siete.

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España, Murcia, octubre 2018.

Ginés Paredes.

esta noche, como casi todas, había salido de casa, en busca de paz y de claridad mental, necesitaba que mi cabeza dejara de trabajar por un momento, necesito que mi estabilidad regrese, necesito sentirme bien, sin que dependa de cuanto ron puedo soportar en mi organismo. 

la noche tenía un aire triste, como si estuviese cerca alguna tragedia, como si algo fuese a pasar, no sabía si es cosa mía y lo cegado que me tiene la tristeza que abarca mi cuerpo, o si realmente tengo razón, generalmente cuando percibo algo, suele ser real, pero no lo sé. Tal vez la noche esté siendo normal, o llena de alegría, pero el vacío que en mí habita no me deja verlo, la verdad es que en mi vida no hay nada que me ilumine, o que me haga sentir yo otra vez, mi alma de vacío no me deja ver las cosas de una buena manera.

ahora estoy sentado en un antro, las tenues luces moradas, y verdes iluminan de manera escasa el recinto, veo a mucha gente reír, y parece que están felices, pero no es certero, yo también lo he hecho. Salir de fiesta con tus amigos, aparentar que estás felices, ríes y bailas, pero en el fondo te sientes vacío, sabes que el alcohol no lo llenará, y lo sabes muy bien, pero aún así bebes, porque es lo más cercano que tendrás al relleno que necesitas.

tal vez no todos pasan por eso, tal vez soy solo yo, que me siento tan solo a pesar de que estoy rodeado de gente que me quiere, como yo a ellos, pero aún así me habita la soledad, me habita la tristeza, me llegan los recuerdos, los traicioneros recuerdos, que me gritan "¡eres un idiota por dejarla ir!" y más que un insulto era una verdad, soy un idiota por alejarla de mí, por alejar a la otra mitad de mi alma.

estando un poco ebrio, decidí volver a casa, si bien buscaba callar mis pensamientos, no significaba que buscaba el quedar inconsciente, como acostumbraba, hoy no. Salí del lugar y me despedí de mis amigos para volver a casa.

me bajo del taxi y pago el viaje, después de darle las gracias al chófer se va, y me quedo mirando hacia la casa de los Pérez, que estaba frente a la mía. Por primera vez en dieciocho años de vida, la casa de aquella familia me daba una energía triste, me daba la sensación de que algo no andaba bien.

me siento en escalón mi casa y me quedo mirando hacia la casa del frente, viendo el patio en el que jugaba con ella cuando éramos pequeños, cuando yo creí que siempre estaría a su lado, un patio lleno de recuerdos. Froto mis ojos, y vuelvo mi vista al lugar, pero ésta se ve obstruida cuando veo que hay un taxi y de este sale una mujer, mi cerebro y sistema se altera, ¿era ella, era Oriana? 

la luz de las bombillas de afuera se encienden, y me deja una vista de su perfil, y sí, era ella, jamás confundiría ese perfil, jamás la confundiría a ella, sentía mis ojos mojarse, y unas ganas enormes de ir y abrazarla, pero no era la mejor opción. La puerta de su casa se abre, y su hermano la abraza con fuerza y ambos entran, ¿si su ángel había llegado, por qué aquella casa emanaba una triste energía? 

probablemente, era nuevamente mi percepción y mi ánimo lo que me hacía creer que todos estaban tristes, sin embargo, teniéndola a ella cerca nuevamente, tal vez todo estaba por mejorar. Tal vez ella me haría encontrarme de nuevo, tal vez es hora de hablarle de lo que siento y que vuelva a mí.

sueños interpuestos ; walls. Where stories live. Discover now