70

770 105 13
                                    

Se despertó con cierto dolor en la cabeza, como si todo a su alrededor diera vueltas y más vueltas, sin detenerse en un punto fijo, además que el palpitar innecesario de su ojo derecho le estaba matando, igual que el dolor en su garganta y sus músculos. Iba a morir, estaba segura.

Con una mueca se sentó en la cama, recostando su espalda en la pared detrás de su cama, suspirando y tocando su cabeza al mismo tiempo que cerraba sus ojos, intentando detener el mareo.

– ¿Qué hora es...? –Aquello salió como un susurro, siendo solo audible para ella, la única en su amplia habitación.

¿Sola? ¿No que había estado con Mark?

Gruñó, dejando caer la mano que antes estaba en su cabeza a su torso, suspirando seguido de un bostezo, con un audible quejido. Dios, se sentía fatal.

La puerta de su habitación fue abierta.

–Buenas tardes, marmota.

– ¿Tardes? –El tono de confusión empleado y su cabeza a medio doblar le hicieron sonreír al hombre en la puerta.

–Sí, son las tres de la tarde –a paso lento se acercó a las cortinas azul marino de su habitación, abriéndolas y recibiendo maldiciones por parte de la menor, quien se apresuró a esconderse entre sábanas.

–Idiota, cierra eso. –Otro gruñido.

Mark acató la orden, cerrando, pero dejando la ventana abierta para que el ambiente con olor a alcohol y algo de ¿Pesadez? Se ventilara y dejara entrar la brisa del día.

– ¿Cómo es que te ves tan malditamente fresco e indoloro cuando yo estoy muriendo lentamente? –Preguntó, asomando su cabeza por las sábanas, sacando solo su cara con su mueca adormilada.

–Simple, amada mía. –Las mejillas de la menor se tiñeron con solo escuchar lo último, volviendo bajo las sábanas y sintiendo como su cama se hundía poco después, seguido de una mano y una voz, la misma que ama– Mientras tú te atragantabas junto a los demás con vodka y whisky, rellenando a penas se acababan el trago, yo me mantuve en línea toda la noche. Vodka y un poco de Coca-Cola cada cierto tiempo, bebé –palmeó su muslo por sobre las sábanas, ella gruñó.

–Es injusto. Eres el mayor y me dejaste a mi suerte –habló aun debajo de la ropa de la cama.

–Te cuidé, pero no de la bebida, algo es algo, cielo –sin que ella le viera, encogió sus hombros.

–Idiota, encima ¿No estabas vestido ayer con ropa más informal? –Cuestionó, saliendo por completo y dejando verse de la cintura arriba– Además yo no vestía así anoche ¿Cómo es que todo cambió?

–Contestando tu primera pregunta, hoy en la mañana me levanté antes y fui a mi departamento, arreglándome y poniéndome cómodo –explicó, acercándose a la menor, quien no dudó en dejar caer su mejilla en el hombro de Mark– Y segundo, anoche llegaste tan ebria y pasada a alcohol que tomaste un baño, luego de convencerte, claro está. Después te vestí con lo primero que vi entre tus pijamas y ya después dormimos. Fin –sonrió, viendo a la muchacha que hacía círculos en su pecho.

–Ya veo.

–Como buen chico que soy, te hice un rico almuerzo, Jae llamó hace media hora diciendo que Kim estaba muertísima en su cama, con dolor de cabeza terrible y que apenas y podía moverse, avergonzada y con vómitos constantes –ninguno negó las ganas de reír, sabían que lo que Kim había hecho anoche tendría sus dobles efectos– Me preguntó por ti, le dije que estabas mejor que ella mil veces.

–Creo que andamos por ahí con Kim.

–Creo que estás mucho mejor que el dj de anoche. –dijo, refiriéndose a Kim– Kim enserio cambió con un poco bastante de alcohol en su sistema –bromeó, sacando una tierna carcajada de los labios de su menor– Además, hyung me llamó diciendo que los hermanitos Kim no han salido de la cama porque están en las mismas condiciones que tú y Kim, igual que las chicas Jeon.

–Me imagino, las perreadoras han de estar muertísimas, igual que sus azotadores.

–Algo recuerdas, eso es bueno.

Un golpe en su hombro le hizo reír, su menor aún estaba de ánimos para pegarle, pero no para salir de la cama.

–Anda, vamos a comer. Levántate –ordenó, saliendo de su lado. Una mano le retuvo.

–Duerme conmigo un poco más ¿Si? Más tarde debemos ir a recoger a Bang al aeropuerto ¿No es así? –Mark asintió– Bueno, quiero pasar mis últimos minutos de paz contigo, antes de que el desmadre llegue.

–Me parece bien, pero debes comer –insistió.

– ¿Me traerías mi comida, daddy? –mirando con ojitos suplicantes, amó como las mejillas contrarias se tiñeron de rojo.

–Eres una manipuladora, ¿Sabías?

–Te amo.

–Sí, sí, lo que digas –Y se retiró, dejando a una chica con una gran sonrisa.

Una vez estuvo sola, se puso de pie, yendo al baño para poder sacar el olor a muerto de su boca, lavándola al mismo tiempo en que meneaba sus caderas con la canción Middle Finger de fondo.

Una vez acabado, volvió a la cama, amando lo bien que se veía con el pijama escogido por Mark, su camiseta a tirantes blanca dejando a la vista sus botones, además de un pantalón de pijama rojo a cuadros. Lo amó.

A los pocos minutos Mark ingresó nuevamente a la habitación, teniendo en sus manos una bandeja con un cuenco pequeño con fruta picada, un plato de ramen y un vaso de jugo de naranja, y obvio su amado brownie.

– ¡Dios que bien se ve eso!

–Y sabe mejor de lo que se ve.

–Ya lo creo –y corriendo a la cama, saltó para caer de espaldas a esta, sentándose como minutos antes había estado, tapando sus piernas con las sábanas y guiando con sus ojos el recorrido de Mark a su lado, donde se sentó y sonrió a su menor. Su corazón podía derretirse ahí mismo.

– ¿Quieres que te la de en la boca también?

–Por favor, bebé –sonrió con inocencia, recibiendo los ojos en blanco de Mark y una sonrisa del mismo.

–Tú sí que eres una bebé.

–Ah. –y abriendo su boca, Mark comenzó a alimentarla, dándole pequeños bocados de comida.

Entre besos y risas acabaron la comida, compartiendo un cálido momento para ambos corazones. Mark acabó por lavar los trastes para volver a la cama, acostándose con ella y disfrutando una cálida y tierna tarde de películas en la laptop de la menor luego de ir a buscar a Bang. Deseaban poder compartir más momentos así, y esperan que aquello sea pronto.

Amantes Enmascarados | Mark Lee | Libro#1Where stories live. Discover now