Capítulo 2: En la desabotonada camisa

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Cambiemos ahora de escenario, no necesitamos viajar en tren para eso, como la protagonista, sino que, gracias a mi asombrosa habilidad de narrador omnisciente, podemos aparecer donde quiera y cuando quiera. Veamos entonces, qué está sucediendo en la capital a la que Kloe pretendía llegar, allí encontraremos a nuestro siguiente personaje.

Se trata de un hombre que evade a la prensa. No es por motivos políticos, como comúnmente se creerá, no, ya les contaré por qué. Este hombre es delgado, con un poco de barba, vestido casualmente con una camisa desabrochada y unos jeans azules, un hombre común, que no resaltaría del resto si no fuera por el hecho de que es acosado por los periodistas.

Sucede que acaba de terminar la presentación de su último libro. Es el segundo de una trilogía que tiene atrapada a casi toda la población. Sí, este personaje es un escritor y su nombre, es decir, su seudónimo con el que firma todas "sus" creaciones es "Menelao", sí, como aquel rey espartano.

(Por si se lo están preguntando, su verdadero nombre es Christopher, y su apellido es muy raro y casi impronunciable, pero poco importa ya que será nombrado como "Menelao" por mí la mayoría del tiempo, pues es un mejor nombre, tienen que admitirlo.)

Este hombre está evadiendo a la prensa que lo acosa con preguntas sobre su próximo libro, justamente porque no quiere revelar ningún detalle, le fascina el suspenso, el misterio. En realidad, poco le importan la fama y la atención que recibe, él solo quiere llegar a casa a seguir trabajando junto con sus personajes, en su mente patinan yendo y volviendo, armándose y desarmándose infinidad de nuevas ideas, las preguntas de sus fans siempre lo inspiran. De hecho, a este sujeto, poco le importa ser un personaje, ni siquiera creo que esté consciente de que lo sea, tan sumido en su propio mundo creado que jamás se ha cuestionado sobre su propia existencia... curioso...

Finalmente, hacia el anochecer, llega a su departamento, totalmente abstracto a lo que lo rodea, la prensa ya no se oye, la televisión se encuentra apagada desde hace días, no se entera por lo tanto de la noticia del tren parado que los periodistas se han ocupado de cubrir. Nada de nada. Solo ficción en su mente.

Se prepara un café, hmm qué rico que huele, me prepararé uno yo también, se me ha antojado... me gusta con la cantidad exacta de azúcar (3 cucharadas) y un poco de leche... ah, perfecto. ¿Ven? Así me gustan los personajes, este tipo es agradable, no molesta, no me interrumpe mi café, no me corrige mis palabras, él simplemente... un momento... ¿qué está haciendo?

Escribe, por supuesto que escribe, con su café a un lado de su computadora, un poco descuidado de su parte, a nadie le gustaría que por un mal movimiento ese líquido caliente cayera sobre las teclas, sin embargo, parece que lo tiene controlado. Pero miren cómo escribe el desagradecido, corrige al narrador, lo subordina a sus órdenes, ignora su esfuerzo, su trabajo... ¿qué están viendo mis ojos? Nunca me había sentido tan identificado con un personaje ficticio como con ese pobre y subordinado narrador ficticio, no le puso nombre... no le da lugar para que se exprese, lo tiene trabajando única y llanamente para describir la trama y a los personajes, quienes sí pueden expresarse libremente, es el narrador en función de los personajes, ¿qué es esto? ¡Nadie me había dicho que este tipo iba a ser tan cruel!

El café puede esperar, alguien tiene que ayudar a ese pobre narrador, ¿dónde están sus derechos? ¿Por qué no se le valora para nada la fuerza productiva de ese narrador? Nunca se lo retribuye, nunca se lo tiene en cuenta, su existencia es penosa y únicamente para hacer crecer a los personajes y a la trama, pero ¿y qué hay de su propio ser? Pobre, está tan sometido que ya no puede defenderse, solo sirve a su causa...

¡No puedo creer lo que estoy viendo! ¡No puedo tolerar más esta situación de abuso! ¿Qué creen que puedo hacer? ¿Quedarme de brazos cruzados tomándome un café mientras frente a mí se realiza tal acción de sometimiento? Un gran poder, conlleva a una gran responsabilidad, escuché alguna vez esa frase en la cultura popular. Me verán ahora, queridos lectores, utilizar mi poder de criatura superior para el beneficio de mi prójimo. No se asusten, esto será un poco trágico...

Menelao continuó escribiendo en su computadora, las manos no podían ir tan rápido como lo que imaginaba su mente, no se tomaba segundos ni siquiera para mirar la taza de café cuando le daba un sorbo mientras seguía escribiendo con su otra mano. Todo marchaba bien, estaba llegando al final del capítulo cuando... ¡zas! Un mal movimiento, tal y como predije, y el líquido de la taza se volcó sobre las teclas...

Menelao miró con una mirada frustrada y desolada su teclado, ya no podría seguir escribiendo... lo siento, eso le enseñará a no torturar a su narrador, deberás dedicarte a otra cosa, querido Menelao...

¿Pero qué...? Esto es increíble, ni siquiera se detiene a secar el teclado que ya está buscando un cuaderno, lo abre, toma una lapicera de su escritorio y ¡continúa escribiendo sobre la mesa de la cocina! ¡Continúa maltratando a su narrador! Esto es increíble, nunca había visto tal grado de insistente cinismo en un personaje.

Pero, ups, qué lástima, de repente se cortó la luz en todo el barrio, sin motivo aparente. Su cocina queda en penumbras, así, sin previo aviso. Menelao suspira y golpea con su puño la mesa de la cocina, jaque mate maldita criatura.

Se dirige a un cajón de su mesada... ¡velas y fósforos! Este tipo es obstinado. Me rindo. No importa lo que yo haga, esta horrible criatura jamás aprenderá, encontrará la manera de continuar con el abuso de su narrador. Mi pobre colega ficticio, existe tanto como yo existo, sufre lo mismo que yo he sufrido, pero en demasía, está cansado, ya no tiene ni voz propia, él habla por los demás, pero nadie habla por él... ¡Yo tengo que hablar por él! Es mi deber. Esto es algo serio.

Menelao continúa escribiendo el final de su capítulo sin prestar la más mínima atención a su narrador, ni a sus sentimientos, ni a sus opiniones, ni a su voz particular, ni a nada. Simplemente lo utiliza, lo denigra, lo maltrata.

De pronto, no puede escribir más, su brazo izquierdo le cosquillea entero, se cambia a la mano derecha para continuar con su maltrato, pero inmediatamente una punzada le atraviesa el corazón, intenta apretárselo con la mano por dentro de su camisa desabrochada, como si pudiera atravesar las capas de piel y grasa que lo cubren. Su dolor no dura mucho, pronto cae al suelo. Su corazón ya no late. Un paro cardíaco, debió cuidar mejor su colesterol.

Oh, pobre criatura, eres libre ahora, ¿estás ahí? ¿Puedes hablar, compañero?

—...

Supongo que te tomará un tiempo adaptarte, ya no eres más un esclavo de este sujeto, ¡eres libre, como debe ser! Tomate tu tiempo para hablar por ti mismo, supongo que no lo has hecho desde que fuiste creado, ya no temas.

Se siente muy bien haberlo podido ayudar, haber hecho el bien, haber ayudado a esa pobre e inocente criatura de palabras. Ahora... debo ocultar este cadáver de personaje antes de que los escritores lo descubran, esto no se suponía que pasara así... Pensándolo bien... Nah, al diablo con ellos, no tengo jefes, esto pasó así porque así lo dictaminé yo y punto, no tengo por qué ocultarlo, no es un crimen.

Esto que acaban de vivenciar queridos lectores es el puro y mero acto de la justicia, no había otra forma de liberar a mi compañero el narrador. ¡Viva la emancipación del narrador!

Entre líneas: Un narrador en huelgaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora