Capítulo 53

8 1 0
                                    


Mis botas resonaron por el pasillo con fuerza, no había tenido tiempo de cambiarlas por unas zapatillas en lo que había llegado a casa ya que mi primera acción fue ir a la cochera y montarme en Rayo para venir al hospital a máxima velocidad.

Observé mis manos, seguían temblando y el hormigueo irritante no había desaparecido de mi cuerpo. No había desistido desde que salí de aquel macabro lugar.

El fuerte olor a alcohol y medicina me dejaba un poco mareada y el color blanco no hacía más que ponerme de los nervios y más cuando sabía que una de las personas más importantes de toda mi vida estaba en este hospital. Crucé a la derecha encontrándome con una pequeña sala de espera en donde habían tres personas sentadas: una pareja de jóvenes quienes eran muy parecidos físicamente y una señora de cabello rojo opaco.

Millie estaba sentada encorvada observando el vaso de café en sus manos, traía puesto encima un chándal gris y una sudadera del mismo color, nada comparado con los bonitos vestidos con los que la suelo ver siempre. Levantó sus ojos cuando estuve al frente de ella y de un salto estaba rodeando mis hombros sollozando.

El contacto me cogió por sorpresa y a pesar de que mi cuerpo lo estaba rechazando, puse mis manos en su espalda y respire profundo apreciando la sensación de familiaridad y cariño.

– Oh, Anna...

Se separó y vi como sus ojos estaban hinchados de tanto llorar. Quería gritar, quería romper cosas, quería derribar este edificio, quería matar a alguien otra vez...

– ¿Cómo está? –dije suavemente.

– Ahora mismo la han estabilizado. Cuando llegó aquí tenía dos costillas rotas y uno de sus pulmones perforados – se tapó el rostro con las manos y yo apreté mi mandíbula por la rabia contenida– . No sé bien qué pasó, tan solo recibí una llamada del hospital para decirme que mi niña estaba en quirófano y que había sido ingresada con emergencia por intento de robo...

Respiré antes de hablar, porque si no lo hacía estaba segura de que iba a golpear a alguien.

– ¿Puedo verla?

Asintió varias veces.

– Claro, es la habitación 204. Yo estaba aquí terminando mi café, no he querido despegarme de su lado pero necesitaba... necesitaba...

– Shhhh, está bien, Millie – puse mis manos en sus hombros y susurré suavemente – . Voy a ir a verla, ¿vienes?

Negó esta vez y supe que ella quería que yo tuviera mi tiempo a solas con Vic. Antes de irme, Millie me detuvo.

– Te llamé quinientas veces, Anna. ¿Dónde estabas?

No quise encresparme ante el tono de mamá protectora, pero fue inevitable.

– Una cita –murmuré fijando mis ojos en el suelo. –. Mi móvil estaba en silencio, por eso no vi todas las llamadas.

– Oh –calor se escuchó en la voz de Millie, para cuando alcé la mirada le había vuelto una pizca de dulzura a su rostro –. Lo siento tanto... Sé lo difícil que es para ti interactuar con...

– No te preocupes –la corté–. Victoria es más importante.

Y con eso, me dirigí a la 204 con el corazón palpitando fuertemente.

Mi cabeza dio varias vueltas, de impotencia, de tristeza, de cólera, de abrumación cuando abrí la puerta y observé el cuerpo de mi amiga, pálido y calmado, cuando ella es todo lo contrario, encendida y parlanchina.

TraidoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora