CAPITULO 26🏈

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Erick.

Estúpido entrenador, él y sus jodidos entrenamientos.

Las malditas vueltas alrededor del campo iban a acabar conmigo si es que otro de sus absurdos ejercicios no lo hacía. Estaba pagando caro el acto de rebeldía que hice cuando me enteré de Jake. Pero soy un jodido ser humano, el resto de muchachos habían hecho demasiadas estupideces en sus inicios y obtuvieron solo una breve amonestación.

En mi caso, había sido un jodido jugador ejemplar. Sí, fui un maldito mujeriego, pero eso no tenía nada que ver con el equipo. Esos años de dedicación tenían que haberme dado la posibilidad de salir de mis últimos actuares sin consecuencia alguna.

Y lo dije. Se lo solté en la cara a George O'Brien.

Otro error que añadir a la lista interminable de estupideces hechas por Hamilton según el entrenador. Pura mierda diría yo. Solo quería alguien con quien desquitarse y yo era su mejor candidato.

— Lo que pasó hace años no tiene nada que ver con el ahora, Erick. Deberías aprender a madurar. —esas fueron sus palabras tras mi supuesto berrinche.

De no haber sido por el respeto que le tenía, habría estampado mi puño en su ojo, y él lo sabía. La mirada arrogante que me dio me hizo comprender que era un maldito castigo por haberlo mandado a la mierda mientras Verónica escuchaba.

Tenía suerte de que ella se había llevó a Jake a ver a su padre, porque de no ser así podía jurar que jamás conseguiría que estuviera aquí en sábado. Hoy era mi día con Jake y prefería jugar todo el día en la nueva consola que le había regalado (y que Verónica sabía odiaba), a sudar hasta el alma sin necesidad.

Por lo general todos hacíamos el ejercicio necesario en la semana, y a menos a qué tuviéramos partido tres días después, no nos quedábamos en fines de semana. Así que saber que tendría que perder el próximo fin de semana con Jake ya era jodidamente malo.

El juego por caridad contra los Chicago Warriors, fue pospuesto más veces que ningún otro y en parte era gracias a Michael Ward que no podría estar con mi hijo sino apenas unas cuantas horas luego del partido. Le pediría a Verónica que lo dejara el domingo también. A lo mejor el entrenador decidía tener un acto de buena fe con nosotros y dejarnos el lunes libre. Lo dudaba, pero la esperanza era lo último que se perdía.

Terminé de bañarme y envolví una toalla alrededor de mis caderas. Odiaba bañarme aquí.

En una ocasión cuando apenas era un novato, un fanático logró pasar el lector de seguridad y se metió en los vestidores. Muchos secretos salieron a la luz luego de ello, porque los chicos no podían mantener su boca cerrada de la puerta hacia dentro.

Tomé la sudadera de mi casillero y terminé de vestirme. Iría a casa, vería algunos vídeos para prepararme para el partido del sábado y dormiría un poco. Apenas y había podido descansar algo en los últimos días, esta situación con Verónica estaba martilleándome la cabeza constantemente. Tenía que hablar con Maia lo más pronto posible.

Planeé viajar a Chelsea hoy, pero no esperaba la llamada del entrenador a las cinco de la mañana para decirme que tenía veinte minutos antes de que guindara mi trasero en las barras. Le prometí a Verónica que hablaría y le contaría todo el sábado, esperaba que luego de eso comprendiera que tenía que callarme lo que estaba pasando. Si Hotch se enteraba de la verdad todo por lo que había estado guardando silencio se iría a la mierda.

La única razón por la que nunca puso una bala en mi cabeza con el arma que sabía que tenía, era por la amistad que un día tuvimos. Supe que se lo pensaría dos veces antes de hacerlo.

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