taste | 04

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04: zona de guerra.

Jaemin había aprobado sus materias. Apenas, con la mínima nota, pero las había aprobado todas. Y, aprovechando que sus padres se irían a la playa por el fin de semana y lo dejarían solo como supuesto castigo, decidió que lo adecuado sería el hacer una pequeñita celebración. Principalmente con sus compañeros de clases de verano que compartían su mismo sentimiento, incluyendo obviamente a su casi hermana.

Por supuesto, también había invitado a sus dos mejores amigos aunque ellos no estuvieran metidos en ese enrollo, insistiendo en que lo tenían que "acompañar en sus logros".

La excusa de Jeno para poder asistir fue el decirle a sus padres que se quedaría a dormir en casa de Renjun, pues como su madre es algo así como su mejor amiga/cómplice les respaldaría la coartada en caso de que la suya llamara a interrogarla. Por ello, hizo esa corta pero agradable parada primero; se arregló junto al chino y esperaron juntos a que fuera una hora adecuada para llegar –no tan temprano porque Jaemin se burlaría de lo buenos chicos que son, y tampoco tan tarde pues en verdad eran buenos chicos.

Jaemin no planeaba algo demasiado grande, en realidad. No quería terminar limpiando vómito como en su fiesta de cumpleaños pasada, que se salió de control e incluso llamaron a las autoridades por el bullicio. Sin embargo, tenía todas sus vacaciones encerrado sintiéndose miserable, y ya estaba más que harto de escuchar las anécdotas de sus otros amigos, quienes sí andaban de fiesta en fiesta.

No era muy buena idea, teniendo en cuenta que técnicamente seguía castigado. Pero, su cuerpo pedía alcohol con desesperación, más allá de las aburridas cervezas que se había estado tomando a escondidas con Miyoung.

Eran solo unas veinte personas en el patio trasero del pelirosa, gozando de la música en un volumen considerable, más que todo enfocados en charlar y reír para comenzar la noche. El único que por los momentos había hecho desastre fue un muchacho de su año, Yangyang, quien se tropezó con sus propios pies –al ver a Miyoung agacharse para sacar hielo de la pequeña nevera en el jardín, pero eso era secreto– y tiró todo su trago en el piso. No obstante, los presentes abuchearon hasta que con un trapeador y una sonrisa desvergonzada él mismo resolvió el asunto.

Unos pocos hasta estaban jugando cartas entre carcajadas, inventando sus propias reglas o directamente haciendo trampa con las originales. Todo marchaba a la perfección para ser una velada entretenida y tranquila para los presentes.

Eso, claro, hasta que el chino y el tutor hicieron acto de presencia.

Jaemin, que no se esperaba que ninguno de los dos de hecho se atreviera a asistir, saltó de alegría en cuanto les abrió la puerta.

—Ya, ya. Quítate —se quejó Jeno en un bufido, apartando al menor a los empujones, pues se les había abalanzado ya un tanto ebrio por un par de abrazos casi agobiantes.

—¡Vinieron~! —canturreó al extremo contento, clavando su cara en el cuello de Renjun y restregando su nariz por el área –olía como a... ¿mandarinas?–, y él por su parte, aceptó con algo de burla el saludo.

—Claro que vinimos —contestó Renjun ahogando una risotada. Palmeó la espalda de su amigo con algo de fuerza innecesaria en lo que le dedicaba una mueca chistosa al pelinegro, que solo puso los ojos en blanco.

—Pasen, pasen. ¡Vamos! —siguió, tomando sus muñecas para arrastrarlos por la casa hasta el patio trasero.

A pesar de no ser necesariamente del extirpe popular como lo es su amigo –que goza de la atención y es fabuloso para conseguirla–, de ser prácticamente unos desconocidos o tan solo caras ya vistas para los demás en el lugar, fueron recibidos cálidamente. Todos vitorearon gracias a las enormes cantidades de alcohol y otros estupefacientes corriendo por sus venas; los invitaron entre frenética y torpemente a sentarse y charlar, a bailar, a jugar a las cartas o a la «botella».

Taste || Lee JenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora