Capítulo 17

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AMÉRICA (New york) CASA PERKINS. 

CORNELIA
Después de unos días de viaje en altamar al fin habíamos llegado a nuestro destino. Apenas cruzamos el umbral de la puerta de aquella gran casa de dos plantas, nos recibieron los empleados del servicio que constaban de cuatro mujeres y un hombre; la más mayor era la ama de llaves, la señora Gwen Levin quien tenía un cabello rubio donde se empezaban asomar canas pero seguía alta e imponía su presencia, la siguieron la señora Mary Jane quien se encargaba de la cocina, una pelirroja que se presentó como Anne Ford, dos muchachas jóvenes ambas castañas llamadas Cinthya y Jane Watson, por último el señor Franco quien era el cochero y ayudaba con los trabajos manuales.

Mile me presentó como su mujer frente a todo el servicio; diciéndoles que tanto él como yo teníamos la misma autoridad en la casa. Recorrí con la mirada la decoración de mi nuevo hogar, todo parecía recién comprado.

Pasamos a la habitación principal y sonreí al entrar a la espaciosa estancia. La gran cama que se veía tan cómoda y confortable cubierta de finas sábanas, la paredes pintadas de un color cálido, pero lo que más me enamoró fue el gran tocador con detalles de cisnes tallados en el. Me acerqué de inmediato a mirarlo más de cerca y tocarlo con mis propias manos.

¡Me  fascinaba!

—¿Qué te parece? —preguntó Mile a mis espaldas.

—No hay palabras Mile…  ¡Me encanta! —respondí con una sonrisa.

—Hice que la decoraran para tu gusto y comodidad.

—Eso muy hermoso todo. ¡Gracias! —corrí y lo abracé por la cintura. —Y entonces… ¿dormirás aquí? —pregunté un poco nerviosa, separándome de su cuerpo.

En todo el viaje no habíamos ido más allá de dormir en los brazos del otro, Mile había mantenido su palabra de no tocarme más de lo debido si yo no quería.

—Te había dicho que no te forzaría a darme algo que no quisieras Cornelia. —oculté mis manos nerviosas. —Si quieres puedes descansar un poco mientras yo iré hacer algunas misivas y ponerme al tanto de mis negocios.

—¿Vendrás para la cena? —él sonrió, sujetó mi barbilla y se inclinó para besarme.

—Por supuesto, no dejaré a mi esposa sola en la primera noche en nuestra nueva casa —él se separó de mí, salió de la habitación y pude respirar tranquila.

¿Cómo podía ser tan bueno? Cualquier otro ya estaría colérico de que su esposa se negara tanto a compartir intimidad con él. La habitación era hermosa, me gustaba como la habían decorado, sonreí al ver el tocador bellamente tallado y pitando de blanco; había cepillos, peines, lazos y algunas joyas en los cajones.

—Mile, siento que no te merezco…

MILE
Apenas salí y estuve al otro lado de la habitación anhelé poder tocarla, abrazarla, besarla. Pero él no la obligaría a nada, seria paciente y compresivo con ella, solamente cuando Cornelia lo quisiera; él la tocaría. Su intención no era forzarla, jamás forzaría a una mujer mucho menos a una que le importaba tanto como ella.

Pero maldición todo esto era tan difícil” –pensé exasperado.

Él deseaba tanto a su mujer. Se imaginaba besándola, recorriendo con sus dedos cada parte de su cuerpo, mordiendo y marcando con sus besos esa pálida piel que ella cubría bajo capas de tela. ¡Quería hacerle el amor y ardía de deseos con solo mirarla!

Después de atender sus asuntos fuera de la casa, llegó para la hora de cenar y sería la primera vez que compartiría el comedor con Cokkie como su nueva esposa. Ella se sentó a la mesa, reí al ver como sus ojos no se apartaron del delicioso consomé que habían preparado para la cena, si había algo que más adoraba de Cornelia era su apetito voraz y sano, una mujer de buen comer.

©Un amor no Correspondido. TRILOGÍA: AMORES VERDADEROS 1Where stories live. Discover now