Capítulo Quince

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Un golpe en la pierna me despierta de golpe

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Un golpe en la pierna me despierta de golpe. Abro los ojos y bajo un poco la mirada para ver que ha sido Mireia en un movimiento dormida.

No sé por cuánto tiempo la observo, fijándome mejor en los detalles de su rostro que en un principio pueden pasar por alto, como el lunar de la mejilla o lo delicadas que son sus facciones. Sigue acurrucada en mi pecho y balbucea algo ininteligible con la boca ligeramente abierta.

Incluso dormida, sus labios llaman mi atención y mi mente me hace pensar en la noche de ayer. Fue una completa locura. Todo con ella lo es. Me llevó al límite una y otra vez, me estuvo provocando, nos besamos, bailamos de una forma que solo hizo que me dieran más ganas de seguir lo que habíamos empezado, me tentó tocándome por encima de la ropa...

Y perdí el control, ni siquiera pensé en lo que hacía, me dejé llevar por lo que el cuerpo me pedía, la toqué en público, maldiciendo de forma interior cuando me pidió que parase.

En ese momento estaba dispuesto a llegar hasta el final, llevarla a la locura aunque estuviéramos rodeados de gente.

Mireia me hace querer hacer cosas que nunca me había planteado ni se me habían pasado por la cabeza, como cuando volví a tocarla delante de Oriol para vengarme de todas sus insinuaciones. Estuvimos casi toda la noche provocándonos el uno al otro, sobre todo ella, y se me pasó por la cabeza más de una vez que estaba a punto de estallar, que no podría controlarme más.

Aunque no fue el único motivo por el que la toqué con Oriol delante, también fue en parte porque no pude evitar sentir celos cuando supe que habían estado juntos y, según palabras textuales de Neus, todo el mundo daba por hecho que se casarían.

No es que me molestase, ni lo hace, que sean tan cercanos, pero una parte de mí, la más irracional y que estuvo influenciada por el alcohol que había tomado, quería que toda su atención estuviese centrada en mí. Solo en mí y solo se me ocurrió esa forma de hacerlo.

Sonrío al mirarla, dormida está muy tranquila, no parece ella, no tiene esa expresión tan suya, esa que me vuelve loco, la que me reta de forma constante.

Con mucho cuidado, sobre todo para no despertarla, me levanto, me pongo el bóxer que encuentro por el suelo de la habitación y salgo de la habitación.

Quiero prepararle el desayuno, tener un gesto bonito con ella, pero cuando llego a la cocina no sé si ha sido una buena idea.

No quiero rebuscar entre sus cosas, no es mi estilo, aunque acabo haciéndolo para saber qué tiene en la nevera y tomar una decisión con respecto a eso.

No me sorprendo al ver que la tiene medio vacía, por su profesión casi no está en su casa y debe comer mucho fuera, tiene un estilo de vida bastante alto. Sigo mi búsqueda entre los armarios cercanos y encuentro varias cosas que me pueden servir.

Cojo varios ingredientes y mientras investigo los cajones encuentro lo que me falta, por lo que empiezo a preparar el desayuno.

Espero que no le moleste, si estuviéramos en Estocolmo hubiera ido a una de las cafeterías al lado de mi loft para comprarle lo mejor que encontrase para que desayunase. Hacerlo aquí es imposible, lo más probable es que me pierda en la calle por no hablar que no tengo llaves para volver.

La verdad tras su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora