【Eᴘɪsᴏᴅᴇ ₂】

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—¡Me encanta! No. ¡Me fascina! ¿De qué cuento lo sacaste? —cuestiona una señora de cabello rojo y con mucho maquillaje, quien dice llamarse: profesora Kim.

—Solo tuve suerte —responde la castaña encogiendo los hombros.

—Qué suerte la tuya de encontrar al Romeo perfecto. —Sé que soy lindo, pero esta señora me hace sentir superior a cualquier chico que deambule por aquí—. ¿Ya lo probaste?

—Si. Tiene fluidez y seguridad al hablar, así que aprenderá rápido.

—Tienes el papel —asegura la pelirroja, esbozando una gran sonrisa.

—¿Gracias? —vocifero no muy convencido. A quién engaño, para nada convencido.

Me salvo de una locura para entrar en otra, pero espero que aquí por lo menos pueda divertirme.

—Los ensayos son después de clases, aunque a veces interferimos en ellas —agarra un bolso negro que se encuentra en una mesa y saca algo parecido a una fábula—. Aquí tienes el libreto.

—Tengo el papel —expongo aún sin creerlo.

—Tienes el papel —repite Soonkyu.

El timbre suena, indicando que podemos irnos. Al fin.

—Ya que estás aquí por una confusión, pídeme ayuda en lo que sea —musita moviendo los pies de una forma extraña.

—Lo haré —acepto asintiendo.

—Bueno... rómpete una pierna.

¿Son sus buenos deseos?

Ríe a continuación, de seguro por la cara de susto que pongo.

—En teatro significa suerte. Adiós. —Y se despide con la misma sonrisa.

¿Qué clase de personas hay aquí? O debería preguntarme: ¿Quién rayos creó la frase?

¿Qué clase de personas hay aquí? O debería preguntarme: ¿Quién rayos creó la frase?

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—Debe tratarse de una broma.

—Parece una broma, pero es una anécdota —replico levantando el brazo en un intento de encestar.

—¿Entonces ya eres Romeo? —afirmo con la cabeza.

—Si —encesto y escucho esa risa burlona a la par—. Ríete ahora, porque cuando sea el próximo Elvis Presley, fingiré no conocerte.

—Elvis es un cantante.

—Cuando sea un actor famoso —contraataco con sorna mientras me dejo quitar torpemente el balón de las manos.

—Tengo un nuevo apodo para ti, te llamaré: El Mesías, todo omnipotente—mofa tratando de hacer un aro de espaldas.

—¿Por qué? —frunzo el ceño, aguantado una risa por su repentina ocurrencia.

—Porque ahora te dedicas a hacer buenas obras —suelta de pronto encestando también—. Cuando te beatifiquen, seré un siervo tuyo.

Ruedo los ojos solo para luego quitarle el balón y golpear su cabeza con el mismo.

Me estoy arrepintiendo de haber aceptado. No. Me estoy arrepintiendo de haberme ofrecido.

Aunque ya sabía que las burlas de Kai no tardarían en hacerse presentes junto con su risa de delfín.

Pierdo la noción del tiempo y para cuando me encuentro cenando con mi familia, recuerdo lo que Kai me dijo antes de irse.

Nadie te va a obligar a hacer lo que no quieres.

Pero ya estoy dentro y no quiero defraudar a esa chica. No, aunque todavía sea una desconocida para mí.

Terminando de comer, subo a mi habitación con el fin de dejar descansar mi cerebro y cuerpo; juntos han trabajado mucho por hoy.

El teléfono vibra, avisándome que tengo una llamada. Al principio pienso en no contestar, pero creo que será peor si no lo hago.

Beomgyu Oppa —oigo del otro lado de la línea e inmediatamente siento un frío extraño recorrer desde mis pies hasta la última hebra de mi cabello.

—Sorim...

—Terminemos —abro los ojos lo suficiente para revisar si el número es correcto y es el suyo.

Y si, lo es.

—¿Qué dijiste?

—Hoy te esperé por una hora en el jardín y no llegaste. Quería que solucionáramos algo al menos, pero veo que no te interesa —suspira; sin embargo, a más de sentir pena, siento un tipo de euforia—. Es por eso que debemos terminar.

Rim, fui a buscarte, pero cuando llegué tú ya no estabas —hablo con la repentina voz ronca—. También creo que lo mejor es terminar... y definitivamente.

—Está bien —escucho un último suspiro de su parte; sin reclamar y el típico 'pi' que te indica que la persona contraria ha finalizado la llamada.

Me quedo con la vista fija en algún lugar del teléfono y dejándolo en la mesa de noche, volteo como un saco de papas, solo para gritarle a la almohada con tanta dicha que soy libre, otra vez.

Me quedo con la vista fija en algún lugar del teléfono y dejándolo en la mesa de noche, volteo como un saco de papas, solo para gritarle a la almohada con tanta dicha que soy libre, otra vez

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Bʀᴇᴀᴋ ᴀ Lᴇɢ • Cʜᴏɪ BᴇᴏᴍɢʏᴜWhere stories live. Discover now