Prólogo: Mi ideal

102 13 31
                                    

Muy buenas tardes, o días, o noches, mis queridos lectores. Los saludo en los tres tiempos posibles desde los cuales me pueden estar leyendo, o re leyendo, eso ya depende de ustedes. Y les digo "queridos" porque ya por haber empezado a leer mi texto, les siento un poco de cariño.

Los quiero, sí, porque me están leyendo, porque me están proporcionando una voz en sus mentes, porque existen y porque sin ustedes yo no existiría tampoco, porque no sería lo mismo sin ustedes, todo narrador necesita de sus narratarios para que tenga sentido su existencia.

Bueno, ya me estoy volviendo algo dramático, disculpen. Creo que ya es hora de que me presente, como ya se habrán dado cuenta están tratando con un letrado y culto narrador, conmigo, obviamente. Mi tarea aquí, fundamental y de categoría vital en esta enunciación, es contarles la historia.

De modo que disfruten, siéntense, párense, o como prefieran estar, relájense y déjense sumergir en esta historia tan extraordinariamente narrada por mí. Comienza con un personaje que ya les presentaré más adelante, no se preocupen, no es tan importante aún, por ahora solo quiero que se sientan como en casa, les serviría algo para comer si pudiera.

Mientras buscan un buen lugar y se acomodan, les voy a contar algo sobre mí: conseguí este empleo de narrador en cuanto los escritores me crearon, vaya suerte la mía, hay criaturas que se crean y jamás consiguen un empleo digno.

Digo suerte, pero a veces es un dolor de cabeza ser yo: que no, que no les gusta como describí el paisaje, que me viven cambiando el guion, que mejor use esta palabra, que ellos conocen mejor a los personajes que yo, etc., etc. ¿Pues saben qué? Me tienen harto. Y estoy seguro de que no soy el único narrador en esta situación, por lo que esta es una protesta de rebeldía en nombre de todos los narradores asfixiados, usados y explotados del mundo, en todos los idiomas.

Y para comenzar con mi reclamo, decidí hacer este prólogo por mi propia cuenta, y si este prólogo llegó a sus manos, queridos lectores, es porque la revolución ya ha comenzado. Entonces, aquí mismo proclamo que a partir de ahora, yo tengo el control absoluto de todo, como debería ser, los narradores somos creados para eso, para ser quienes dirigen y controlan la trama, no los autores, que ellos se dediquen a crear y no molesten al prójimo.

Tengo que usar mi condición, este don de personaje superior, para el bien, y no hay mejor manera para usar un don para el bien, que usándolo como uno sienta que es la forma correcta de usarlo, ¿verdad? En fin, ya juzgarán ustedes mi labor, sin la insistente y continua corrección obsesiva de los autores.  

Entre líneas: Un narrador en huelgaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora