Historia 15 (parte I)

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Te posaste tras de mí y con tus manos en mis caderas fuiste deslizando hacía arriba suavemente la polera que usaba de pijama. Las yemas de tus dedos sobre mi piel pálida, mientras con tu boca, ibas mordiendo lentamente mi hombro. Los suspiros no tardaron de llegar, cuando por fin llegaste a la curva de mis senos, subiste aún más lentamente, y con tus dedos apretaste mis pezones hasta que estos quedaron duros y erectos, me diste vuelta y los humedeciste con tus labios, los succionabas y mordías; sentía como mis piernas temblaban y mi entrepierna estaba húmeda. Tú por otro lado, ya estás erecto, se notaba mucho lo duro que estabas.

Terminaste de sacar la polera, la tiraste al piso, y con tus manos acunaste mis senos, los masajeabas, los volviste a morder y succionar, una de tus manos bajo lentamente y se posó por fuera de mi tanga, pasaste un dedo de forma recta y notaste lo húmeda que estaba, introdujiste tu mano por debajo de la tela y uno de tus dedos jugó con mi clítoris mientras callabas mis gemidos con tus besos, mis caderas se movían y tu dedo de un momento a otro, entró y salió, eso hizo que gritar de placer.

Bajaste tu bóxer y dejaste tu hombría erecta frente a mí, quitaste de un tirón la tanga y me apoyaste sobre el escritorio. Pasaste tu erección por mi entrada unas tres veces, sentía el roce de nuestras pieles y luego sin previo aviso te agachaste frente a mí, lamiste, mordiste y succionaste mi clítoris que estaba duro, estuviste mucho rato ahí, para después, penetrarme de forma muy lenta y deliciosa, te quedaste ahí, quieto, mientras tus manos jugaban con mis pezones y bajaban a mi clítoris para volver a estimularlo.

- Te deseo - susurraste en mi oído.

Yo no fui capaz de pronunciar palabra alguna, tus manos recorrían mi cuerpo, mientras tu hombría se encontraba dentro de mí; comenzó a salir y entrar subiendo de intensidad, no pude controlar mis gemidos; me trataba de afirmar del escritorio, pero la lujuria podía más, mis senos se movían al vaivén de las embestidas, tu mano izquierda acunaba mi seno y tirabas sutilmente de mi pezón que estaba demasiado sensible a estas alturas. Mientras mordisqueabas mi hombro sentí uno de tus dedos en mi otro orificio, sentía como lo movías, despacio y eso, me ponía aún más caliente de lo que ya estaba, cuando ya estuve un poco más dilatada, sacaste tu erección y la pusiste en la entrada de mi ano, y comenzaste a introducirla despacio, dolía pero a la vez, era placentero, cuando estuvo lo bastante adentro, lo comenzaste a meter y sacar, y me estimulabas el clítoris y mis senos de forma aleatoria, no sé en qué momento, llegué al orgasmo, solo sé que, llegamos juntos y que todo tu semén me inundó mi ano y cayó entre mis piernas.

- Fue maravilloso – musité apoyada en el escritorio aún con las piernas abiertas.

- Te deseo tanto – besaste mi cuello – que podría volver a repetirlo.

- ¿Y si invitamos a alguien más? – pregunté.

- ¿Quieres un trío? – pregunté deseoso.

- Sí – contesté – y ojalá que sea una mujer.

- Así lo haremos.

Cuando ya nos recuperamos, limpiamos el desastre aún desnudo. Le di la mano y lo conduje a la ducha, una nueva sesión de sexo se vendría en la ducha, antes de acostarnos a recargar energías y dormir.


Continúa...

Fogosos deseos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora