27. Mes cuatro: problemas.

24.9K 1.3K 29
                                    

*Dos meses después*

—No voy a hablar con ella. —murmuro Barbara en su teléfono, mientras acomodaba los papeles de su oficina y firmaba algunos documentos.

—Ya pasaron meses, Barbara y sigues sin hablar con ella. Odio que estén enojadas... las fiestas navideñas de acercan y no quiero pasar la navidad sin ti, pequeña. —se lamentó su papá, a través de la línea telefónica.

Barbara suspiró. Amaba a su padre, pero no hablaría con su madre si ella no le pedía perdón. Además, esos meses que pasaban habían sido los mejores desde que se comprometió con Toby.

No le importaba estar solo en navidad con Toby, porque ellos casi no discutían. Y era un casi porque era imposible no hacerlo, habían tenido discusiones sobre la higiene, y sobre comidas y sobre el control remoto y Netflix, pero al final del día, ambos terminaban acurrucándose en la cama accidentalmente. Parecían ser buenos... ¿ex enemigos?

— ¿sigues ahí, hija? —escuchó a su padre, y su sonrisa que inconscientemente se había formado desapareció.

—Te lo dije, papá... no voy a hablar con ella hasta que se disculpe. —sentenció.

—Barbara, por favor... tu madre siente que eres tu quien debe disculparse.

Ella se rió incrédula.

— Pedirle perdón ¿por qué, papa?, ella no fue quien estuvo en el hospital, ni quién no pudo moverse correctamente por casi un mes.

—Rechazaste el bebe y ella tuvo que cidarlo.

— ¿Y realmente planeaba que yo lo cuidará en el estado en el que estaba? —reprochó ella.

—Hija... —le dijo su padre, sabiendo que tenía razón.

—Lo siento, papá... te amo y te extraño demasiado, pero sabes lo que tiene que hacer. —suspiro, en ese momento miro a Tobías entrando a la oficina. —Me tengo que ir.

Y colgó.

— ¿Todo bien? —preguntó Toby, sentándose en el sillón de su oficina, con papeles en su mano.

—Era mi papá, otra vez —explico ella, sin mirarlo.

—Tienes que escuchar a tu madre...

—No lo haré —lo cortó ella. —Por favor, no empieces...

La verdad era que estaba estresada y hablar del tema no le ayudaba a relajarse, tenía tanto trabajo que hacer...

—Me encontré a Cindy... —dijo Tobías de repente.

—Felicidades. —Murmuro Barbara sin prestar atención, tampoco quería hablar sobre esa estúpida.

—Y pregunto por nuestro bebe... —esta vez, si le prestó atención.

— ¡No puedo creer que ella de verdad se lo creyó! —se rio Barbara. —Sinceramente, ¿cómo pudiste salir con ella?

Pero Tobías ni siquiera sonrió.

—Te vio embarazada, platicaste con ella y no lo desmentiste —le reclamó el, su voz era fría.

Barbara se encogió de hombros.

—Di por hecho que se había dado cuenta y...

— ¡No! —le gritó Tobías, de pronto. —Sabías que lucías muy convincente y solo querías herirla y humillarla. —le reclamó de nuevo

—Tobías, déjame explicarte —se acercó a él, pero él se alejó.

—No quiero que me expliques nada —dijo el, con la voz demasiada tranquila para parecer bueno. Es más, le causaba escalofríos. —La personas como tú nunca cambian.

— ¿Las personas como yo? —le pregunto Barbara en voz apenas audible.

—Hay tantas palabras para ti, y no quiero que te ofendas, pero tú siempre serás cruel.

Se quedó callada. No quería responder. No quería pelear, ni quería mirarlo, así que la única opción fue salir de la oficina y caminar lejos. No fue rápido, ni siquiera corrió, si no caminó monótonamente sin mirar a nadie.

¿Por qué le habían dolido tanto las palabras del pelinegro? Era verdad, y no era la primera vez que se lo decía, antes no le importaba en absoluto.

El aire frío de diciembre la golpeo repentinamente cuando salió del edificio, había olvidado su suéter en la oficina pero no iba a regresar por él, si no buscó refugió en el café más cercano. Caminó hacia el local abrazando sus brazos y frotándolos para entrar en calor, Soltó su cabello y dejo que le cayera en los hombros para cubrirse del helado viento.

La cafetería estaba cerca, casi a dos cuadras del lugar donde se encontraba su empresa, toda la calle era muy moderna y muy seria, pero el lugar en la cafetería era de color rosa pastel y estaba adornado todo muy navideño y hogareño, incluso más que en su propia casa y eso la hizo sentir mejor.

Cuando entró, se sentó en la barra y pidió café, no había mucha gente ahí, pero todos los que estaban cerca de ella la miraban, algunos disimuladamente y otros no tanto, pero ella no entendía por qué, hasta que un mesero más o menos de su edad se le acercó.

— ¿Estás bien? —le habló con voz suave. El chico le cayó bien enseguida: su voz era dulce y no le había hablado de usted. Además era guapo, su cabello ere rubio y sus ojos verdes. Exactamente lo contrario a Tobías.

— ¿por qué todo el mundo me pregunta eso últimamente? —le preguntó y el chico intentó sonreírle, pero le salió más como una mueca.

—No quiere sonar grosero, pero deberías ver tu cara.

Barbara llevo sus manos a su cara instintivamente, sintió sus mejillas húmedas y comprendió: había llorado. Limpió con fuerza sus mejillas y le sonrió al chico.

—No me di cuenta, quizá por el frío y... —trató de reír pero sollozó. Sentía que el llanto venía de nuevo y no sabía porque.

Una señora de avanzada edad le llevo su café, y le susurró algo al mesero que la atendía.

—Ya casi termina mi turno, pero ¿sabes? Quizá deberíamos salir algún día... —le pregunto el chico, lucía algo nervioso, por lo que Barbara asintió sin dudarlo.

—Sí, tal vez. —le sonrió.

—Y deberías llevar esa sonrisa, es hermosa —Barbara sintió sus mejillas sonrojarse. —Te dejo mi número de teléfono aquí —tomo una servilleta y empezó a escribir su número. —soy Tom, por cierto.

Cuando Barbara iba a decirle su nombre, un claxon la interrumpió, el chico hizo una mueca y después rio.

—Lo siento, es mi hermana... tengo que irme, linda —le sonrió mientras se quitaba el delantal y se dirigía a la salida. —confió en que me llames, —dijo y salió del lugar.

Barbara suspirómirando el número, quizá lo haría, quizá no, pero lo que importaba era elsentimiento de estar casi sola en esa cafetería, pues le permitió pensar entodo y en nada    

¿Comprometidos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora