CAPITULO 34 🏈

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Erick.

Un día. Sólo había pedido un jodido día de tranquilidad en mi vida.

¿Era mucho pedir?

No creía eso. Algún maldito karma debería estar pagando con esta mierda. Había planeado llevarme a Verónica y a Jake a la casa en la playa que adquirí hace un año y no había podido disfrutar, pero una vez mis ojos se centraron en la espalda de Nicholas caminando en dirección a Maia y su familia, supe que mis planes estaban jodidamente cancelados hasta nuevo aviso. De nuevo estaba poniendo mi vida en pausa por mis acciones pasadas. No era que me arrepintiera, pero me merecía un maldito descanso luego de toda la mierda pasando en los últimos meses.

—¿Qué demonios crees que vas a hacer? —arremetí contra Stevens y tiré de él hacía los baños evitando que alguien se percatara de nuestra presencia.

Estampé su cuerpo contra la pared colocando una de mis manos en su pecho y ejerciendo presión con la otra en uno de sus brazos. Si tuviera que pelear con alguien y arriesgarme a perder sería con Nicholas, era el único cuya masa muscular igualaba la mía y cuyo deseo de ganar podría competir con el mío.

Nuestros ojos se encontraron y por un momento casi cedo. Nunca en los seis años que llevábamos conociéndonos lo había visto así. Sus pupilas estaban completamente dilatadas y su cuerpo casi temblaba debajo de mi agarre. La furia irradiaba de cada poro de su cuerpo.

Era una jodida máquina de destrucción en este momento. ¿Pero qué carajo lo había puesto así?

—¿Quieres calmarte, hermano? —Mi voz sonaba todo menos calmada, a pesar de que este no era el momento de colocarme a la defensiva, mucho menos con él.

—Suéltame, Hamilton, o te juro por la mierda que quieras que voy a estampar tu cabeza en la pared. 

No tenía que jurarlo en lo absoluto, le creía. Sus ojos lucían atormentados y llenos de furia. Antes habían estado vacíos de emoción alguna, pero hoy, justo ahora, furia ciega se reflejaba en ellos, la había visto muchas veces en el espejo dándome una mirada de vuelta como para saber que estaba a escasos minutos de estallar.

—¿Qué crees que harás? ¿Estás celoso? ¿Es eso? 

No había un jodido motivo que pasara por mí cabeza por el cual Nicholas se hubiese puesto de esta forma solo por ver a Maia. Su rostro se contrajo con ira, su mandíbula tensándose probablemente aguantando las ganas de cumplir su promesa contra mí. Apenas si lograba sostenerlo y concentrarme.

—Celoso mi maldito culo. No te metas en esto, Erick. Te estoy dando una jodida advertencia, no es de tu maldita incumbencia —siseó en mi dirección, mi mano subía y bajaba rápidamente al ritmo de su pecho.

—¿No es de mi maldita incumbencia? —respondí furioso, mi tono igualó al suyo. Cómo la mierda si no lo era—. Arriesgué mi trasero por el tuyo hace más de tres años, ¿o ya se te olvidó, jodido imbécil? 

Arrepentimiento pasó fugazmente por sus ojos verdes, lucían como esmeraldas brillando, y lastimosamente no era de felicidad. Era furia. Ira. Y si a eso le sumaba la adrenalina corriendo por nuestras venas luego del juego, estábamos en serios problemas. Esto nunca era una buena combinación. Y yo más que ninguno de ellos lo sabía.

— Y por lo mismo es que te digo que no te metas. Peleaste una batalla que no te correspondía...

—Y tú como un maldito cobarde lo permitiste. —no quería sacar a colación el tema, pero ya que había insistido, algo debía hacer para mantenerlo aquí.

— Pues se acabó. —me tensé. —Porque ahora, al igual que tú tengo algo a lo que aferrarme. —¿de qué mierda me estaba hablando? —Fui un cobarde por dejarla la primera vez, pero no lo seré de nuevo. —lo miré sin comprender. Maia estaba casada y contra ello no había nada que él pudiera hacer, sobre todo teniendo en cuenta que ella no lo amaba y dudaba mucho que Nicholas aún albergara sentimientos por ella.

TOUCHDOWN (Kings Of The Game #1) LIBRO FÍSICO YA DISPONIBLE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora