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A la par del nacimiento del primer brote de árbol nos creamos y por más de quinientos años volamos junto a los grifos por los hermosos cielos en forma de brisa, corrimos junto a centauros como polvo por los inmensos bosques y dentro de cada gota d...

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A la par del nacimiento del primer brote de árbol nos creamos y por más de quinientos años volamos junto a los grifos por los hermosos cielos en forma de brisa, corrimos junto a centauros como polvo por los inmensos bosques y dentro de cada gota de agua salada nadamos al lado de sirenas en los vastos océanos hasta que Aslan decidió darnos forma de hijas e hijos de Eva para poder tener un mejor control.

Nos brindó pies y manos para sentir las texturas, labios para disfrutar el jugo de las frutas y ojos para vigilar a los seres que nos rodeaban, nos brindó de todo a excepción de un corazón para no dejarnos llevar por las pasiones. Hasta que yo empecé a sentir, mi corazón se empezó a descongelar por lo que Aslan, a media rebelión en contra de la bruja blanca me envió con un sabio fauno llamado Tummus para que aprendiera a encontrar el equilibrio en mi corazón.

Estaba en casa del señor Tummus esperando regresara, era una choza creada dentro de una pequeña cueva, era muy acogedora, había una chimenea que siempre mantenía ardiendo y unos cojines y sillones frente a esta para acurrucarse, me senté en uno de ellos y espere junto con el ruido de una ventisca fuera de la cueva y el de la madera crujiendo, hacia más frío de lo normal y estaba a punto de quedarme dormida cuando escuché el rechinar de la ligera puerta hecha con madera oscura junto a la fina y dulce voz de una niña.

- ¿Sr Tummus? - pregunté confundida acercándome a la escalera cuya bajada te llevaba a la salita

-Soy yo Oe querida, tranquila- dijo y entró a la casa acompañado de una pequeña niña con cabello castaño con un toque rojizo que iba cargando unos paquetes del Sr. Tummus.

-Te presento a Lucy Pevensi- dijo orgulloso, con su mirada me dio a entender que un brote de esperanza había nacido en su ser. Yo me acerque a la niña llena de curiosidad, una hija de Eva en Narnia solo podía significar una cosa.

-Hola pequeña, me llamo Oeste, pero me puedes decir Oe- le dije y ella sonrió, tenía sus mejillas y la punta de la nariz de un tono rojizo debido al frío de afuera. Tomé los paquetes que tenía cargando y le ayudé a quitarse su abrigo para colocarlo en el perchero.

La pequeña se adentró más a la casa, explorando, se veían sus ojos llenos de curiosidad, llegó a las estanterías que guardaban desde libros antiquísimos hasta varías fotos enmarcadas, tomó con sumo cuidado, como si se tratara de algo hecho de algo tan frágil que se pudiera romper de un suspiro, una porta retrato del papá del Sr. Tummus, un fauno ya grande con barba y unos cuernos más prominentes.

-Él era mi padre- dijo Tummus con un aire en su voz entre triste y avergonzado. Empezó a platicarnos de él, nos contó historias de cuando era niño, de cuando Narnia aún no se había sumido en caos.

- ¿Y tú? ¿De dónde vienes? - le pregunté intrigada y ella nos empezó a contar que estaba jugando con sus hermanos antes de llegar aquí, también nos contó que el lugar de donde venia Lucy estaba en guerra y su padre había ido a combatir, al mismo tiempo, le contamos las atrocidades de la bruja blanca y su invierno eterno.

𝗟𝗔𝗧𝗜𝗗𝗢/ El león, la bruja, la profecÍa y los guardianes (LCDN#1)Место, где живут истории. Откройте их для себя