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Garen.

—¿Tu dices que la llame? —pregunto de forma nerviosa, mientras toco mis piernas descubiertas.

—¿Estás seguro de que quieres esto?, podrías intentarlo —me sugiere Rich.

—Si, pero con anteojos solares, vamos al fondo de casa, tengo miedo de quedarme con los ojos abiertos inmutables como un muerto.

—¿Piensas usarlos en el encuentro? Digo el personal —me pregunta Rich quien está a mi lado.

No se que responder, el segundero del reloj me está volviendo loco, siento cada célula de mi cuerpo tensa. Es verdad, digo, no es que quiero ocultarlo por el resto de mi vida, en algún momento se preguntara que demonios hago chocándome con los mismos muebles una y otra vez, Myri los mueve de seguido, para quitar el exceso de suciedad y polvo. Pero ese no es el punto, es estúpido ocultarlo, pero prefiero no espantarla. Causar buena impresión.

—Seria de muy mala educación —respondo

—¿Y qué planeas entonces?

—Invitarla a una quinta —me levanto del sofá individual rápidamente olvidándome de la mesita de luz, creo que los moratones en mi cuerpo por golpes no son para nada atractivos.

—Cita —corrige.

—Lo que sea —levanto mi mano dándole la espalda a Rich o donde sea que este.

Esquivo los mueves de manera no muy eficiente y voy al fondo de mi departamento; era un balcón.

Mis lentes lisos siempre los tengo en mis bolsillos o camisa, los saco y me los pongo, enciendo mi teléfono, y le pido a Siri (la asistente de Google personal), que entre en el programa donde estaba la chica, según Siri ya estoy en el perfil.

—"Llamando a Rachel"  —habla el sistema y suena en tono de mi teléfono, pongo el celular en mi hombro apretándolo contra mi oreja.

—¿Hola? ¿Que... demonios? —habla una voz.

—Hola soy Garen —me presento.

—No te veo, ¿Tu a mi si? —pregunta.

—Eh, si —respondo, ja, que gracioso soy, siento mi teléfono moverse, Richard me lo quito.

—Oh ahora sí te veo —responde—, debió ser la interferencia, ¿Cómo estas, guapo? —me halaga.

—Bien bien ¿y tu? —respondo y pregunto.

—Muy bien, me has alegrado el día —suena alegre ¿Cómo es posible que la haya hecho feliz? ¿Está tan sola como yo?

—Oh gracias o de nada supongo —me limito a responder.

—¿No me dirás nada lindo? —Me habla y siento la voz en frente de mi.

—¡Estúpido dile un cumplido! —susurra mi acompañante.

—¿Que fue eso? —pregunta Rachel.

—Es mi vecino, hasta el te hace cumplidos, tu belleza es tan evidente hasta incluso a través de un teléfono—digo, uf me ha costado mucho decirlo.

—Vaya, me has sorprendido —me habla en un acento extraño—, creí que eras de esos tipos amargados que a penas hablan —ríe ligeramente.

—Por tu manera de hablar deduzco que no eres de aquí, o te relacionaste bastante tiempo en otra ciudad —cambio a un tema más interesante, no entiendo lo del coqueteo, lo veo muy innecesario.

—Que observador —sería un chiste muy malo si supiera mi condición—, si, nací en Europa, viví allí hasta los quince años.

—Interesante, sabes, me agradas ¿Qué tal si nos vemos... personalmente? —Los codazos de mi amigo me estaban comenzando a arjelar, no pude ni conversar con la chica, no se si eso era lo que quería, pero ya la invité.

Ciegamente enamorado ✓Where stories live. Discover now