El peso del cuerpo de Esteban sobre el suyo casi no la dejaba respirar. El dolor físico cada vez era más intenso y generalizado, sus extremidades comenzaban a adormecerse, no podía concentrarse en un único pensamiento y le pitaban los oídos; se estaba quedando sin fuerzas. Después de fingir un tira y afloja ficticio, con el único propósito de humillarla, el que fuera su hermano de acogida se había cansado de jugar y se había servido de su vieja navaja para someterla.
Inmovilizada como la tenía, con la espalda y la nuca pegadas al suelo, y las palmas de las manos unidas sobre su cabeza, lo único que Luna podía hacer era mantener sus párpados fuertemente cerrados. No pensaba dejar que él viera reflejado en sus ojos el temor que sentía, pues sabía que los monstruos de su calaña se nutrían del miedo de sus víctimas para fortalecerse. Aunque, por desgracia, el hecho de que no pudiera verle no implicaba que pudiera olvidar lo lamentable de su situación; su tacto, su aliento, su olor corporal y su respiración excitada eran percibidos por los agudizados sentidos de Luna, que se esforzaban por darle una imagen mental de la escena y respondían a las crueles amenazas de su verdugo con temblores, gemidos, y vergonzosos ataques de llanto.
La hija de Munt no podía creer que en algún momento Esteban le hubiera parecido desvalido. Como una heroína, ingenua y soberbia, ella había pretendido rescatarle de la oscuridad que parecía envolverle, ignorando que él la había creado a su antojo, para sí mismo y para cualquiera que tuviera la mala suerte de cruzarse en su camino. Lo peor era que no había sido la única rata estúpida de aquel Hamelín; la mayoría de las chicas de Bruma estaban enamoradas de su antiguo hermano de acogida: el motorista que jamás hablaba de su pasado y que trataba a todo el mundo con despotismo e indiferencia. Nadie parecía querer aceptar que tras su intimidante apariencia, y su actitud fría, se escondía lo evidente: un espíritu involucionado que no necesitaba de intrincados estímulos para dejarse llevar por sus instintos más primitivos.
La joven abrió los ojos para sentirse insignificante bajo su mirada diabólica. Paradójicamente, el peor de los demonios de sus pesadillas resultaba ser el ángel protector de los sueños de otras. Un ángel caído que no tenía el menor interés en que lo exonerasen.
Luna deseó por un momento ser ella misma un demonio para poder enfrentar a Esteban con sus mismas armas, y entonces cayó en la cuenta de que, en cierto modo, ya lo era ¿acaso no estaban así considerados los nagá en el Himalaya y en el valle de Cachemira? Se aferró a esa posibilidad, por muy irrisoria que en el fondo le pareciera, pues la fortuna rehuía a quienes combatían en desigualdad de condiciones.
Cerró los ojos de nuevo. Se concentró en visualizar mentalmente todo aquello que podía atraer el dolor y la ira a su alma. No le costó mucho hacerlo, pues su pasado no era precisamente un cuento de hadas y tenía años de resentimiento acumulados.
Con los primeros malos recuerdos llegaron nuevas lágrimas ensangrentadas, que confundieron a Esteban y le indujeron a soltarla.
—Oly. —Llamó Luna en un susurro—Te necesito, Oly.
El tono de voz de la joven hizo empalidecerse el rostro de su captor. El estado de confusión de este llegó a ser tal que a Luna no le costó nada arrebatarle la navaja de las manos.
— ¿Qué estás haciendo? —Inquirió Esteban, espantado, cuando la vio deslizar el filo del arma sobre su propia garganta— ¿Estás loca? ¡Vas a hacerte daño!
Desesperada, decidida a enfrentar lo que viniera con agallas y confiada en que Oly no la dejaría marcharse (no hasta que cumpliera cualquiera que fuera el encargo que le venía solicitando desde hacía años), Luna se hizo un fino corte.
— ¡Olympia! —Gritó con voz desgarrada— ¡Olympia Menounos! ¡Te juro por mi vida que volveremos juntas a la casa! ¡Esta misma noche!
Confundido y horrorizado, seguro de que sin pretenderlo había roto los finos lazos que mantenían a Luna unida al mundo real, Esteban se apartó de ella con expresión consternada. Cuando un río de agua turbia comenzó a inundar el suelo y una risilla de ultratumba hizo vibrar su piel, el chico tuvo que frotarse los ojos para asegurarse de que no estaba atrapado en una pesadilla.

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RASSEN 2: SED FRÍOS O CALIENTES
Mystery / ThrillerSegunda entrega de la trilogía Rassen.