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2007

Amelia llevaba sentada en la mesa varios minutos, esperando que llegase Luisita del recreo. Pensaba que venía detrás de ella, pero cuando entró en clase no estaba. Cuando al fin llegó, se sentó a su lado con una sonrisa.

—He estado hablando con Pablo, de cuarto.

—Ah...¿y qué quería?

—Pues Amelia—dijo Luisita, girando su cuerpo completamente hacia ella, apenas conteniendo la emoción—es que es un chico que conoció mi hermana María en clases de teatro, y hemos estado hablando y me ha dicho que si quiero salir con él este viernes.

Si en ese momento Luisita le hubiera dado una bofetada, Amelia no creía que le hubiese dolido más. No había visto nunca a ese tal Pablo, pero supo en ese mismo instante que era la persona que más odiaba del mundo.

—¿Y te gusta? —preguntó, intentando mantener la compostura, temiendo a su vez la respuesta.

—Pues yo creo que sí, Amelia. Porque yo le había visto antes con mi hermana y así sin más, pero cuando hemos hablado hoy he sentido una cosa aquí en el estómago—Luisita acompañó esas palabras poniendo ambas manos sobre su abdomen.

"¿Seguro que no es hambre?" quiso decir Amelia, pero hizo un esfuerzo para sonreír y asentir. Afortunadamente para ella, el profesor llegó entonces y pudo escaparse de aquella desagradable conversación.

Cuando sonó el último timbre, salió corriendo, poniendo la excusa de que aquel día tenía que volver pronto a su casa.

Al llegar a su habitación, se tiró en la cama preguntándose por qué aquello le dolía tanto. ¿Acaso era una mala amiga que no quería que Luisita fuera feliz? Obviamente que no, respondió Amelia a su propia pregunta. Eso no era cierto, claro que quería que Luisita fuese feliz. No había nada que le gustase más que ver su sonrisa.

Pero, entonces, ¿qué era?

En realidad, sí que sabía que era lo que le pasaba, pero admitirlo le daba aún más miedo. No quería imaginarse la reacción de Luisita si se enteraba. O, peor aún, la de su padre, el cual ella sabía que montaría en cólera si sospechaba que Amelia albergaba ese tipo de sentimientos, y no sabía lo que sería capaz de hacer.

Sintiéndose incapaz de lidiar con todo lo que implicaban sus innombrables sentimientos por Luisita, eligió ignorarlos, tragarse su dolor y sus lágrimas y actuar como si nada de eso le importase, sin poder evitar que eso se tradujese en una frialdad con su amiga al día siguiente.

2019

Amelia llegó al camerino sofocada. Se sentó inmediatamente en una silla poniéndose las manos sobre la cabeza.

—Amelia, ¿estás bien? —dijo Inma arrodillándose enfrente suya.

—Sí, sí, estoy bien—respondió, inclinándose hacia atrás. Se echó una mano instintivamente al lugar donde normalmente estaba su colgante, aunque lo único que fue capaz de agarrar fue aire.

Ese gesto no pasó desapercibido a Inma, que cogió su mano con la suya y mirándola fijamente le preguntó.

—A ver, Amelia, dime que ha pasado.

—Nada, nada—volvió a negar Amelia. Al ver que su amiga no iba a rendirse, admitió—. He reconocido a una persona entre el público.

—La chica del colgante.

Amelia la miró sorprendida. Quizás tendría que haberse esperado que hubiese resultado tan obvia, al fin y al cabo, ellas dos se conocían desde hacía años.

Cómo Reconocer al Amor de tu VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora