Jack Conway #01

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— Es que me parece increíble... increíble, que tu trabajo sea sentarte y quedarte callada, "doctora" — dijo, bufando por enésima vez. Ella le veía con gracia.

— Sentarme y quedarme callada para escucharte — aclaró.

— De mi no vas a escuchar una puta cosa, porque no te incumbe en lo más mínimo ¿Entiendes? — se defendió el superintendente. Más increíble que el trabajo de mierda de esa mujer, fue que lo enviaran a sesiones de psicología dentro del CNI. ¿Qué mierda tenían en la cabeza?

— Esta es nuestra primera sesión así que me parece que necesito que hables, aunque sea entre insultos, sobre ti — explicó la psicóloga.

— No van a haber insultos, ¡No va a haber nada! Si yo hubiera venido aquí por mi cuenta, porque pienso que estoy como una puta cabra, sabría al menos por dónde comenzar — se quejó.

— No tienes que estar como una cabra para acudir a un psicólogo, ¿O crees que estás como una puta cabra? — preguntó ella.

Conway la observó en silencio. Si las miradas mataran.

— Yo no lo creo al menos, Jack — siguió.

— Un momentito, a mí no me llamas así. Soy el puto superintendente, soy el puto jefe de black ops... — se detuvo en el momento en que la vio romper el contacto visual para anotar cosas en un cuaderno. — ¿Qué? ¿Acaso vas a anotar eso? ¿Acaso se te va a olvidar que te prohíbo que me llames por mi primer nombre como si me conocieras?

— No, no. No sirvo para transcribir conversaciones al pie de la letra, ya sabes, memoria de pez — señaló ella, apuntándose la cabeza mientras entornaba los ojos con una sonrisa. — ¿No estás acostumbrado a que no te tomen atención?

El hombre se removió en su asiento.

— Una palabra mía y ya tengo la atención que quiero — dijo sin intenciones de impresionar, porque Conway nunca quería impresionar a nadie con lo que hacía, simplemente era su manera de ser.

Ella siguió anotando, entretenida con el paciente que le fue a tocar ese día. Siempre tuvo la vaga idea de que Jack Conway significaba problemas, pero hasta el momento, más que problemas ella veía pequeñas trabas que podrían estar relacionadas a su pasado en la guerra, la pérdida de su familia u otro factor similar. La vida del hombre no había sido para nada fácil y si él no aprendía a soltar, continuaría teniendo altercados en la actualidad. 

Altercados que lo hicieron llegar a sus manos.

— Y ahí vas otra vez con el puto cuadernito ese... — añadió él.

— Tengo una idea — la mujer, que Conway supuso que tenía algo así como la edad de Volkov por las pequeñas arrugas que se le hacían al sonreír y achinar sus ojos, terminó de anotar y dejó el cuaderno con el lápiz de lado. — Sé que te obligaron a estar aquí y, por mi parte, también cumplo obligaciones, tú lo sabes muy bien.

Él asintió, tosco.

— Voy a dejar el cuaderno y el boli y vamos a pasar una hora cada semana hablándonos de cualquier mierda ¿Vale? porque dudo que tú quieras que pasemos una hora en silencio...

— En la guerra solía pasar mucho tiempo en silencio junto a mis compañeros — respondió el pelinegro. — No sería un problema para mí volver a hacerlo.

Ella alzó las manos, rendida.

— Si así lo prefieres... — dijo. — pero te quiero dejar en claro que de los silencios también salen conclusiones, y no quiero que el cerebro del CNI se entere de la debilidad que ocultas en lo que callas.

Conway, por primera vez en los casi 45 minutos que llevaban ahí, se sorprendió. De su audacia, de su atrevimiento, de su forma de hacer psicología, quizás.

— Sin cuaderno, sin bolígrafo, sin trampas — se levantó y comenzó a caminar por la habitación.

Ella asintió. 

— Puedes irte, comenzamos la próxima semana — le indicó.

— Primera regla de nuestras juntas recreativas: me voy cuando me salga de los cojones. Segunda: acostúmbrate, porque no voy a cuidar el vocabulario ante ti ni ante nadie.

Luego de eso, abrió la puerta y salió como un rayo. La mujer soltó un suspiro y miró sus notas. Ahora tendría que comenzar a usar un micro en la ropa o algo para luego hacer los apuntes en casa cuando se tratara de él.

Psyché || spainRPWhere stories live. Discover now