Capítulo 14

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«Para amar a alguien hay que estar dispuesto a dar lo que sea por esa persona, conocerla, ponerte frente a ella cuando ves que está en peligro. Al mirarte Cornelia solo tengo en mi cabeza un solo pensamiento… querer besarte hasta que te olvides del mundo entero, de que olvides tu amor por mi hermano, tus barreras, ¡todo! Para que ames y mires solo a mí.

Me vuelvo loco.

Mis ojos quieren verte, mis manos sentirte, hacerte mía. Me siento tan tonto, te resultará completamente desconocida la palabra SARANG; su origen es coreano y tiene un hermoso significado: el deseo de querer estar con alguien hasta la muerte».

MILE PERKINS.

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MILE.
Nunca había frecuentado un club de caballeros fue una experiencia completamente nueva, podía ver desde viejos a jóvenes nobles de la más alta alcurnia londinense, algunos estaban riéndose tomando alcohol de la botella más fina y costosa que había en el bar. A mi hermano le gustaban este tipo de lugares pero yo solo veía a hombres pretensiosos alardeando de su fortuna.

Shawn estaba por algún lado practicando esgrima, mientras yo me encontraba en una mesa cerca del bar, estaba por irme cuando vi a unas cuantas mesas a los dos hombres de la familia McDonall. El hermano mayor de Cornelia me miraba con el ceño fruncido; si no fueran porque sus ojos eran oscuros Kaidan McDonall sería la viva imagen de su padre, fue una sorpresa cuando el mismo lord Heronimo se levantó de su silla y se empezó acercar a mi mesa, bajo la atenta mirada de su hijo.

—Señor Perkins. —dijo el lord Heronimo, sentándose frente a mí.

—Milord, que casualidad encontrarlo aquí.

—Lo mismo digo, el club necesita nuevos miembros ¿piensa quedarse más tiempo y solicitar una membresía? —preguntó curioso, mirarlo a los ojos era como estar viendo los ojos de Cokkie cuando eran fríos y suspicaces. —¿Sus negocios en América esperarán tanto?

—Tengo un buen amigo que me mantiene informado de todo, milord. —un silencio incomodo se formó entre nosotros.

—Es obvio que su resistencia en marcharse es por mi hija, no nos hagamos los tontos señor Perkins. —lo mire con una ceja levantada.

—¿Y hay algún problema con eso, milord?

—No lo habrá si me dice con certeza: ¿qué es lo que quiere con ella? —dijo con un tono mordaz y todo lo que hice fue sonreír. 

—Al parecer esta conversación ya ha sido pospuesta por mucho tiempo, milord quiero pedirle permiso para cortejar a la señorita Cornelia como se debe. —el lord McDonall levantó un ceja. —Y por supuesto que deseo casarme con ella, si me acepta.

—Cornelia lo ha ido a visitar varias veces a la residencia de su hermano, todo con la excusa de “ir a ver a Diana” es obvio que ella ya lo aceptó señor Perkins.

—No del todo... Ella aún no me ama. —mi respuesta no pareció sorprenderlo, estaba tranquilo en su silla.

—¿Qué sentimientos tiene usted por mi hija, señor Perkins? Cornelia es mi pequeña, la menor de mis hijos y si usted quiere que la deje a su cuidado debe darme un respuesta concreta. —los fríos ojos claros de lord McDonall parecían querer ver a través de mí.

—La quiero, me he llegado a enamorar de su manera de ser. A veces tosca, fría pero también dulce y generosa. Su hija es difícil de entender y tratar al principio pero ni siquiera con todos los desplantes que he recibido de la señorita Cornelia desde que nos conocemos, hace que desista en querer conquistarla. —él se mostró impresionado y convencido de mis palabras.

©Un amor no Correspondido. TRILOGÍA: AMORES VERDADEROS 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora