Uno: Todos los viernes

1.3K 146 50
                                    

Los sueños...

En realidad Jisung no tenía ninguna frase muy poética para ellos, puesto que la mayoría que tenía eran algo... extraños. Así que solo se dedicaba a disfrutar cada uno.

Pero ahora era extrañamente normal. En lo que cabe normal para la cabeza de Jisung, claro.

Caminaba por entre las calles de Incheon, su tierra natal, preguntándose por qué había vuelto ahí. Entonces le respondieron con una tétrica escena; el día en donde su hermana había muerto.

El sueño, o más bien pesadilla, le mostraba en cámara lenta ese horroroso día. El momento exacto en el que la brisa fresca tan característica de Incheon había dejado de correr y todo quedó en silencio, solo para dar un mejor vistazo del cachorro en medio de la carretera que lloriqueaba con miedo a llegar al otro lado. Un pequeño Han Jisung caminaba a la par de su hermana mayor, Han Jiyeon, siguiendo el camino del colegio hasta el hogar de los hermanos.

Su agradable vuelta a casa fue interrumpida por uno de los ladridos del perro, llamando la atención de ambos jóvenes de solo diez y doce años. Y por supuesto, los pequeños inocentes se acercaron hasta la fina acera de la carretera.

— Perrito, ven. —llamaba la niña, obteniendo solo lloriqueos del cachorro.

Frustrada, decidió acercarse, pero la manita de su pequeño hermano la detuvo. Le dirigió una mirada y ladeó su cabeza al ver el puchero que le regalaba su adorable hermanito.

No te acerques. Mamá dice que es peligroso acercarse tanto a la calle y podría ocurrir un-.

— Lo sé, Sunggie. ¡Pero es una emergencia! Ya veras que será solo un minuto. —le regaló una sonrisa a Jisung, creyendo que con ello entendería— Tú mantente aquí, ¿entendido? —su hermano asintió obediente. Jisung jamás desobedecería a su admirable hermana mayor.

Y ella tuvo razón, aunque no del todo.

Fueron veinte segundos en acercarse al cachorro, diez en tomarlo, cinco en voltearse, dos en el choque del auto que venía a gran velocidad y diez en ver su cuerpo volar, cayendo y dejando los trece restantes para escuchar los llamados de su preciado hermanito antes de cerrar los ojos y no volver a abrirlos más.

Había perdido la vida en un minuto, y él lo había visto en vivo y a cámara lenta.

Entonces, todo se volvía oscuro, para dejar ver la figura de su hermana sobre él, acariciando su cara y quitando cualquier rastro de las lágrimas que no se había dado cuenta, resbalaban por sus mejillas.

No me dejes... —pidió entre sollozos— Ya no aguanto estar solo.

— No estás solo, Hannie. Nunca lo has estado.

Su figura se desfiguraba, al igual que su resplandeciente sonrisa, y él solo negaba frenéticamente, no queriendo dejarla ir. Sus lamentos fueron acallados con un beso en la frente, dando por finalizado ese sueño junto a su difunta hermana.

Lentamente comenzó a abrir los ojos, sintiendo aún las caricias en su cara que tanta tranquilidad le transmitían. Divisó el rostro de un pelinegro que conocía a la perfección, dejando escapar un último sollozo antes de incorporarse lentamente mientras tallaba uno de sus ojos húmedos por las lágrimas que había soltado entresueño.

Entonces, cayó en cuenta de la presencia de Minho.

De un salto terminó en la otra esquina de su cama, lo suficientemente alejado del mayor para corroborar que sí era él.

— ¡¿Cómo demonios entraste a mi casa, acosador?!

— Sí... buenos días a ti también. —la sonrisa burlona en el rostro de Minho no significaba nada bueno...— Tú me dejaste entrar, Sunggie. ¿Acaso no lo recuerdas?

Friday KissWo Geschichten leben. Entdecke jetzt