1.- Pieza perdida.

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Chenle todavía no quería despertar. No estaba acostumbrado a levantarse tan temprano. Había intentado durante la última semana habituarlo a un nuevo horario con la intención de hacer las cosas fáciles para ambos. A su hijo le gustaba quedarse hasta bien entrada la noche jugando con sus cubos de Lego en la sala, mientras Jeno estaba en el ordenador, preparando los contratos que debía enviar por correo a su jefe antes de medianoche.

   Reconocía que gran parte del desvelo de su hijo era por su culpa. A Chenle no le gustaba dormir solo y por ende lo esperaba, hasta que Jeno terminaba los odiosos reportes nocturnos y lo ayudaba a cepillarse los dientes para después contarle un cuento y acurrucados uno sobre otro, dormir hasta la mañana. 

   Ese año la rutina estaba por cambiar abruptamente. Chenle había cumplido los tres años y ya estaba listo para ir al Kínder. Jeno sufrió mucho respecto a que decisión tomar. No lo llevó a la guardería y por eso no estaba seguro de que su hijo estuviera listo para entrar a una institución. La directora, cuando fue a informarse sobre las inscripciones, le dijo con voz tranquilizadora que si quería, podía retrasarse un año. Pero Jeno, por mucho que le gustara la idea de seguir a lado de su hijo, no podía permitírselo. El dinero que ganaba trabajando a medio tiempo desde casa ya no le alcanzaba y cada día que pasaba Chenle crecía y necesitaba más cosas. Comida, ropa, calzado eran las más básicas, de las que no podía prescindir, pero también estaban el recibo de la luz, el agua y el gas, la gasolina del auto e incluso los juguetes que Chenle merecía por ser un niño. Jeno entonces no podía darse el lujo de no buscar otro trabajo. Además, si seguía reteniendo a su pequeño en casa probablemente después sería más difícil para él adaptarse a un nuevo ambiente.

   —Buenos días nubecita —Jeno le dio un tierno beso sobre la frente y esperó pacientemente a que su hijo comenzara a despertarse. Lo estaba levantando con anticipación para que no se les hiciera tarde. Asumía que por ser el primer día Chenle iba a necesitar de minutos extras para desperezar—. Hoy es tu primer día de escuela, ¿lo recuerdas?

   Chenle estiró lentamente las extremidades sobre su frazada de dinosaurios. Su enmarañada melena rubia se removió contra la almohada y Jeno presionó sus labios sobre la frente de su pequeño mientras éste se tallaba los ojos dormilones con sus puñitos.

   —Es hora de despertar, bebé.

   Poco a poco comenzó a abrir los ojos. Al ver a su padre despierto, con su ropa del trabajo y una sonrisa de oreja a oreja, hizo un puchero. No quería abandonar su cama, estaba calientita y él todavía tenía sueño.

   —No quiedo, papi.

   —Pero es tu primer día —Jeno le animó, acariciando una de sus mejillas rellenitas—. Te divertirás. Harás muchos amigos y jugarán juntos. Te recogeré a las tres e punto y después iremos a McDonald's a comernos una cajita feliz. ¿Qué dices, campeón? ¿Aceptas?

   El pequeño se lo pensó. Admitía que la idea de jugar con otros niños y después comer una hamburguesa con su papá le gustaba mucho. Cuando estaban en casa jugaban pero al marcharse el sol su padre se iba a la mesa de la sala y tecleaba un montón de cosas en su computadora. Chenle se aburría de estar solo con sus cochecitos. Quería jugar con alguien más. Así que sin mayor preámbulo terminó aceptando.

   Jeno lo hizo ir a la ducha a tomar un baño caliente que le quitara definitivamente el sueño. Chenle se peinó graciosamente mientras lo enjabonaba en la bañera y dejó que le pusiera bigote de espuma sobre la cara. Terminado el baño fueron a la habitación del pequeño y Jeno rebuscó en el armario su abrigo de panda favorito en conjunto con unos pantalones azules y sus botas de hule de patitos azules porque el cielo amenazaba con descargarse y Jeno no quería que su hijo se resfriara.

Tenías que ser tú. 「NoMin」Where stories live. Discover now