era muy temblorosa, temía descubrir la verdad.

- Ha estado encerrada durante todo este tiempo – la miraba fijamente, con sus oscuros ojos fijos en los de ella, escrutándola.

- ¿Encerrada? ¿Cómo es posible? – cerró los ojos, esperando el golpe.

- Por tu marido, Ildefonso – Armando apretó los puños al pronunciar aquel nombre – Detuvieron a Maite cuando venía de camino a Madrid, en Aragón. Ildefonso tenía contactos allí, amistades no precisamente honorables, y le ayudaron a hacer el trabajo sucio. La metieron en un calabozo improvisado en la casa de uno de ellos, con la condición de una ingente suma de dinero que Ildefonso les proporcionaba por correspondencia. Fueron inteligentes y la obligaron a escribir cartas a todos sus contactos cercanos excepto a ti, diciendo que se marchaba a hacer las américas, cansada de la vida europea, en busca de nuevas experiencias.

- ¿No les extrañó aquello? – Camino rompió a llorar, sin poder creer lo que Armando le decía. "Maite secuestrada... Mi Maite encerrada contra su voluntad". Le ardía el pecho, el odio empezó a recorrerla y se veía dispuesta a hacer pagar a los responsables por ello, incluso a Ildefonso.

- Al principio un poco... Pero conociendo a Maite, y lo destrozada que estaba por tenerte lejos, no me pareció raro que quisiera intentar dejar atrás su anterior vida, viendo las trabas que tenía para poder vivir su amor contigo – ahora era tristeza lo que destilaban sus ojos. Se sentó en una de las sillas, con gesto abatido. Camino hizo lo propio, el temblor de las piernas le resultaba insoportable – Jamás me perdonare todo el tiempo en el que no me di cuenta de lo extraño de la situación – se pasó una mano por el rostro para intentar despejarse.

- ¿Cómo descubrió entonces la verdad?

- Uno de los hijos del secuestrador sintió compasión y la ayudó a marchar. Eran una familia muy humilde, Ildefonso se aprovechó de su situación. Les pagó realmente bien. El padre tenía maldad en su interior, la madre sólo miraba por el bienestar de los suyos y no le importaba arrebatar la vida de nadie... Los demás hijos callaban también... Pero el que liberó a Maite tenía buen corazón. Ojalá tenga buena suerte en la vida – miró hacia el techo, en una acción por mostrar su agradecimiento a aquel joven que, para Camino, era su héroe en esos instantes.

- Dios mío... - El llanto se acrecentó, trató de controlarse, pero era inevitable. La mezcla de sentimientos la asfixiaba. Rabia, dolor, impotencia, asco, odio a si misma, se daba cuenta de lo egocéntrica que había sido durante todo aquel tiempo, la noche anterior al creer a las primeras de cambio las palabras de su amada Maite. "¿Cómo iba a hacerte eso Maite? Soy yo la que lo ha destrozado todo..." – Soy un monstruo – pronunció con aflicción, soltando un pequeño grito de cólera.

- Relájese Camino – Armando se apenó por la reacción de la joven, que a pesar de que desde anoche prácticamente la odiaba, aquella liberación de sentimientos que transmitía le demostraba el inmenso amor que profesaba por su sobrina, y que como todo ser humano, cometía errores. Cogió una de sus manos que se encontraba sobre la mesa y la apretó, en señal de ánimo – No ha actuado bien, pero ahora puede arreglarlo si es que sigue amando a Maite.

- No creo que quiera verme, la he fallado... ¿Cómo voy a mirarla a los ojos? – su respiración era agitada, hipada por el fuerte lloro que la envolvía. Sus ojos estaban muy hinchados, y sus lágrimas descendían sobre sus mejillas como nunca.

- Claro que quiere. La sigue amando, Camino, eso no lo dude – sacó un pañuelo y se lo ofreció. Ella lo aceptó con cortesía e intentó secarse las lágrimas – Aunque debo advertirle que mañana tiene pensado marchar, pero no sé la hora, no ha querido decírmelo...

- ¡¿Mañana?! – gritó Camino con desesperación. El miedo se apoderó de ella. Recordó la última despedida, en el puente - ¡¿Dónde se hospeda?! – Se levantó rápidamente del asiento – Dígamelo por favor, necesito hablar con ella. No puedo permitirme volver a perderla.


Bueno... ¿Qué les ha parecido? Uffff... 

Ahora comienza el verdadero drama :3

Siempre tuya, CaminoWhere stories live. Discover now