25. No te creas tan importante.

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Barbara abrió los ojos lentamente, se sentía pesada y realmente no quería despertar, pero tenía que hacerlo porque recordaba todo muy bien, y tenía que saber que había pasado.

Miro a su alrededor, todo era blanco con azul y estaba en una cama justo en medio de la habitación. Trato de enderezarse porque su cuerpo dolía.

—No te muevas, Barbara puedes lastimarte. —escucho a Tobías decirle. Giró su cabeza y lo miró. Estaba en un sofá cerca de su camilla.

No dijo nada. Solo se quedó mirándolo, tenía algunas ojeras y tenía su traje de trabajo arrugando, la corbata estaba mal hecha. Se preguntó qué hora sería y que había pasado con ella, pero en vez de preguntar, llevó sus manos a su estómago, y con apenas un roce, gimió. Le dolía mucho. Además, sintió vendas apretando sus costillas.

—Tu mamá te encontró en la bañera, te desmayaste, obviamente —comenzó a explicarle Tobías. —El cinturón de metal que tenía el vientre se ajustó exageradamente a tu estómago, más de lo que debería haberlo hecho... casi rompe tus costillas —suspiró antes de continuar. —Te trajeron en una ambulancia, no es nada realmente grave, pero sí estarás adolorida por un rato. —Tobías camino hacia su cama y la miro, desde su frente hasta la punta de sus pies. —Lo siento.

Barbara lo miro también.

— ¿Por qué? —preguntó confundida, su garganta raspaba, quizá por tanto llanto, y todos los gritos que había compartido con Tobías.

—Por todo —contestó el, riéndose de manera irónica. —No sé por dónde empezar, es decir... perdón por haberte dejado sola, era evidente que no estabas bien. También siento no haberte pedido perdón cuando tratabas de ser linda. —él se encogió de hombros y la miro preocupado, pero ella rio, solo un poco, pues sus costillas dolían.

—Has hecho cosas peores, Tobías. —bromeó ella, tratando de quitarle tensión al momento.

—Pensé que había sido mi culpa. —suspiro y la miro a los ojos. —tu mamá me llamó muy asustada y me dijo que te encontró inconsciente, pero nunca menciono el estúpido aparato... —se lamentó él, sus ojos se hundieron y parecía a punto de llorar. — pensé que habías hecho una locura, de verdad no sabes cómo me asuste.

— ¿Una locura como uhm, suicidarme? —ella lo miro incrédula y resopló. —No te creas tan importante, Hayes.

—No, pero en serio... te veías tan mal y yo solo hui. —mordió su labio. —Y como dije, tu mamá nunca menciono lo que te había pasado y entonces comencé a imaginarme una vida sin ti. —ambos se quedaron callados, en un silencio realmente incomodo, hasta que el aclaro su garganta. —Me refiero a sin ti haciéndome la vida imposible.

—Supongo que era maravillosa... —Barbara sonrió.

—En realidad, sí, lo era... —bromeó él. —Pero necesitaba molestar a alguien.

Ambos rieron, sin querer poner la cosa cursi, o lo que sea que estaba pasando en ese momento.

—Yo no quiero pelear. —dijo de pronto Barbara, si pensarlo, pero captando la atención de Tobías. —También lo siento por todo, ya sabes... he sido insoportable y Dios, lo seguiré siendo pero espero poder arreglar un poco las cosas contigo.

—No me imagino un día sin pelear contigo, Barbie... —le dijo. —No esperes que te deje de molestar o algo.

Ella rio, pero se vio interrumpida cuando su madre entro en la habitación. Toda la paz que había sentido se esfumo por completo y el enojo comenzó a remplazarla.

—Vete. —dijo enojada, pero su voz era baja. No quería gritar más. Ya no pelearía con ella.

—Hija. —hablo su mamá, mientras caminaba a su cama, ignorándola. — ¿Estas bien?

— ¿Te parece que lo estoy? —la miro, completamente fría. —Dije que quiero que te vayas.

Los ojos de Barbara se cristalizaron.

— ¿Por qué? —preguntó su mamá con obvia inocencia.

—No lo sé, ¿por qué aun sabiendo lo que ese aparato hacía me dejaste irme de la casa sabiendo que en cualquier momento pasaría y estaría sola? —no pudo evitarlo y comenzó a llorar, pero limpió sus lagrimas con fuerza.

—No todas las personas que están embarazadas tienen a alguien y-

— ¡Por favor mamás! —gritó ella. —Solo cállate, no quiero escucharte, ¡estás loca! Fui una estúpida al aceptar seguir con tus juegos. Te dije que no quería hijos, ¡nunca me escuchas!

—Pero puede pasar en cualquier momento. —se defendió su madre.

—Sí y cuando pase, ya sabré como manejar la situación. No te entiendo, mamá, de verdad... no sé porque siempre termino enredada en tus estúpidos sueños frustados.

—Barbie... -susurro Tobby, tratando de calmarla, pero ella lo ignoro.

—Todo lo que haces, no es por mí... ¡solo tratas de hacer realidad tus ideas locas! –le grito ella. —Estoy tan agradecida de mudarme, porque no quiero verte ya.

—Estas exagerando. –Respondió su mamá, sin alguna culpabilidad en su voz.

—Te aseguro que no, la que ha exagerado todo este tiempo has sido tú. –le escupió Barbara. —Quiero que te vayas.

En vez de mirar a su mamá, miro a Tobías, sabiendo que si ella hubiera dicho algo realmente malo, hubiera intervenido. Pero él sabía que Barbara estaba en todo su derecho y todo lo que había pasado era no solo infantil, si no estúpido y cruel. Además, también se sentía culpable de dejarla usar el estúpido aparato.

Miro a su madre caminar a la puerta, con su dignidad antes que todo lo demás. Tobías vio en ella a Barbara, siempre le habían parecido tan idénticas, no solo físicamente, sino en su actitud.

—Te enviaré la simulación del bebé mañana por la tarde.

Y salió.

—Está loca si cree que le seguiré el juego. —le dijo a Tobías, el negó con la cabeza.

—Respeto a tu madre, pero no permitiré que siga haciendo esto, es una locura.

Ella lo miro cuando suspiro. Se veía fatal, quizá peor que ella.

—Puedes irte a casa.

Casi se sintió extraño que pudiera llamarle así al lugar en el que apenas habían pasado una noche. Un lugar que, extrañamente, solo era de ellos dos.

—No te dejaré sola, Barbara, además, en un rato te van a dar de alta.

— ¿Qué hora es? —preguntó confundida. —es decir, ¿cuánto tiempo llevo aquí?

—Son las diez cuarenta, llevas un día aquí... —le sonrió, ladeando la cabeza.

—Si no es tan grave, ¿por qué tengo tanto tiempo aquí? —de pronto se sintió perdida.

—Prefirieron mantenerte sedada, el dolor de costillas es muy doloroso, y las tuyas casi se rompen.

—La verdad es que sí, duele como el infierno —chilló Barbara.

¿Comprometidos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora