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2008

Luisita y Amelia no volvieron a hablar de aquel beso. La siguiente vez que se vieron las dos estaban visiblemente raras, pero ninguna mencionó el asunto y a los pocos días relación había vuelto a la normalidad.

Al menos externamente.

Luisita no podía dejar de pensar en el beso y, por extensión, en Amelia. Se acordaba de cómo sus labios habían tocado los suyos y de cómo hubiese deseado abrazarla para que no se hubiese ido tan rápido. Había querido decir algo, llamarla, pedir que no se fuese, pero las palabras se le habían atragantado y solo pudo ver impotente como se marchaba corriendo.

Ahora, incluso cuando no estaban juntas, siempre estaba pensando en ella. En su risa, en su voz, en su olor.

Amelia Amelia Amelia.

Muchas veces se encontraba soñando despierta, imaginando que la cogía del brazo y la atraía hacia sí. O que le confesaba que le gustaba, y las dos volvían a besarse.

Pero en la realidad no se atrevía a dar el paso. Casi nunca se encontraban a solas, y cuando lo estaban, se bloqueaba y no sabía que decir.

Se preguntó si aquel beso había despertado esos sentimientos en ella, pero se dio cuenta de que en realidad llevaban allí mucho tiempo. Solo los había hecho salir a la superficie con más fuerza y ahora ya le era imposible ignorarlos.

Un día, entre Amelia y su madre, Devoción, convencieron a Don Tomás de dejarla pasar la noche con los Gómez, aprovechando que muchos de los hermanos de Luisita estaban fuera, y podían quedarse la habitación para ellas dos solas.

Luisita y Amelia se pusieron unas películas en el ordenador, llenando unos cuencos de palomitas, gusanitos y gominolas, lo que Amelia disfrutó incluso más ya que su padre apenas les dejaba comer chucherías a ella y a su hermano.

Las dos estaban sentadas en la cama con su espalda apoyada a la pared y el portátil entre ellas, viendo una película y comiendo distraídamente de uno de los cuencos, cuando Luisita, en una de las veces que miró disimuladamente a Amelia, vio que de su cuello caía el colgante que le había regalado.

—Lo llevas puesto.

—¿Qué? —dijo Amelia, desviando la atención del portátil—. Ah, sí, el colgante—y añadió con una sonrisa—. Es para que me de suerte.

Luisita lo cogió con la mano, obligando sin darse cuenta a Amelia a acercarse. No se dio cuenta hasta que volvió a mirarla a la cara de que no estaba más que a unos pocos centímetros. Entonces, sin soltar el colgante, la besó. Aquella vez, para su sorpresa, Amelia no solo no se retiró si no que posó su mano sobre su cuello, empujándola suavemente hacia ella.

La boca de Amelia sabía a gusanitos, colorantes y aditivos, pero para Luisita aquella era la mejor sensación del mundo.

2019

María Gómez era hermana de Luisita y una actriz en auge, habiendo participado en varios cortos y un par de películas independientes, incluso conseguido algunos papeles pequeños en series de televisión.

También era la propietaria del King's Road Club, cuyo manejo compaginaba con su trabajo como actriz y en el que su hermana llevaba trabajando desde que terminó en instituto.

A Luisita le tocó abrir aquella tarde junto con Miguel, otro artista complementando sus escasas ganancias vendiendo dibujos a revistas y periódicos con un trabajo de camarero.

La tarde había sido tranquila hasta el momento y solo había dos mesas ocupadas. Luisita estaba sentada tranquilamente en la barra mirando el teléfono.

Cómo Reconocer al Amor de tu VidaWhere stories live. Discover now