Capítulo XX

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Elías pisa el acelerador a fondo. 

–Si Hera consigue lo que quiere, a tu papá no le va a gustar nada. Habrá una guerra divina– trato de ocultar el miedo que siento ante la idea de otra guerra así, los recuerdos de ese evento hacen que mi corazón se sienta pesado.  

–No dejaré que llegue tan lejos– contesta Elías con sequedad –lo prometo– estira un brazo y me toma de la mano., fuerza una sonrisa. 

Elías sigue la ruta que marca el rastreador de Hera hasta un convento.  

Entramos al edificio y nos encontramos con todas las monjas sumergidas en un profundo sueño "Morfeo" pienso al ver a todos en ese estado. 

–No estás equivocada– responde Elías en fuerte.

–Sal de mi mente Elías– ordeno mientras camino entre cuerpos dormidos. 

–Lo haré, en cuanto terminemos aquí– me responde con sequedad. "Supongo que tienes tus razones para hacerlo" pienso comprendiendo lo que hace.  

–¿Cuántos dioses crees que estén involucrados? – inquiero subiendo unas escaleras, rompiendo el silencio sepulcral del lugar. 

–Por ahora solo dos, Morfeo y Hera, también están con una humana– contesta atrás de mí. 

–¿Sabes en dónde? – le pregunto.

–Hay un laboratorio en el tercero piso– contesta y corro para llegar ahí, Elías me sigue y llegamos al tercer piso.

"¿Cómo sabes que hay un laboratorio en el tercer piso" cuestiono en mi mente y hago un esfuerzo por no reír porque conozco la respuesta a mi pregunta. 

"Si ya lo sabes, ¿para qué preguntas?" me responde con humor. 

Elías y yo solíamos inaugurar este tipo de lugares... por diversión, organizábamos eventos impuros en el que llevábamos a cabo actos extremadamente impuros solo por el hecho de ser un lugar donde gente pura reside. Jamás entenderé la necesidad de pecar en aquellos lugares donde está estrictamente prohibido hacerlo. "Mientras más prohibido el pecado, más excitante el acto" pienso con lujuria.  

"Amén" me responde Elías escuchando todo lo que acabo de pensar...

Llegamos al tercer piso y caminamos sin hacer ruido. 

Unas voces provenientes del quinto salón nos ponen alerta, nos acercamos a él y tiene la puerta cerrada.

–Que oportuna visita– murmura una voz femenina detrás de nosotros, me giro de golpe y me encuentro con una mujer de unos 25 años, nos apunta con una escopeta "que ingenua" pienso y fracturo su columna, pero en ese instante antes de caer al suelo escucho dos disparos perfectamente apuntados. Las balas nos atraviesan a Elías y a mí. 

El maldito mercurio se chorrea con velocidad quemándome por dentro, me dio justo en el centro de mi cuerpo. El ardor me nubla la vista. Siento la bala entre mi estómago y el hígado, y el mercurio quema mis órganos vitales. Un disparo perfecto con una bala perfecta para hacerme daño. 

Me llevo una mano al estómago y el líquido dorado empieza a pintar mis manos, mis sentidos físicos se nublan. 

Siento el corazón de Elías acelerándose, y entiendo que también le ha dado a él.

Caemos los tres al mismo tiempo.

Mi respiración y mis latidos se aceleran, no es la primera vez que me disparan, pero es la primera vez que me dan con una bala de mercurio. El ardor es inexplicable y maldigo a Dios por haber creado la alquimia.

Génesis ModernoWhere stories live. Discover now