【Eᴘɪsᴏᴅᴇ ₈】

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No puedo entenderla. Es raro que en vez de asustarse o gritar, se ría.

¡Mira lo que me hizo hacer!

Doy un brinco en el sofá, pero no parece interesarle. Quisiera tener su concentración... o valentía.

—¿Estás bien? —se gira a mi cuando la película llega a su final.

—Si —respondo lo más calmado posible. No me siento nada bien.

—¿Has visto: Los tontos dicen no?

No.

Ríe.

—¿De qué se trata?

—¿En serio, Beomgyu? —frunce el entrecejo, a la vez que esboza una sonrisa burlona.

Un momento... acabo de caer. Debo parecer un estúpido.

—¿Has visto: La Horca?

Ruedo los ojos.

—No. ¿De qué se trata?

—Nada de spoilers —contesta apoderándose del control que yace sobre la pequeña mesa—. Solo te diré que; es lo que te haré si no llegas a la presentación.

Busca entre la lista y hace clic en "La Horca: Segundo acto". No me quiero imaginar como quedaré después de verla, hasta el titulo me asusta. Además, no es de mucha ayuda el saber que voy a dormir solo.

Y entre tantas películas, ¿por qué se le ocurrió poner esta?

Carraspeo la garganta ante una escena de beso entre los protagonistas. Me pregunto si estará tan nerviosa como yo.

Después de la penosa e incómoda escena, pasa más de lo inesperado; como el fin.

—¿Realmente eso me harás si no llego? —pregunto, sintiendo los vellos de mi cuerpo entero erizarse.

—Así es —responde formando un "arma" con su mano—. Bam —bromea fingiendo disparar—. La verdad, esta película tiene una primera parte, pero no me agradó. Y la que vimos me parecía mejor para la ocasión.

—Solo espero no morir de esa forma —digo haciendo un puchero, echando nuevamente mi espalda hacia atrás.

—¡No! —grita de pronto haciéndome sobresaltar—. ¡¿Qué hora es?!

—¡No sé! ¿Por qué?

Busca entre las cobijas que cálidamente nos cubrían y saca su teléfono.

—¡Ocho y media! —exclama otra vez parándose de golpe y haciendo que la imite.

—¿A qué hora tenías que estar en tu casa?

—A las siete. Soy pez frito —suelta en un hilo de voz, bajando la cabeza de golpe.

—¿Son muy estrictos?

—Decía la verdad acerca de la habitación sucia.

Pensé que era una exageración.

—Déjame llevarte —me ofrezco rápidamente al verla recoger sus cosas del sillón.

—No te preocupes, a este paso mi padre de seguro ya me ubicó por GPS.

—No creo que...

No termino, ya que el sonido de un auto estacionarse hace eco. Me asomo a la ventana y puedo afirmar que no es el de mis padres.

—¡Lo ves! —exclama en voz baja.

—¡Kang Soonkyu, jovencita sal ahora mismo! —grita una voz masculina desde afuera.

—Tengo que irme —da un gran suspiro—. ¡Voy! —grita de regreso— Bueno, Beomgyu, no puedo decirte suerte o rómpete una pierna porque te asustas. ¿Qué debería hacer? —dice más agitada.

No puedo aguantar más. En serio, no puedo.

—Tal vez... —musito y me acerco a la misma velocidad con la que acaba de preguntar.

Sus labios, a diferencia de sus palabras, se mueven lentamente luego de un instante de shock. Había olvidado la sensación de besar a la persona que te gusta.

¡Ya qué! Lo acepto. Me gusta.

Nos separamos con la misma lentitud, y ninguno se atreve a hablar, solo hasta que su padre grita de nuevo.

—Eh. Y-yo, adiós —agita su mano, girándose en dirección a la puerta.

—Adiós —correspondo con una sonrisa, de seguro igual de brillante que la suya.

Corro a la ventana por última vez y río al verla con la cabeza gacha, entrar a ese auto rojo, que se pierde entre la noche una vez arranca con fuerza.

Me tapo la cara con las manos y comienzo a reír alocadamente. Todavía no puedo creerlo.

—¡Hueningkai! —invoco sin razón alguna.

Un golpe en la puerta hace que regrese a este mundo. Voy a abrir, y la persona a quien más necesito en este momento, aparece.

—¿Por qué me llamabas? —cuestiona frunciendo el ceño.

—¡Hueningkai! —exclamo de nuevo—. ¿Vienes a quedarte?

—Si. Das lastima.

Ruedo los ojos, aceptando el extraño humor de mi amigo, quien ha venido con una gran maleta. Exagerado.

—No puedo creerlo —se tapa la cara como lo hacía yo minutos antes

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—No puedo creerlo —se tapa la cara como lo hacía yo minutos antes. Tenía que desahogarme con él—. Me alegra verte feliz, amigo —sonriente, palmea mis hombros—. Hoy duermo en la cama.

Sabía que su amabilidad no venía sola.

—Pensé que querías dormir conmigo.

—Y yo pensé que nunca aceptarías.

—Y yo pensé que nunca aceptarías

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Bʀᴇᴀᴋ ᴀ Lᴇɢ • Cʜᴏɪ BᴇᴏᴍɢʏᴜWhere stories live. Discover now