Capítulo 40: Plan

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Mas calmada, habiendo pasado el resto de la noche entre los brazos de Genoveva, Camino al fin fue capaz de explicarle lo sucedido a su amante. Estaban tomando el desayuno, o intentándolo, porque no fue capaz de probar bocado de las deliciosas tostadas que le había preparado y las ojeras que rodeaban sus ojos oscuros eran muy visibles a pesar de la tenue luz del amanecer que se colaba por la ventana del salón, dándole una imagen de debilidad. Parecía que iba a desmayarse en cualquier momento, su palidez no auguraba lo contrario. El miedo estaba presente en cada facción de su rostro y sus manos tensas, sujetando el vaso de zumo, presagiaban que lo que iba a contarle aún le atormentaba.

- Intentó forzarme... - musitó con los ojos llorosos. Genoveva se tensó, mirándola con gesto comprensivo y abrazándola cariñosamente por los hombros – me resistí... y no recuerdo cómo acabe teniéndote a mi lado.

- ¿No recuerdas cómo quedaste inconsciente? – preguntó con preocupación. Pensaba en el simple hecho de Ildefonso exigiendo a Camino yacer con él y se le revolvían las tripas. Su odio hacia aquel hombre no hacía mas que aumentar, pero intentaba sosegarse para no preocupar a Camino en demasía.

- No – Camino tomó una pausa para respirar profundamente, recordaba como la miraba aquel ser, como la sujetó, como la manoseaba mientras ella intentaba desasirse. Rompió a llorar dudando de si aprovechó para algo mas cuando perdió la consciencia.

- Ya está, por favor, no te agobies, estás conmigo y todo irá bien a partir de ahora – Genoveva la apretó contra si y le besó con dulzura la frente – Sé lo que te preocupa y no, tranquila, ese animal no te hizo nada más, estabas completamente vestida, Camino. Si te hubiera hecho algo, estoy segura de que no te habría vuelto a vestir tan minuciosamente, de verdad, no te preocupes – apretó más el abrazo. Aunque confiaba en sus palabras, sabía que no estaba del todo segura del plan que llevaría a partir de ese momento con Camino en su casa.

Durante la noche, ella tampoco fue capaz de dormir. Ildefonso era peligroso, lo había confirmado aquella tarde y necesitaba alejar a Camino de él. Pero si desaparecían las dos del barrio... Era consciente de que él rápidamente ataría cabos. ¿Quién no le decía que en ese mismo instante estaba en dirección a su casa, consciente de la relación entre ella y su mujer?


Su mente iba a un ritmo frenético. El miedo le inundaba. La frustración y la rabia se mezclaban haciendo de él un cóctel brutalmente peligroso. "He matado a Camino, la he matado. ¿Qué va a ser de mí?". Estar con su abuelo no le había ayudado en lo mas mínimo, sólo para ganar un día para pensar que hacer. Sabía que el barrio y la propia Camino pensaban que volvería justo ese día a Acacias y no el anterior. Quiso sorprender a Camino y lo consiguió con creces. La odiaba por traicionarle de aquella forma. "Maldita invertida", se repetía una y otra vez. "Maldito de mí por ser un medio hombre, si no fuera así, me habría respetado desde la noche de bodas". Aquel pensamiento enfermizo le corroía por dentro. Se lamentaba de su falta de virilidad y hubiera preferido dominar a Camino de cualquier forma, por extraña que fuera. Se precipitó queriendo pasar un momento íntimo con ella, obligándola, pero eso le ayudaba a él a sentir la masculinidad que le faltaba. Sobreponerse a ella en fuerza, ver el miedo en sus ojos, le hacía disfrutar, le excitaba, aunque no pudiera desahogarse como quería.

El accidente que sufrió en la guerra le perseguiría para siempre. Era un soldado sin honor, debería haber muerto allí mismo, pero la sangre que corría por sus venas era distinta a la del resto de sus compañeros, aquellos a los que tanto quería y ahora admiraba profundamente. Le salvaron a él por ser el nieto del marqués de los Pontones. Siempre se arrepintió de aquello, era mejor morir que vivir como un eunuco el resto de sus días, pero ver a Camino y su condición le abrieron las puertas a ocultar su vergüenza. Las habladurías siempre estarían presentes, pero al menos recaerían sobre ella, ¿cuántas mujeres no tienen acaso el problema de la infertilidad? Para los hombres no solía existir esa duda, lo que le respaldaba y le dejaría como un buen esposo que antepone sus sinceros sentimientos por su mujer a su necesidad de tener descendencia.

Era el plan perfecto, pero Camino no lo aprovechó, es su culpa, su maldita culpa, se repetía una y otra vez para enmascarar su propio error. Lo que no esperaba, es que esa misma tarde, cuando tuviera el valor suficiente de volver a su casa, si es que alguna vez tuvo dicha virtud, constatara que no se hallaba allí su esposa, recorriéndole mil horrores por dentro y teniendo una sola idea en la cabeza. Genoveva.


- Tienes que irte de aquí – le sugirió mirándola con sus penetrantes ojos verdosos – No puedes quedarte, Ildefonso saldrá a buscarte y el primer sitio en el que se presentara será mi casa – Vio los ojos de Camino abrirse temerosos e intentó suavizar el tono – No te estoy echando. Para mí sería un sueño tenerte despertando a mi lado cada mañana. Si te estoy diciendo esto es por tu bien, Camino... - le ardía tener que buscarle otro lugar donde alojarse hasta que tuvieran un plan sobre Ildefonso. Pensó quitarlo de en medio, pero le parecía mas riesgosa esa situación. Podría acabar salpicando a Camino, por lo que sería peor el remedio que la enfermedad. Además, faltaría a su propia palabra de no volver a caer en ese pecado. No quería provocar mas muertes, aquello solo le servía para hacerla mas aborrecible de lo que ya era. Matar la bajó a los infiernos y debía intentar salir de esa pesadilla, acercarse a la vida ética que necesitaba para redimirse. Su naturaleza vil siempre la acompañaría, de eso estaba segura, pero intentaría dominarla, aunque sólo fuera por Camino, que a pesar del temor que tenía por Ildefonso, no desearía su mal. Por mucho que le costara, Ildefonso no sería su nueva víctima.

- ¿A dónde puedo ir? – "Maite", pensó, pero no quería nombrarla ni sugerir su casa, suficiente daño había provocado a Genoveva. Y allí estaba, como si nada hubiera pasado, desviviéndose por ella. Se sentía un ser despreciable, jugando con dos maravillosas mujeres que no tenían la culpa de sus indecisiones. La respuesta de Genoveva la dejó de piedra.

- Con Maite. 


¿Qué les ha parecido? 

¿Alguien me quiere apuñalar? xD

Dejen sus cuchillos aquí jajajaja

Siempre tuya, CaminoWhere stories live. Discover now